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.Aunque el jardín continuaba siendo oscuro, Milo podía admirar con la poca luz de la luna las facciones de Mu, imaginado sus palabras como sí de una historia se tratase. Era difícil imaginar que realmente pensara y actuara de ése modo cuando solía ser tan cándido con todos, pero debía pensar que finalmente era humano, y que estaba en su derecho de compartir la misma forma de pensar que tenía y que Milo había adoptado, más por cansancio que por desición propia.
Sí, parecía extraño definirlo así, pero fue el hartazgo experimentado por las años en la misma situación lo que le hizo dejar que finalmente Camus fuese quien se acercara y no él, como siempre. Tal vez lo acostumbró a buscarlo, o a no extrañarlo. Igualmente había sido Mu quién en vez de Camus fue hasta ahí sólo para estar a su lado.
Milo sintió algo extraño en el pecho, como un peso doloroso que intentó suavizar aferrándose al calor que la mano ajena pedía de la suya con ese agarre. Mu era afectuoso e inteligente, y debió creer que tomar su mano bastaría para consolarlo. La verdad si ayudó, aunque el dolor continuaba ahí y no sabía como calmarlo.
De pronto pensó con cierta culpa y arrepentimiento que ojalá hubiera notado antes que el ariano estaba ahí. Ojalá hubiera trazado los recuerdos que tenía aún en su memoria con él, y no con el francés. Debió ir a Jamir de vez en cuando, en vez de cruzar la cuarta parte del mundo para ver a Camus una sola vez, en secreto a las fueras de un bar, para que éste lo terminara echando. Mu no le habría dicho que se fuera, al menos no sin dejarle conversar un momento y después volver a la distancia de siempre.
Pero como un estúpido eligió mal, y el precio por hacerlo lo pagaba con esa opresión en su pecho.
Notó la sonrisa de Mu, pero Milo no pudo devolverla.
Tal vez era la primera vez que no intentaba sonreír aunque todo se hubiera ido a la mierda.
Movió suavemente la cabeza para decirle que estaba de acuerdo, y no se quejó por la forma en que el otro le movió el cabello sin importar cuánto orgullo sintiera por su melena espartana. En aquél momento aceptaba cualquier muestra de afecto que viniera de él.
Contempló los sutiles rasgos del ariano con la luz plateada de la luna, admirado el gesto cariñoso que este había tenido, y sintiendo en serio haber perdido el tiempo buscando sabía Athena qué, en el Santo de Acuario, que admirar y fortalecer su lazo con Mu.
Milo también se acercó y pegó su nariz a la ajena.
—Lo siento... — susurró sobre sus labios, antes de besarlo.
Para una cultura como la suya un beso podría tener distintos significados, pero, dentro y a pesar de todos ellos, aquél contacto suave y efímero era una necesidad suya por dejar de sentir el dolor agudo en su corazón, con una mezcla de desdicha, desesperación y amargura, que la tibieza y dulzura del ariano parecían calmar. Al menos besándolo intentó tragarse el sabor amargo de la conversación que ni la cerveza o la botana pudieron quitar.
No profanó aquella boca con un beso ardiente, porque la suciedad en la suya que su reputación cuál conquistador dejó a su paso, temió manchara la pureza y cariño que él recién mostraba.
El beso terminó tan pronto como empezó, pero Milo no se alejó, pegó su mejilla a la de Mu y lo rodeó en un abrazo tibio, como si buscara cobijo de la fría tempestad.
De pronto ya tenía una pequeña lágrima resbalando por su propia mejilla, y el cosquilleo de los labios ajenos en la boca recordándole que no tenía caso sumergirse en su pasado melancólico, pues tenía un regalo hermoso colgándole del cuello y un amigo especial estrechando entre sus brazos.
—Sólo dame un momento... Necesito tomar un poco de tu fuerza para poder seguir.
Edited by Lys Garden - 16/12/2019, 13:16. -
CamiRogers+1 .
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A pesar de mantener el contacto cariñoso, no deseaba invadir el espacio de Milo sin su consentimiento, por primera vez vislumbró la expresión alegre de su griego amigo fallar y sus iris jade mostraron cuanto le dolía aquello. A pesar de que en otras circunstancias el que el escorpión se abriera a el sería motivo de celebración en ese momento solamente podía sentir tristeza y un poco de ira bajo la superficie de su temperamento calmo.
Lo siento...
El susurró apenas llegó a sus oídos cuando la cercanía entre sus rostros se volvió nula, el roce entre sus narices y el aliento de Milo golpeó su rostro haciendo arder sus mejillas y de repente todo fue una caricia tan delicada como la caricia del pétalo de una rosa sobre sus labios, el contacto fue tan dulce, suave y puro que se mantuvo en su lugar permitiendo aquella efímera caricia entre sus labios por el tiempo que el griego necesitara.
Y cuando finalizó, un agradable cosquilleo mezclado con un toque dulce prevalecía sobre sus labios. Había sido un beso tan dulce que era imposible no sentirse afectado, pero había un gusto amargo que hacía que su corazón doliera. Cerró un pimentón los ojos porque apreciar la solitaria lágrima ena mejilla de alguien tan orgulloso como Milo provocó en su interior una tormenta de sensaciones que en ese preciso momento le era imposible distinguir. Solo sabía que en ese momento Milo era tan apuesto como humano.
Soltó el agarre que mantenía sobre la mano ajena para llevar ambas palmas a las mejillas adversas y acariciarlas borrando con discreción aquella pequeña gota. Llevó la izquierda tras la cabeza contraria y comenzó a acariciarle la nuca con las puntas de los dedos, trazando patrones imaginarios en el lugar buscando reconfortarle.
Se humedeció los labios temblorosos con nerviosismo comprendiendo que en ese momento el de cabellos oscuros necesitaba comprensión y un poco de contacto humano, porque había guardado por años sus emociones y en ese instante estaban siendo liberadas. Un beso podía transmitir diferentes emociones, afecto, amor, pasión, entrega, pero en ese instante lo que más deseaba transmitirle a su compañero era apoyo, comprensión y cariño.
— Todo estará bien.— Repitió aquella frase que le había dicho cuando comenzaron a conversar y luego abrió sus orbes jade antes de ser el quien uniera sus labios a los contrarios en un suave roce que duró apenas un par de segundos, pero deseaba trasmitir un único mensaje.
No estas sólo... Estoy aquí
Después de eso le envolvió con sus brazos volviendo más cálido el abrazo y acariciándole la espalda con cariño. Sus mejillas estaban rojas por sus propias acciones y agradecía a la oscuridad de la noche por darle cobijo mientras mantenía el contacto. Milo podía quedarse así el tiempo que deseara o necesitara, no le incomodaba en lo más mínimo. Continuó con el deslizarse sus dedos en la nuca y espalda del griego en silencio porque no deseaba decir algo que le hiciera sentir incómodo.. -
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Tal vez fue el cálido abrazo, o esa sensación de protección y cobijo lo que provocó la ruptura finalmente de Milo, y permitió al dolor que ahogaba su alma abandonar sus orbes de azul turquesa. Debió creer que Mu sentiría los espasmos en la espalda que acariciaba cada vez que el silencioso llanto la hacía moverse, porque por breves instantes flaqueaba, y tenía ganas de soltarse para ocultarlos; pero había prometido ser honesto y mantener intacto el lazo que tenía con Mu por agradecimiento y cariño, así que no se movió. Milo se quedó un rato en ésa posición, absorbido en el calor y dulzura del otro.
Sabía que sus lágrimas estaban mojando la ropa ajena, pero a Mu eso no parecía molestarle mientras le daba caricias suaves en la espalda y lo mantenía entre sus brazos.
Aquello era nuevo, y distinto.
Se recordó a sí mismo que siempre ocultaba sus propios sentimientos, ahogándolos entre los labios de algún desconocido. Sus gemidos silenciando las voces en su cabeza, y el placer que experimentaba su cuerpo inyectaba cada vez un poco más de resistencia; por eso pensó en lo distinto de la situación, vaciando su dolor en el hombro de un amigo, en vez de hacerlo con un orgasmo.
Pasados unos minutos, que no sabía en realidad cuántos, todo terminó. Su pecho dejó de ser pesado, a pesar que aún tenía la molesta punzada de su orgullo herido.
Sus mejillas y nariz estaban húmedos, junto con el sitio en Mu donde había vertido sus emociones.
— Qué vergüenza...— sonrió con culpa mientras se apartaba del lemuriano y buscaba una servilleta para limpiarse la nariz y la cara—. Esto no es normal...—. Intentó explicar su miseria, a pesar del cuadro lastimero que sabía, estaba protagonizando. Podía sentir sus propias pestañas pesadas e hinchadas por las lágrimas, y sabía que los ojos y las mejillas deberían estar igualmente inflados por la salinidad de ellas.
Decidió levantarse un poco, estirando las piernas, los brazos y los músculos enteros de su cuerpo para bajar la tensión que sentía y experimentar el sentimiento de desahogo vivido recientemente y sus consecuencias.
Nunca lloraba, y estaba seguro que terminaría doliéndole la cabeza después.
—No soy mala copa, Mu. Créeme. Puedo beber tranquilamente sin actuar como protagonista de un bizarro drama juvenil—. Lo miró directamente, todavía de pie —. pero tu preguntaste sí estaba bien, mira que no lo estaba... Estaba—. Repitió con una sonrisa más franca.
Un poco más tranquilo, y olvidándose de toda la amargura pasada, volvió a sentarse en las sillas de jardín mucho más cómodo de antes y con más hambre de la necesaria. Primero tomó un sándwich, la cerveza y las papas, todo en ése mismo orden.
—Voy a volver a Grecia. Gracias por venir a buscarme..
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