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Un largo suspiro abandonó sus labios mientras repasaba con los brillantes ojos esmeralda los libros que descansaban sobre los estantes. No buscaba nada en particular más que algo en lo que ocupar su mente durante la madrugada helada. Esa noche era particularmente fría, podía escuchar el viento golpear contra los cristales de las ventanas cubiertas de escarcha con los marcos cargados de nieve del lado de afuera.
Su mirada se desvió por un momento hacia otra de las estanterías donde se encontraban los escritos más antiguos y terminó refunfuñando porque alguien los había dejado fuera de lugar. Él tenía insomnio esa noche, la sexta noche consecutiva que pasaba en vela deambulando por los pasillos del Valhalla comenzaba a cobrarle marcando un ligero contorno oscuro bajo sus ojos. Será que su mente estaba tan despierta que era imposible cerrar los ojos por más de dos minutos y dejarse envolver por el sueño, quizás como un castigo por la falta de actividad física era que no estaba tan cansado como para dormir.
También era una forma de evitar todo contacto con los otros dioses guerreros, en especial con Siegfried con quien había tenido otra discusión no hacía mucho y como siempre el resto de sus compañeros se puso de parte del rubio. Alberich se frotó los ojos con el dorso de la mano ¿de verdad no podían darle la razón por una vez sobre nada? Tan solo buscaba algo de apoyo, no podían ganar batallas tan solo con fuerza física, necesitaban estrategias por mucho que estas no fueran 'éticas'. Estaba harto de todos ellos, actuaban como si no hubiesen matado nunca ni a una mosca.
Una queja ahogada resonó en la biblioteca antes que el guerrero de delta se dispusiera a tomar un libro al azar que estaba al alcance de su mano para ponerse a leer. Una vez sentado en el piso cerca de la pequeña chimenea apoyó la espalda contra los estantes y se echó sobre los hombros la manta que había arrastrado a su caminata nocturna.
Llevaba solo una camisola delgada a modo de ropa de cama y con eso se había encaminado hasta aquella sala, así que sin la manta probablemente se congelaría. Bueno, sería gracioso que lo encontrasen hecho un helado al otro día.
—Idiotas, quién los necesita...—flexionó las piernas acercando las rodillas a su pecho para no perder calor y se dispuso a leer—"Te encontraré, robaré tus sueños y haré que me regreses el tiempo que he desperdiciado en ti..."SPOILER (click to view)Lys Garden espero que te guste
Usé la misma imagen que tenía el tema de la biblioteca 
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Siegfried, a los ojos de Syd, era un ser humano virtuoso con las cualidades natas de un líder que su rango exigía para servir a Odin, para servir a Asgard; y al ser justamente el nombre que pensaba, muy pocas, o mejor dicho, muy nulas ocasiones podía distinguir en su semblante alguna muestra de desprecio o enojo hacia los demás; sin embargo, todas las cualidades que su amigo presumía solo se eclipsaban por Alberich de Megrez.
Sinceramente Syd no comprendía porque tenían ese insano gusto por llevarse la contra. Era como tirar la cuerda y esperar que el otro la suelte sin el éxito debido... Era como una rivalidad química que los hacía chocar sin importar el momento o lugar donde estuvieran. Como aquella cena con la Princesa Hilda, tras la cual, a los dos minutos que ella se retiró de la mesa ambos comenzaron a "discutir"... No. Discutir era una palabra demasiado fuerte para lo que ocurrió, y aunque no tuviese un calificativo para definirla, el campo de batalla dividió los bandos -como siempre- en partes desiguales: Megrez por un lado, y los otros Dioses guerreros por el otro.
Ciertamente a los ojos de cualquiera aquello no resultaba muy justo, y con toda razón, porque no lo era. Pero si uno se detenía a mirar los motivos personales de cada uno para darle la espalda a un compañero, tal vez el panorama no se vería de ése modo tan gris. O al menos así intentan justificarse los seres humanos...
Syd de Mizar tenía algunos asuntos que resolver ésa noche, porque en Asgard fungía como canciller dando consejos e información sobre asuntos extranjeros a Siegfried e Hilda, y siempre tenía un documento que requería su aprobación, o alguna entrevista urgente que le impidiera tener tiempo para algo más allá de las políticas externas.
Aquella noche Syd aprovechó para visitar la biblioteca, creyendo que estaría solo con sus problemas y sus pensamientos, sin embargo, la chimenea estaba encendida y un bulto en el piso, muy cerca de ella le hizo saber que en realidad no estaría tan solo como había pensado.
Bastó mirar el bulto en el piso para darse cuenta que un par de ojos esmeralda le devolvían el gesto sorprendido y curioso que los propios tenían en ese momento.
—Buenas noches, Alberich, no esperaba encontrarte aquí—. Se expresó abiertamente, parpadeando para despejarse al caer en cuenta del incómodo silencio entre los dos.
Era muy tenue la luz de aquella habitación, sin embargo las siluetas, los gestos y los colores eran perfectamente visibles en medio de la pequeña oscuridad.
La discusión con Siegfried era demasiado fresca para que el momento no fuese tenso ahí dentro aunque Mizar no tuviese responsabilidad en el asunto; sin embargo, no era solamente éste último problema, sí no todos los que se habían acumulado muchas veces atrás, y Syd siendo el amigo incondicional que era no podía darle la espalda, aún cuando no tuviera la razón. Dudaba que Megrez lo comprendiera al ser alguien tan solitario, dudaba incluso que aquél momento no se convirtiera en una futura riña para ambos, pero Syd tenía que trabajar, y no podía simplemente darse la vuelta y pretender que podía volver en otro momento para mediar la paz.
Syd avanzó hasta la mesa y colocó las cosas que llevaba entre sus manos encima de ella, en su mayoría pergaminos y libros, junto con una botella de vodka y un vaso.
—Es una habitación enorme y fría para una sola persona. Espero no te incomode compartirla.
Edited by Aquarius No Kari - 15/4/2021, 11:53. -
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Mientras repasaba con la vista las líneas de aquella historia sobre amores y traición se permitió perderse entre el mundo que la historia describía, viéndose a si mismo como el protagonista de aquella historia sobre una heroína que dejaba atrás todo sentimiento para renacer como un nuevo ser, surgido de la desdicha y el dolor que le provocaba el desprecio de aquellos a quien había permitido entrar a su vida. Y aun así, con todo lo que aquella persona describía Alberich no podría identificarse del todo, puesto que no contaba con una trágica historia ni mucho menos con personas de confianza que le hubiesen dado la espalda. En ese momento tan solo buscaba una forma de refugiarse del mundo que le rodeaba, tan ajeno, un mundo en el que había caído por una broma del destino.
Él, su moral, su visión del mundo eran sencilla y llanamente distintos de los que unían a sus compañeros de batalla y que los acercaban a Hilda. El guerrero de delta no se consideraba un justiciero, no era un héroe como si pensaba que se veían el resto; sabía bien que era poco más que un soldado. Pero muy en el fondo si amaba su tierra, y sus únicas intenciones eran que todos vieran a Asgard como algo más que un pueblo del que solo se cuentan leyendas, a su parecer era obvio que algo estaba fallando con Odin y su sacerdotisa si seguían envueltos en la miseria. Y pensando otra vez en su discusión con Siegfried refunfuñó molesto cerrando el libro ¿Quién se creía? Maravilloso príncipe de cuento de hadas que luchaba por el honor, dispuesto a morir peleando de una manera estúpida.
¿No eran lógicas las cuestiones que Alberich planteaba? Sus dudas sobre la voluntad de los dioses, las batallas, la estrategia, las condiciones en que vivía la gente de Asgard sin recibir respuestas a sus plegarias ¿No era acaso natural tener miedo del futuro? Querer algo más que estar en el Valhalla a la espera de la muerte.
Odiaba a Siegfried porque sabía que no le molestaba aquello. Que no había fantasmas acosando su mente. Incluso los otros dioses guerreros le consideraban el hombre perfecto. Vaya broma, era solo un ciego cabeza dura.
Para el momento en que ya había comenzado a apuñalar al dios guerrero de Dubhe dentro de su mente escuchó la voz conocida resonar en el silencio de la biblioteca, sacándolo de sus pensamientos y obligándolo a mirar al muchacho con cierta sorpresa ¿había otro con insomnio que terminaba justamente en ese lugar del castillo? No contestó al saludo, pero acercó más las rodillas a su pecho como intentando refugiarse de cualquier ataque.
Observó en silencio a Syd pasar a la mesa con sus textos y una botella de alcohol. Se levantó, acercándose a la mesa para sentarse del lado opuesto solo para mirarlo por unos instantes más sin decir nada. Ese hombre era el mejor amigo del tipo al que soñaba con asesinar.
—Me pregunto yo si no tendrás tu inconvenientes con mi presencia—apoyó los brazos en la mesa, cruzándolos para apoyar el mentón sobre ellos sin dejar de ver al otro—Syd, siempre tan trabajador yendo de un lado a otro con asuntos internacionales... ¿Qué te mantiene despierto a estas horas?—dijo con una ligera sonrisa, como si le importase.
Esperó por unos momentos antes de volver a hablar.
—Quizás como a mi te hace falta un poco de ejercicio, pero lo podemos arreglar si quieres—inclinó la cabeza hacia un lado y su sonrisa se agrandó un poco, esperando a ver su reacción.. -
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Mizar se dio cuenta que bajo otras circunstancias el pulso se le habría acelerado producto de la tensión del momento y la incertidumbre, por lo que fuese a ocurrir entre los dos, sin embargo, con el entrenamiento adecuado y su capacidad como guerrero, pudo mantenerse firme a pesar del rompimiento de distancia que Alberich había iniciado.
Syd supuso que tal vez Megrez había sido atraído por el frío y su desesperación por tener un poco de calor con una invitación a beber, pues no eran enemigos después de todo, pero tampoco llevaban una relación de mágica amistad.
—¿Por qué habría de incomodarme, Alberich? Yo nunca he dicho tal cosa ni he demostrado emoción similar hacia tí—. Por supuesto, pensó, no sí iniciaba una guerra contra Siegfried y entonces tuviese que darle a elegir un bando obvio muy lejos de su lado.
Desdobló el pergamino que llevaba para comenzar a revisarlo, aunque algo le decía que su trabajo esa noche no sería sencillo, y que sería irremediablemente interrumpido más de una vez.
Escuchar la pregunta de Alberich le sorprendió, e incluso intentó pensar en una forma de explicar exactamente el asunto que como decía él, lo mantenía despierto; sin embargo su sonrisa le declaró que no era necesario y que sólo intentaba tomarle el pelo. Syd suspiró y sonrió mientras rodaba los ojos y trataba de seguir, sin embargo, concentró su atención en aquel cuando mencionó el ejercicio
—¿Ejercicio a la media noche?— Mizar rompió en risas y tuvo que cubrirse la boca con una mano para que el replique del sonido en la biblioteca enorme y vacía, no viajara por las paredes del palacio—. Disculpa si me rio, Alberich, pero tu propuesta no parece digna de tí—. Todavía de pie volvió a concentrar la atención en el pergamino y repasó cuidadosamente con sus dedos para no mancharlo con la tinta—. Por el contrario, parece que es a ti a quien no le agrada mi compañía e intenta hacerme sentir incómodo para huir, pero sabes que no lo haré, ¿Cierto?— le sonrió como lo haría un gato mientras volvía a agacharse nuevamente sobre el papel—. Puedes tomar vodka si quieres para calentarte un poco.
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Por supuesto, demostrar sentimientos negativos hacia los demás era algo que solo él se permitía y que haría al resto de dioses guerreros quedar mal con la sacerdotisa de Odín. No era ajena la idea de quedarse solo si un día iniciaba una pelea que se le fuera de las manos, pero eso era lo que menos le importaba. Pelearía solo, él contra el mundo si así debía hacerlo, aunque perdiera la vida en ello no se iría sin arrastrar a un par con él al infierno.
El comentario de todos modos no le borró la sonrisa del rostro, no era importante lo que pensara Syd de su persona, no vivía de las expectativas de los otros guerreros. Se encogió de hombros, observando los papeles que parecía querer analizar aunque él no fuera a dejarlo con una charla que seguro el otro no querría tener.
—Hm, eso es porque no me conoces lo suficiente. Aunque la verdad es que si quisiera hacerte sentir incómodo podría hacer comentarios más explícitos, a lo largo de los años he aprendido unas cuantas frases...
Dio una mirada desinteresada al alcohol antes de acomodarse en su lugar, arropándose más con la manta que había llevado para observar por unos minutos en silencio al guerrero de Mizar. Le dejó avanzar con su trabajo al menos por un rato sin despegar la mirada de su persona, no tenía nada mejor que hacer y también se sentía como una invasión a su espacio que decidiera quedarse en la biblioteca.
—No puedo beber, me cae mal el alcohol—soltó un suspiro dibujando líneas imaginarias con el índice sobre la mesa antes de volver al libro que estaba leyendo antes. Pensaba que no era buena idea iniciar una discusión, pero al mismo tiempo quería saber hasta donde llegaba la paciencia de Syd o cómo sería bajo la influencia del vodka.
Estiró apenas una de sus piernas para rozar la rodilla ajena con el pie.
—¿Seguro no aceptas mi oferta? Me han dicho que soy muy bueno usando la boca..
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