Entrenamiento

Aldebarán y Orfeo

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    Parecía una rutina triste aquella que todos los días le llevaba como un reloj a despertarse temprano, salir a entrenar y volver a la casa de tauro; una rutina de la que solo lo sacaban los ratos en que entrenaba a los más jóvenes o que de casualidad alguna misión requería de su presencia. Esa clase de misiones no abundaban, en época de paz después de todo era difícil que surgiera algún conflicto mayor y la verdad los caballeros de plata y bronce podían ocuparse de la mayoría de los problemas por su cuenta. Tampoco era como si quisiera llamar al caos, pero por lo menos una tormenta de vez en cuando que aliviara la agrietada tierra del Santuario no estaría mal. Y como si Aldebarán hubiese invocado algo con el pensamiento, algunas nubes cubrieron el azul del cielo brindando un poco de alivio a quienes allí habitaban.

    Un largo suspiro escapó de sus labios mientras caminaba hacia la zona de entrenamientos con paso firme y la mirada perdida en el horizonte, recordando la charla que había tenido con Shura, además de la relación de este con Aioria. Diría que eran los primeros a los que escuchaba decir abiertamente que estaban en una relación, que se amaban más que como compañeros ¿Había lugar para esa clase de sentimientos cuando eran guerreros al servicio de Athena? Solo el tiempo lo diría, al final esperaba que fueran felices en esta nueva vida ya fuera juntos o separados.

    No había nadie, quizás era muy temprano y los aprendices no habían despertado todavía. Aunque si le sorprendía no encontrar a otros caballeros se dijo a si mismo que él era el único loco que sentía la necesidad de levantarse a esa hora para correr y hacer ejercicio; era una lástima que no tuviese nadie con quien practicar de todos modos, alguien con quien recordar esos días ya lejanos en que un grupo de niñatos habían conseguido las armaduras doradas. Es decir, él tenía como siete años en ese entonces.

    Ha pasado mucho tiempo—sonrió con calma antes de ponerse a estirar un poco los músculos a fin de prepararse para la actividad, soltó un largo suspiro despejando su mente de asuntos sin importancia. El caballero de tauro era alguien dedicado a cumplir con su misión, esa nueva vida también decidió consagrarla a su diosa más que a vivir un poco en el Santuario y poco fuera como otros habían elegido. No le parecía por ello que hacían algo malo, pero él no tenía nada por lo que volver a su tierra, nada le esperaba allí—Bien, ahora a entrenar.

    Empezó por correr más o menos diez minutos por los alrededores antes de concentrarse más en los ejercicios de fuerza, resistencia y algunos ejercicios aeróbicos que no le hacían tampoco mucha ilusión teniendo en cuenta que no tenía música para motivarse. Casi a la mitad del entrenamiento decidió apoyar las manos en el piso y hacer algunas flexiones de tríceps, prestando poca o ninguna atención hasta que notó el cosmo suave de un caballero de plata. Bien, terminaría esas repeticiones y luego se fijaría si el otro deseaba acompañarle.

    SPOILER (click to view)
    Farore D. Ikana espero que te guste linda <3
     
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    Hubo un poco de resistencia al inicio, esa mañana, para levantarse de la cama, hasta que recordó que ya llevaba una semana en esa misma cantaleta y un poco de cargo de conciencia le pesó en los hombros, sobre que estaba descuidando las obligaciones que aún le quedaban. Era cierto que ahora las actividades dentro o fuera del Santuario ya no eran tan pesadas como antes, aun así la mayoría de misiones quedaban en las manos de los caballeros de rangos menores, eso era algo que no había cambiado para nada en esa nueva vida y una buena parte de ellas se las siguen dejando a los de rango de plata. A pesar de ser misiones menores y de una duración bastante corta, y si bien iba a omitir la última que no calzaba mucho en esa categoría, le habrían mantenido bastante ocupado las últimas semanas, descansando la última semana y media.

    De ahí que sintiera algo de culpabilidad por no hacer nada obligándose a salir de una vez por todas. Fue hacía la zona de entrenamiento a paso lento mientras afinaba la lira nuevamente, una vuelta a la clavija y el toque de la cuerda hasta dar con el tono correcto.

    El sitio era de los poco preferidos a esas horas, por lo general se encontraba solo y le parecía más que perfecto para practicar al aire sin molestado, pocas veces topaba con compañía como lo sería en esa ocasión cuando al llegar notó la presencia de uno de los doce dorados y luego de buscar un poco lo encontró en pleno entrenamiento, y lo reconoció como el Caballero de Tauro.

    Dio una pequeña sonrisa en agrado sin que le molestara la presencia del más alto, siguiendo su camino hasta sentarse cerca de una columna que le sirviera de respaldo, por lo general los chicos de oro solían mantenerse muy en lo suyo por lo que no tuvo reparos en dar las primeras notas. Y de vez en vez pasaba la mirada de la lira a observar lo que hacía el otro caballero con curiosidad.

    Observaciones cada vez más constantes, era llamativa la energía y el empeño que ponía en el entrenamiento físico. Por supuesto que aquel hombre tenía una condición y físico envidiable, y no era para menos, en su cuerpo era evidente cuánto habría invertido en entrenar, todo lo contrario a su persona cuyo entrenamiento no era prioritariamente físico. Casi podía notar cada contracción muscular como un mapa perfectamente definido incluso bajo la tela de la ropa de entrenamiento, y para ese momento la vista a su instrumento fue casi nula.

    Fue entonces que una nota disonante llegó a sus oídos y le hizo detenerse en seco colocando la mano sobre las cuerda para detener su vibración y sonido interrumpiendo su interpretación de golpe, tratando de tapar ese primer dedazo sin perder el desconcierto en su rostro, el desconcierto y la vergüenza por haberse distraído de aquella manera tan descarada y tan poco grácil.

    “Por andar de metiche” se regañó a si mismo.
     
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    La música que alcanzó a percibir le llenó de cierta calidez que le llevó de inmediato a pensar en cierto caballero que no solía pasar muy seguido por la zona de entrenamiento. Diría más bien que lo había visto tan solo en contadas ocasiones y siempre de lejos, puesto que si bien el santo de plata parecía ser una persona humilde Aldebarán no sabría realmente de qué hablar con él así que prefería no molestar. Lo pensó por unos momentos mientras su mano derecha se apoyaba en el piso y el brazo izquierdo permanecía doblado detrás de su espalda, sabía que Orfeo no era de los que como él entrenaban día tras día las habilidades físicas, pero no tenía ninguna duda de su poder. Recordó por un momento su encuentro con Sorrento de Sirena cuando éste fue a buscar a los santos de bronce, y cómo a raíz de esa batalla su capacidad auditiva había quedado levemente disminuida. Apenas una sonrisa se dibujó en sus labios, los guerreros como ellos podían ser muy aterradores, lástima que no pudieron terminar ese enfrentamiento jamás.

    Aún así fue capaz de notar cuando la delicada melodía se detuvo y terminó la última repetición del ejercicio antes de ponerse de pie, sacudiéndose la tierra de la ropa para voltear a ver al joven de ojos claros. Pasó unos momentos con la mirada fija en su persona, la piel tan pálida y los rasgos delicados le daban un aire elegante y misterioso; y avanzó entonces los pasos que les separaban para poder sentarse cerca, no venía mal intentar iniciar conversación una vez el otro había dejado de tocar.

    Buenos días Orfeo. Tu música es maravillosa como siempre—dijo con una ligera sonrisa antes de recoger con calma su cabello en una coleta por si después se le ocurría seguir entrenando, además teniendo en cuenta el color oscuro de los mechones que absorbían la brillante luz del sol iba a terminar con la espalda ardiendo en cualquier momento—Espero no te incomode mi presencia, pensé que nadie más que yo venía a esta hora, últimamente está muy vacío.

    Y soltó un largo suspiro, aún pensando en cómo el templo de tauro casi parecía lejano a cualquier otro templo en el Santuario culpa de que los guardianes de las otras casas iban y venían muy seguido.

    En fin ¿cómo llevas la vida en esta época de paz...?—volteó hacia el joven con esa pregunta y se detuvo por un instante, notando las mejillas que se habían tornado rojas. Demasiado notorio en una piel tan pálida. Acercó la mano de forma inconsciente para apoyar el dorso en su frente con cuidado—Creo que deberías ponerte un poco más a la sombra, tu cara está hirviendo.

    SPOILER (click to view)
    :aiah: :heartt:
     
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    Había una ligera frustración en él que dejó salir en una exhalación. Habían pasado demasiados años desde la última vez que había sucedido algo así, siempre se había exigido demasiado para que no sucediera. Vamos, que de lo contrario podría costarle la cabeza y eso había quedado más que demostrado cuando Pharaoh rompió su cuerda de sol, pero aquello no había sido distracción suya.

    La fuerte voz del caballero de Tauro llamó su atención con un pequeño sobresalto apretando contra si la lira de solo recordar el motivo de su fallo y aun recibía de su parte un cumplido, el plata solo podía ver al brasileño con algo de sorpresa mientras se sentaba a su lado ¿no se había dado cuenta de su error? ¿O se dio cuenta y solo estaba siendo amable porque él traía cara de querer meter la cabeza en la tierra? Sea cual sea el motivo sus palabras resultaban en una especie de anestesia a su molestia consigo mismo que le formaba un nudo en la garganta.

    -Muchas gracias, caballero de Tauro-respondió con suavidad inclinando ligeramente la cabeza en un saludo respetuoso devolviendo una leve sonrisa, poniendo por segundos especial atención al movimiento del cabello al ser atado. Le hizo recordar que esa misma atención estaba poniendo al movimiento del dorado al momento de entrenar y apartó nuevamente la mirada hacía la misma dirección del más alto, los doce templos. -Esta bien, no me molesta. Yo tampoco pensé que encontraría a alguien porque que era muy temprano. Es bueno ver que algunos no pierden la disciplina-

    Y por supuesto aquella frase solo aplicaba a Tauro, pues él mismo estuvo a punto de preferir seguir en cama.

    En fin ¿cómo llevas la vida en esta época de paz…?


    La pregunta no tardó en llegar y la pensó por unos momentos. Apretó un poco los labios escogiendo bien sus palabras sin dejar de mirar el paraje del Santuario. El asunto era complejo.


    -Bueno, supongo que hago lo me... - no acabó de responder cuando aquella mano se posó sobre su frente con toque gentil a pesar de que aquella mano era notoriamente más grande y guardaba más fuerza, y sus palabras de preocupación por su, no precisamente, estado de insolación llegaron a sus oídos. Lamentablemente para él, por que no lograba ser menos obvio, algo como eso no era difícil de disimular. El problema estaba en que no era por el sol pero no iba a entrar en esos detalles, menos cuando las acciones del otro solo lograron aumentar el calor en su rostro.

    -¿S-si?...Supongo que será por tantos días llevando poco sol-dijo la primer excusa rebuscada que se le cruzó por la cabeza y miró al dorado apenas ladeando la cabeza, desde abajo sin apartar la mano-Mm.. ¿Quiere venir a la sombra conmigo? ¿Estoy interrumpiendo su entrenamiento?-
     
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    No sé si disciplina sea la palabra, la verdad diría que es la rutina—respondió en voz baja con una cierta vergüenza porque era quizás la persona más aburrida que había en el Santuario, todo lo que pudiera responderle sonaría como una tontería puesto que habría mil cosas interesantes que hacer con la vida nueva y la promesa de paz que les habían otorgado.

    Para su fortuna no tuvo que seguir justificando su existencia frente al joven de cabello celeste que acabó por invitarlo a la sombra cuando sus mejillas se pusieron aún más rojas si es que eso era posible. Aldebarán se dedicó a observarlo, no de la forma más disimulada posible cabe destacar, puesto que le llamaba la atención el suave cabello que parecía brillar más al moverse con la brisa. Incluso su voz sonaba afinada y melodiosa a pesar del tartamudeo, que por supuesto no había notado por estar más concentrado en el movimiento de sus labios que en otra cosa. Negó con la cabeza para apartar aquellos pensamientos, quizás comenzaba a afectarle el sol después de todo ¿Quién lo diría? Se puso de pie y le ofreció la mano a Orfeo para ayudarlo a levantarse.

    ¿Cómo podría rechazar tu oferta?—dijo con una sonrisa y una vez ambos estaban listos lo acompañó hasta la sombra, con suerte podría disfrutar un poco más de esa increíble música que el otro le sacaba a la lira—No estas interrumpiendo nada, de hecho estaba en mi última repetición cuando llegaste. Dos horas de entrenamiento están bastante bien, no es necesario exagerar ¿No te parece? Siempre es bueno tomarse un momento para relajar el cuerpo y la mente.

    Caminó hacia la zona donde el sol no llegaba y volvió a sentarse, un poco pensativo sobre si seguir preguntando respecto de su vida ¿era correcto? Todos conocían su historia después de todo, no quería parecer demasiado entrometido, pero ya se había quedado a media respuesta antes así que sonaba correcto retomar esa charla.

    Lamento si soy un poco aburrido, como te decía antes mi rutina es la misma que antes de los suceso con Hades y tal. Me levanto temprano, entreno y vuelvo al templo—se llevó una mano a la nuca y rió con algo de pena antes de voltear hacia el joven músico—Así que dejaré que tu hables por ahora, por favor, me haría feliz escucharte o si no te molesta practicar tu música conmigo aquí también está bien.
     
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    Casi de forma espontánea el escuchar que aceptaba su invitación a hacerle compañía un rato le sacó una leve sonrisa al momento, estirando el brazo para tomar la mano que le era ofrecida. Pocas veces ha sido tan consciente de sus acciones como en ese momento, el cómo los dedos se deslizaban por la superficie de la palma y perciben la calidez de esa mano a pesar de la fuerza que ostenta, suave la piel que estaba más al centro de la palma, más robusta y rasposa hacía los bordes producto del arduo entrenamiento. Por segundos, los que duró su apoyo para poder levantarse del suelo, la sensación de la calidez ajena le hizo olvidar lo nervioso que le había puesto la mirada castaña sobre si mismo y una risilla se escapó al escuchar ese comentario tan enérgico.

    Y es que de alguna manera lo entendía, pues él mismo podría pasar horas enteras solo practicando y contaba como parte de su entrenamiento- Entonces llegué en buen momento para no dejar que se exija demasiado. Si se excede mucho se podría lastimar- y si bien aquello iba con las mejores intenciones cuando lo miraba al caminar con una ligera sonrisa el plata estaba seguro que podría aguantar más de dos horas a diferencia suya que se había quedado sin aire la última vez que movió toda la indumentaria de su hogar para limpiar y acomodar. Terrible.


    -No creo que sea aburrido, solo creo que me ha mostrado apenas la punta de un iceberg y que aún tiene muchas cosas que contar—le dijo con suavidad una vez estuvo sentado a su lado con la piernas ligeramente flexionadas y dejando que la lira reposara de nuevo en su regazo. -A mi no me molesta practicar con su compañía, pero si se aburre no dude en decirme- por segundos ladeó su rostro para ver a su acompañante antes de regresar la mirada hacía la lira en una pequeña pausa. Meditó un poco su respuesta con las palabras del dorado dando vueltas por su cabeza, no tanto por no saber exactamente de qué hablar sino porque había pasado mucho, demasiado, tiempo desde la última vez que alguien le habría dicho que “estaría feliz” de escucharlo sin referirse a su música precisamente. Le generaba una pequeña y cálida espinita en el pecho donde por un lado le daba cierta dicha e ilusión saber que alguien estaría dispuesto a escuchar cualquier cosa que tuviera que decir, y por el otro cierta culpa al sentir que solo tenía cosas tristes que contar.

    Sus dedos comenzaron moverse por las cuerdas sin despegar el instrumento de su regazo, presionando y soltando para generar sonido con una sola mano, armónico y como distracción de aquella sensación, no quería contagiarla al dorado- Creo que mi rutina no esta tan definida...dista mucho de como era antes. Si no estoy cumpliendo misiones me dedico a hacer cualquier otra cosa de la que se me presente oportunidad. Por supuesto practicar y componer siempre va a estar entre mis actividades más habituales. De mis favoritas esta ir al la plaza de Rodorio a tocar, a veces llegan actores callejeros o miembros de teatro y resulta ser bastante divertido, a las personas les gusta. El amor por la música es algo que definitivamente no cambió desde la época de guerra y ha sido la mejor manera para...disfrutar toda esta paz - aunque disimulado aquella frase llevaba un pequeño énfasis para evitar la pesadumbre que originalmente llevaba su respuesta inicial ante como llevaba la vida en esa nueva oportunidad, respuesta a medias debía reconocer, antes de que se movieran a la sombra. Retomó entonces con un poco más de energía -Oh, y hago Jingles de vez en cuando. Me ayuda a subsistir lejos de la cocina- y ahí tuvo que reírse aunque fuera a voz baja por indirectamente reconocer que el arte culinario estaba un poco fuera de sus manos. Excepto tal vez por algunos postres fríos y algunos platillos de complejidad baja. Detuvo la melodía improvisada un había estado entonando hasta ese momento para ver de nuevo al más alto- Seguro también tiene o habrá encontrado en esta época de paz una actividad que disfrute mucho...y entrenar el doble no es una respuesta válida- señaló con cierta acusación y en son de broma.
     
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    No pensó mucho al respecto en ese momento, pero la sonrisa apenas notoria que se había dibujado en esos labios que antes había estado observando con tanta atención le arrancó un ligero suspiro; como si todo el aire de sus pulmones hubiese escapado al momento que sintió los ojos claros fijarse en su persona y la suave calidez de la piel ajena, en contraste con su mano arruinada por los entrenamientos y las batallas, rozó con la suya. No quería pensar en eso, así que decidió esquivar la idea de que esa sensación fuera más que solo la sorpresa, y retomó su semblante alegre una vez la conversación siguió su curso.

    Oh supongo, después de tantos años sé reconocer cuando he tenido suficiente. Me imagino que tu también puedes pasar horas practicando tus melodías. Ah, debe ser algo genial ¿Cierto? Poder dominar así un instrumento—una vez en la sombra se dedicó tan solo a observar el espacio frente a ellos. El sol intenso chocaba contra cada rincón, bañando todo de una fuerte luz dorada y el calor que castigaba el cuerpo del que saliera durante el día hacía más pesada la respiración. Aún no había muchos que se aventurasen hacia la zona de entrenamiento, pero no le molestaba pasar unos momentos a solas con el joven músico.

    En el instante en que sus ojos volvieron hacia su compañero la música suave que brotaba de la lira pareció llenar sus oídos y su mente, envolviéndolo en una sensación casi de melancolía. Melancolía por un lugar en el que nunca había estado, y por experiencias que nunca había vivido ¿esa era la clase de magia que podía tener la música? Le resultaba admirable cómo los dedos delgados se deslizaban por las cuerdas con tanta gracia, tan natural como respirar para el caballero de plata.

    Me lo imagino, siendo sincero tampoco podría vivir una vida sin música. Sería una vida muy triste y aburrida—hizo una leve pausa, estaba seguro que los guerreros de plata eran enviados a misiones mucho más seguido que ellos ya que eran cosas menores pero que requerían más tiempo.—El poder de la música es sin dudas algo que todo el mundo debería ser capaz de apreciar. Cuando el que compone y produce una melodía, o quizás aunque solo la interprete, si lo hace con pasión sus sentimientos pueden llegar a los oídos de otros tan claramente...

    Se permitió cerrar los ojos con una ligera sonrisa, moviendo su cuerpo de atrás hacia adelante con cuidado de no caerse o golpear algo. Podría estar toda una vida escuchando las melodías que Orfeo practicaba, pero mejor aún sería si pudiese pasar toda la vida escuchándolo hablar. Lo había visto siempre tan solitario, pero seguro en sus tiempos de aprendiz también habría hecho de las suyas con sus compañeros.

    ¿Tienes problemas para cocinar? Si quieres puedo ayudarte con eso, modestia aparte me defiendo bastante bien en la cocina... Diría que mi fuerte es la pastelería pero no lo digas en voz alta ¿de acuerdo?—dijo en un murmullo sintiendo un poco de pena por semejante pasatiempo que tenía y desvió la mirada hacia algún punto imaginario en el horizonte—Pensé que entrenar era bastante válido... A diferencia tuya o de otros caballeros no tengo muy buena imaginación—volvió la vista hacia Orfeo con una risa suave, se le hacía bastante agradable la compañía del más bajo—Entonces diré que mis pasatiempo son cocinar... bailar a veces... Mm déjame pensar, me gusta leer recetas de pasteles. Aunque supongo que debería dejar el tema de la comida de lado porque estoy engordando demasiado.

    Dijo eso con un suspiro de frustración, volteando hacia su abdomen para levantar un poco la ropa y sujetar entre los dedos una parte de la piel entre las costillas y la cadera. Según él donde estaban sus rollos. Y mirando de nuevo al músico a la espera de que le diera la razón y le dijera algún buen método para mantener la dieta.

    Ah, bueno, también me gusta acompañar a los aprendices... Muchos de ellos son un poco temerosos todavía de estar aquí—volvió a sonreír mientras observaba a Orfeo.
     
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    Asentía a cada palabra del dorado, bastante acertadas si lo veía a modo general. A fin de cuentas eso buscaban los músicos con cada canción o interpretación que se volvía realmente única cuando quien la tocaba la volvía suya en el momento. Arreglos diferentes pero siempre entonando la misma hermosa melodía.

    Sí, tocar un instrumento era sumamente maravilloso.

    Y cuando se disponía a darle la razón las palabras del más alto sobre la cocina llegaron a sus oídos.

    - ¡¿De verdad?! - preguntó con emoción impregnada en la mirada, sus dedos se habían detenido por completo y en su lugar sujetaban con fuerza la lira por los arcos contra su pecho. Más inmediato se llevó una mano a la boca tratando de silenciarse y buscando en los alrededores que no hubiera nadie a quien pudiera llamarle la atención tan repentina pregunta, por la petición del otro acerca de la discreción. - Lo siento - murmuró. Y fue cuando su enfoque se posó a lo que le mostraba el dorado.

    Sus tan bien marcados abdominales donde incluso casi que sus dedos no agarraban nada. Todo se veía firme. Que bueno que no había quitado la mano de la cara ya que así no veía el rojo de su cara. Sin embargo... ¿Le estaba pidiendo consejos de vida fitness?... ¡¿A él?!.

    Parpadeó un par de veces pasando la vista desde ese escultural cuerpo a la cara del más alto. No pudo evitar una pequeña risa - Aldebaran me temo que mi dieta consiste mayoritariamente en sopas instantaneas, alitas de pollo y talvez huevo con pan al desayuno. Por decir lo menos. Creo que conmigo sale perdiendo más de lo que puede ganar -acabó por reirse ante tal confesión. Nuevamente ambas manos sostenían la lira y el plata mantenía la mirada hacia el rostro de tauro con una sonrisa - Como podrá imaginar mi respuesta es sí, tengo problemas en la cocina - y rió suevamente con ello. Apoyó la espalda contra una columna caida que se anteponia a las que de pie daban sombra más su rostro no se apartó de seguir viendo a su acompañante- Creo que se necesita mucha creatividad para hacer un pastel, es decir... Los decorados son realmente hermosos, la combinaciones de colores, las formas que le dan al panqueque, los rellenos. Cocinar también es todo un arte
    . .. Creo que el talento viene en diferentes formas, si todo fuera lo mismo... Bueno... Supongo que entonces no habría nada especial ¿cierto?. La verdad es que me gustaría ver algún día lo que saben hacer sus manos
    -

    Dijo suavemente y pasó de nuevo su mirada hacia el despejado cielo. Tal vez para disimular un poco el repentino nerviosismo de sus palabras ¿Había sido extraño? ¿Mucho atrevimiento y confianza?

    - ¿Ya desayunó? ¿No le gustaría ir por alguna repostería? Ya hay algunas cafeterías abiertas a esta hora -dijo de pronto, tanto darle vueltas en tan pocos minutos y hablar de comida lo llevaron a desviar el tema a ese punto. Claro, ahora sonaba como una invitación ¿Eso no era un atrevimiento aun mayor? — Si gusta, por supuesto -

    ¿Habría metido la pata?
     
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    El sol comenzaba a inundar todo a su paso a medida que el tiempo pasaba mientras ellos conversaban, era entretenido tener alguien con quien hablar, con quien reír, alguien a quien confiarle cosas de su vida que últimamente no había podido compartir con nadie por la ausencia de sus compañeros. Ahora, no tenía la mayor de las confianzas con Orfeo, pero resultaba fácil hablar con él, como si se conocieran desde hacia mucho tiempo, quizás en otras vidas.

    Lo observó con atención cuando le respondió sobre su dieta, y el brasileño soltó un suspiro de desaprobación por ello ¿de verdad no comía más que eso? Entonces necesitaba con urgencia clases de cocina antes que la chatarra que estaba ingiriendo terminase por repercutir en su salud. Orfeo, igual que él, debía ser un guerrero sano y fuerte.

    Debo admitir que no apruebo esos hábitos alimenticios, y ya que tu mismo dices que quieres ver, si no tienes nada que hacer te invito a pasar por el templo de tauro todos los días para algunas clases. Lo último que quisiera es que termines débil o con un ataque al corazón. Te mostraré lo que se puede hacer con poco tiempo, para que tampoco te requiera demasiado esfuerzo si no tienes ánimos de cocinar para el día—se puso de pie y volvió a sonreír una vez que Orfeo lo invitó a... ¿qué sería eso? ¿una reunión amistosa?

    Se quedó pensando un momento con una mano en el mentón y soltó un largo suspiro, no tenía planes para ese día ni para un futuro cercano. No había misiones, ya había terminado el entrenamiento, y quién sabe cuando mostrarían la cara los aprendices.

    Heh me encantaría acompañarte, pero creo que debería pasar a bañarme primero... No creo que quieran recibirme 'así' en una cafetería.

    Soltó una risa suave levantando las manos llenas de tierra y polvo igual que la ropa de entrenamiento. Aunque después reconsideró lo que había dicho, quizás se pensaría que iba a invadirle su casa que quedaba de camino pero eso sería algo inapropiado ¿no?

    ¿Deberíamos acordar un horario? Digamos que estaré allí a las eh...—miró hacia arriba por un instante, evaluando la posición del sol porque no sabía ni a qué hora había salido del templo—Como a las 9:30 ¿está bien para ti?

    Esperó por la respuesta y apoyó una mano sobre la cabeza de Orfeo para revolverle el pelo en un gesto amistoso antes de comenzar su marcha de regreso a las doce casas, alzando un brazo y tomando la muñeca con la mano contraria para estirar los brazos y la espalda. Tenía suficiente energía para volver y entrenar con los principiantes y los soldados en cuanto volviera de su cita con Orfeo.

    ¿Eh?—se detuvo a si mismo en ese pensamiento ¿cómo que una cita? ¿quién le había dicho que era eso? Aldebarán sintió el calor inundarle la cara y el pecho, en ningún momento de esa conversación había percibido esa clase de intenciones de parte de ninguno de los dos. Eso creía al menos—Pff... debe ser por el calor...—se dijo a si mismo con una risa incómoda antes de seguir caminando.
     
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    En primera instancia, al escuchar y ver el gesto de desaprobación del dorado el ceño del plata se arrugó un poco, y su cabeza se hundió un poco entre sus hombros con algo de vergüenza por sus nada saludables hábitos. Él mismo lo reconocía, especialmente ahora, que tenía más tiempo para encerrarse como un ermitaño a dedicarse solo a su música y que había reparado el piano viejo de su cabaña podía pasar horas y horas tan ocupado componiendo, corrigiendo y practicando que comer se volvía una necesidad fisiológica que satisfacía por compromiso, por lo que no sacaba mucho tiempo para dedicarse a la cocina. Hombre de prioridades.

    Pero sorpresa que la reprimienda fue más un ofrecimiento a enseñarle a cocinar, para al menos tener una comida decente al día, ¿y a visitarlo?. Sacudió los pensamientos de su cabeza para no desviarse de nuevo. -Vale, vale- respondió y una suave risa- prometo ir a aprender a comer bien para no desfallecer. Solo tenga paciencia conmigo.-

    Era un trato. Y al parecer también la invitación al desayuno. Vio al más alto ponerse pie y casi al momento él hizo lo mismo, asintiendo dando por entendido el proceder de su compañero- 9:30 me parece bien. Nos veremos en la plaza- acordó y luego su sorpresa por la despedida al revolverle el cabello como a un niño lo vio retirarse hacia las doce casas estirando los músculos.

    Se tocó la cabeza por inercia con la vista en las espalda ajena que se marcaba bajo la tela al moverse los brazos. Por unos segundos su rostro se sintió caliente y los nervios hicieron mella en él sin tener muy clara la razón. Sacudió su cabeza para calmarse y emprendió camino hacia su propia cabaña en la zona de residencia de los caballeros de plata, y no paraba de preguntarse a sí mismo ¿Qué debía ponerse para ir a tomar un café?

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    Había llegado el momento de partir, lo supo cuando al acomodar la camisa vio el reloj en la pared, sobre el escritorio lleno de pilas de papel que contenían partituras. 9 en punto, podría ser tal vez demasiado temprano a pesar de que sus pensamientos le jugaban en contra, pero bajo el temor de dejar a una persona esperando prefería no jugarse la suerte. Jeans y una camisa polo negra, sencilla con dos de tres botones desabrochados debían de ser más que apropiados para la ocasión, es decir, solo eran dos compañeros buscando desayuno.

    Quizá sus nervios eran porque le confesó al brasileño su gusto por la comida procesada. Oh no, y en general él era un desastre para comer. Si, la cosa debía de andar por ahí, en el hecho de que debía portarse como una persona decente y no pedir comida como si fuera a la guerra, otra vez.

    La lira quedó en su pedestal sobre uno de los muebles de la pequeña estancia, al lado de una foto y al momento se retiró de su hogar en el Santuario hacía Rodorio.

    Esperaría cerca de la fuente de la plaza del lado que daba a la calle donde se encontraban las cafeterías que empezaron su jornada de trabajo y donde ya se veían algunas mesas ocupadas con personas conversando o leyendo el periódico del día; 9 con 25 minutos, faltaba poco.
     
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