Momentos [drabbles y viñetas] 11/30

Regalo para Ezel :)

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    Título: Momentos.
    Autor: Aquarius no Kari
    Beta: Marie Rock <3
    Resumen: Un vistazo a los breves momentos compartidos entre ambos.
    Rating: G
    Género: romántico
    Advertencias: yo lo estoy escribiendo.
    Personaje/pareja Principal: Milo, Camus.
    Personajes/parejas secundarias: Mención accidental de Hyoga.


    Comentarios adicionales: Este fic es un recopilatorio de situaciones que se me fueron ocurriendo mientras roleaba con Camus, Saga y Aioria, y pienso que son momentos que pudieron haber pasado nuestros personajes, pero las reacciones de uno o de otro son diferentes a como posiblemente serían en el RPG y han sido acomodadas para darle sentido a la historia xD


    Espero sea de tu agrado porque hace bastante que no escribo para alguien y menos de esta pareja xD
    Dedicatoria: Ezel
    Motivo: Regalo de cumpleaños, navidad, friendaniversario, y san valentin :aiah:
    (es curioso pero asi comenzó nuestro roleo xDDD… con Milo llevando esos regalos a Camus)
    Estado: en proceso
    01. Brillo.02. Riesgo.03. Encuentro.04. Cambio.05. Determinación.
    06. Locura.07. Estaciones.08. Carrera.09. Verdad.10. Conquista.
    11. Futuro.12. Ventisca.13. Debilidad.14. Lucha.15. Interludio.
    16. Antojo.17. Viaje.18. Calendario.19. Tregua.20. Celebración.
    21. Retroceso.22. Tiempo.23. Ayuda24. Ocaso.25. Imprevisto.
    26. Despedida.27. Ruina.28. Afecto.29. Dormir.30. Final.



    Última actualización:
    12 de Enero


    Edited by LysGarden - 13/1/2017, 10:49
     
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    26. Despedida.
    (776 palabras)




    Sabía que tenía pocos días de conocerlo para asumir que aquel comportamiento era anormal en alguien como el aprendiz de Escorpio, no podía olvidar aquella primera impresión cuando por poco lo mete en problemas. El Patriarca estaba dando un par de instrucciones sobre cuáles serían sus deberes en el santuario, y él simplemente cuestionaba en susurros el por qué de muchas cosas… como por ejemplo sus cejas. Sus cejas partidas que jamás habían sido motivo de conversación de nadie, fueron el motivo más importante para que se ganara su primera reprimenda.


    Y claro… tuviese que saciar durante el castigo la curiosidad del griego sin otra alternativa.


    Había escuchado (de los más celosos y chismosos del Santuario) que pasaba la mayor parte del tiempo en el templo de Géminis estudiando la mayor parte del día. No podría decir que lo espiaba o que le causaba una curiosidad tal el saber en todo momento lo que hacía, sin embargo, algunos aprendices tenían envidia de que fuese Saga quien entrenara personalmente a Milo.


    A Camus, con franqueza, no le importaba. Vamos, ni siquiera prestaba atención al hecho de que al futuro Escorpión le encantaba presumir y sentirse más que el resto por el simple hecho de qué el geminiano era su tutor: pero le intrigaba que desde hace unos días había notado que actuaba raro pues normalmente se paseaba por el coliseo con aire de autosuficiencia, y con una sonrisa burlona en el rostro.


    Algunos le temían, otros le respetaban, la mayoría lo consideraban demasiado egocéntrico para soportarlo; a Camus ninguna de estas cosas le importaba, porque él no quería tener amigos. No quería formar un vínculo con alguien, y mucho menos alguien como él.


    Por más que lo pensaba eran distintos. Por más que lo pensaba si le preocupaba. Incluso se sorprendía indiscretamente curioso por el motivo en el cambio de aquel humor en el futuro santo. Pensó en hablarle mientras se reunían por casualidad en el coliseo, pero no era muy conversador que digamos, y su griego mezclado con francés difícilmente se comprendía. Si el griego tenía un acento difícil, hablarlo con su nativo francés era peor… y de por si eso era motivo para que otros aprendices lo molestaran.


    Tal vez porque Milo fue el único en no burlarse de su acento, o de sus cejas que más que gracia le causaban curiosidad, pero, a pesar de sus dudas y de la poca comunicación que tenía con el aprendiz de escorpión, una tarde de primavera decidió acercarse. Fue una decisión que le tomó tres golpes de cabeza frente a un árbol. No le preocupaba, lo admitía... O tal vez si... no estaba seguro, sólo sentía curiosidad al porqué Milo parecía distante, entristecido y muy solitario.


    Camus intentó pensar en algo para huir del problema después: Creía tener un libro que podría prestarle... Tal vez de prestarle ese libro, Milo no querría conversar y no lo tendría todo el tiempo pegado, así si no le daría la oportunidad de distraerse con otra cosa: pero lo primero era llamar su atención, y convencerlo de que no sabía leer en griego y que necesitaba un tutor para hacerlo.. No pidió ayuda jamás, pero en aquel momento pensó que sería un buen pretexto para evitar que continuara de aquella forma.

    Camus no controlaba concretamente sus poderes. Podía formar pequeñas capas de hielo y tormentas invernales si perdía el control de sus emociones, pero había aprendido a realizar pequeñas nevadas con sólo desearlo. Podía formar una bola de nieve en su mano, pasarla a la izquierda y volverla a pasar a la derecha sin que el sol de Grecia con sus hirientes y crueles rayos la derritiera, así que concentró el poder que había aprendido a controlar, y formó una capa de nieve con su mano, se acercó al aprendiz Escorpio y dejó que la nieve tocara la piel bronceada y cálida del otro, distrayendo sus pensamientos y el dolor que en aquel momento brotaba de sus ojos. Para Camus no era claro porque lloraba, tampoco sabía si era correcto preguntarle la causa, como quiera la nieve lo ayudó a cumplir su plan para que mirara hacia él y observa por primera vez en muchos días al aprendiz de acuario


    Camus se dio cuenta que era fácil leer las emociones del aprendiz de escorpio en sus ojos, y que aquella pequeña muestra de amabilidad había despertado en él no sólo la curiosidad, sino un sentimiento diferente al que había sido ajeno durante esos días: un poco de felicidad.


    Desde aquel momento Camus y Milo se convirtieron en amigos..


    Milo se despidió de su soledad y Camus de su paz.


    Edited by LysGarden - 8/1/2017, 18:57
     
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    10. Conquista.
    (355 palabras)




    A Milo debían gustarle mucho las estrellas, porque siempre que estaban solos en aquellas horas nocturnas, los ojos del Escorpión se concentraban totalmente en la bóveda celeste, y no solía mirar nada más, ni siquiera a Camus.


    Camus y él solían reunirse de vez en cuando a las afueras de Acuario. El francés toleraba perfectamente el frío, pero Milo no. A veces se quejaba de la temperatura, incluso se notaba molesto debido a ella, pero si Camus le ofrecía entrar al templo, su amigo simplemente reía y comenzaba a contar alguna tontería que había visto o hecho en las barracas.


    Camus no lo comprendía.


    ¿Debía creer que no se tomaba algo enserio?


    Llevaban años siendo amigos para no saber que aquel comportamiento lo adquirió tras la adolescencia, y que no era algo normal, aunque ya era frecuente.


    Quizá eso le ayudaría a comprender porque después hablaba de cosas que lo irritaban, y que rayaban en el punto de preferir la retirada antes que enviarlo cubierto de nieve de vuelta a su templo.


    No supo cuando eso comenzó a hacerse costumbre. Cuando dejaron de despedirse con una sonrisa, para ser él quien frunciera el ceño y diera marcha hacia el interior del templo de la forma más seca y fría posible.


    —Buenas noches—. Decía perdiéndose entre las sombras, dejando a su compañero y amigo contemplando las estrellas como si no existiera otra cosa en el mundo que ése inmenso firmamento.


    ¿Por qué Milo había adoptado la costumbre de hacerse el tonto? Pensó con molestia mientras se metía a la cama.


    Milo era demasiado inteligente para que Camus pudiese creer en todas las idioteces que salían de su boca sin consideración…


    Y de ésa forma se mantenía desquiciadamente pensando en él, la mayor parte de la noche, y una buena parte de la mañana, intentando encontrar una explicación coherente a aquella manía. No era para jurar y exagerar que esta vez sí finiquitaría su amistad, pero cuando casi lo decidía, bastaba mirar la sonrisa que comenzaba a maldecir para olvidarlo todo y saludarlo con afecto, confianza y un sentimiento oculto que no dejaba de crecer.


    Edited by LysGarden - 8/1/2017, 18:58
     
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    2. Riesgo
    (493 palabras)




    Subir los templos restantes cada vez era más difícil, porque el poco control y raciocinio que estaba dejándole Camus le impedían a Milo ser el mismo de siempre, y comportarse de ese modo tan atroz con él.


    No le satisfacía actuar de aquella forma, pero se descubrió gustoso con las pocas reacciones que obtenía de él, a partir de su manía por hacerle enfadar.


    La primera vez que lo hizo fue algo tan natural, que se sorprendió a sí mismo cuando Camus se erigió del escalón y avanzó hacia las profundidades de Acuario, dejándole una sensación de tranquilidad y calma, que suplían la ansiedad que su presencia aumentaba.


    Estar así de cerca con la inmensidad de las estrellas ante ellos, el silencio de la noche y la voz estoica de Camus, bastaron para acelerar su pulso cardíaco cuando volteó hacia un lado y le observó tan cerca... pero al mismo tiempo tan lejano, tan sobrio, tan perfecto. Su corazón se desquició la primera vez, y creyó que de un momento a otro podría comenzar a besarlo, que sólo era cuestión de acercarse y colocar los labios encima de los de él; sin embargo las estrellas eran un perfecto aliciente y un distractor eficaz cuando intentaba simplemente disfrutar su compañía y no pensar en aquellos insanos deseos que tenía por pecar contra su amistad, y más que eso contra su deber como Caballero dorado.


    Tras la primera palabra que hizo a Camus enojar y despedirse de aquella forma tan abrupta y poco normal en él, vinieron otras más; la mayoría de las veces buscadas, u ocasionalmente expulsadas por su nerviosismo y la necesidad que tenía por fingir y conservar su amistad, sacrificando no se quedara un momento más.


    Algo en él decía que su comportamiento plasmaría una imagen difícil de borrar en Camus, y que de esa forma la ira provocaría ocasionales desvelos y noches de insomnio pensando en el por qué actuaba de esa forma, y en él como castigar su imprudencia, descaro y desfachatez; sin embargo, al día siguiente (y rogando a todos los Dioses existentes su auxilio) actuaba normal con la esperanza de reparar el pequeño daño que hubiese causado por la noche.


    O tal vez era su afán por comprobar que las cosas continuarán igual, que su descuido, su amor imprudente, y su devoción exagerada no hubiesen mancillado aquel lazo que habían forjado desde hacía algunos años. Entonces se levantaba y apresuraba el paso para llegar al Coliseo y a los sitios de entrenamiento, a la biblioteca del Santuario o a cualquier lugar donde sabía, Camus pasaba el día.


    Le bastaba mirarlo a la lejanía, levantar la mano y sonreír para saber que todo marchaba igual, que aunque él fuese frío y distante (porque era un comportamiento que había adquirido con el paso de los años) el Camus que tanto amaba continuaba ahí, forjando un caos de revoluciones, emociones y sentimientos a las que Milo no quería renunciar.


    Edited by LysGarden - 8/1/2017, 18:59
     
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  5. Kamyu
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    Aww... :cuteh: :hearteye: :kemozionx3: me encantaron, no puedo describir como me sentí con tu regalo, pero debo decir que tus escritos siempre me llegan a mi negro corazón y sobre todo estos que siento que les pusiste mucho esmero y cariño :hearteye: me siento afortunada de ser tu amiga.

    Creo que estos drabbles reflejan más o menos la idea que tengo de la relación de Camus y Milo :heartt: Me gustaron mucho el segundo y el tercero, es innegable la manía del bicho de hacer enojar o descolocar a Camus :aiah:

    Espero con ansias los demás que subirás :kemozionx3: :heartt:
     
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    Jajajaja me sentia muy ansiosa porque creia que no te iban a gustar... Pero me siento halagada al saber que no solo fueron de tu agradi, sino que pude transmitirte un poco de lo que sentía.

    Cuando me diste la cancion para el baile y mientras la escuchaba pensaba justamente en esta historia y que es como un tipo de recopilación de recuerdos o vivencias entre estos dos, y hay mas xD... Tengo listos mas drabbles y pienso subirlos mañana cuando mi beta se sienta un poco mejor. No se si publicar uno por dia o completar rapido La tabla pero ya tu me dices luego si te agrada.

    Gracias a ti por ser mi amiga, y por leer. :hugss:

    P.d de hecho el tema central de los drabbles es molestar a camus :pacman:
     
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    Drabble 4 :pacman:
    Este fue el primero que escribí.



    25. Imprevisto.

    (431 palabras)




    Ahí estaba otra vez frente a él, con esa máscara encajada en el rostro y las emociones haciendo una trifulca en
    su cabeza, peleando unas contra otras, hasta matarse.


    Sentía la sangre brotar de su cabeza cuando comenzaron a caer, pero dejó que el pequeño silencio entre Camus y él las velara.

    —Respeto tu decisión—. Dijo finalmente, tras beber de la taza de cocoa.


    Camus cruzó una de sus piernas, y movió la cabeza una sola vez, en un mudo agradecimiento.

    Milo debió notar que estaba preocupado, porque la máscara resbaló un poco de su rostro cuando alcanzó la mano que descansaba en la mesa.

    —Lo harás bien. Descuida.— El apoyo que Milo ofreció con esas palabras atrajeron la atención de sus ojos hacia los ajenos.

    Sentir la calidez de Milo aceleró su propio corazón. Se sentía inseguro por la misión que debía cumplir, pero más que eso, roto por tener que partir.

    ¿Qué pasaría si todo cambiaba entre ellos? No quería pensar en la distancia, ni admitir que le inquietaba pensar en el Milo solitario brindando aquellas atenciones a otra persona. Hasta ahora no había ocurrido, pero temía sentirse relegado cuando volviera.

    El contacto más que confortar sus temores, los avivó. Su propia máscara amenazó con romperse, y tuvo que retirar la mano para no permitirse hacerlo.

    Para Milo fue clarísimo su error en la incomodidad de Camus. Tenía que componer las cosas o él actuaría extraño. La distancia sería inmensa y los años que estarían sin verse lo estaban lastimando más de lo que
    podía disimular. Camus era prioridad en ése momento y tenía que hacer algo para animarle.

    Retrajo el brazo que solitario descansaba en la mesa y trató de hablar con normalidad.


    —Lo mejor de tener aprendices es que los puedes torturar.— dijo, con aquella sonrisa socarrona de batalla—. Los puedes hacer nadar desnudos en el lago o dárselos de comer a los osos.

    —Milo…— reprendió el aguador. —¿Como dices eso?


    —Deja que pases unos días cambiando pañales y verás como tu paciencia se evapora—. Camus rodó los ojos, y casi casi sintió ganas de reír, pero no lo hizo.— Hazlos cazar su propia comida. Si sobreviven…

    —Ya basta con eso.— Se levantó de la silla, y retiró de la mesa las tazas con cocoa y café antes servidas.

    —Lo harás. Yo lo sé. Cuando vuelvas me darás la razón...

    Un silencio incómodo se apropió de la habitación: Camus volvió a recordar el hueco que quedaría en la vida de Milo, y Milo el infierno que Camus dejaría al partir.
     
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    23. Ayuda.
    (389 palabras)




    Ya estaba atardeciendo y él continuaba ahí, porque el silencio incomodo horas atrás, fue roto por un comentario acertado y elocuente de Milo en el momento en que Camus pensaba pedirle que se marchara.

    Ahora no comprendía cuando, y si es que pensaba irse. Comenzó a hacer la maleta, siendo ayudado por él. Milo elegía algo de ropa mientras Camus tomaba los objetos básicos para su limpieza personal.

    — Sigo diciendo que podrías comprar otras cosas allá.— Insistió Milo.

    —La pequeña cabaña se encuentra alejada de todo. Comprar este tipo de cosas no me será tan sencillo.— Explicó Camus con serenidad. Milo pareció comprender.

    —Y la correspondencia?— Preguntó sin demostrar el enorme interés que sentía por obtener esa información.

    —Yo debo recogerla en el pueblo.

    — ¿Y si es un asunto urgente del Santuario?

    — El patriarca envía a uno de sus mensajeros especiales. Mientras sienta el cosmo de aquél puedo bajar de la montaña y recibir el mensaje porque Siberia es una anfitriona cruel.—

    Milo no respondió, y no volvió a hablar en los minutos siguientes. Tanto fue el tiempo que guardó silencio, que Camus se inquietó, pues la falta de palabras no era normal en ese hombre.

    —Tendrás que hacerte el hábito de bajar para tu cumpleaños y Navidad.—


    Cuando finalmente habló y pronunció aquello, los ojos de Camus lo observaron.


    Se alegró que hubiese roto el silencio, pero se sentía desconcertado por aquellas palabras.

    — Te enviaré algo. Ya lo verás.

    —Ya sabes…


    —“Que odio cualquier festividad”,— lo imitó el escorpión, —Lo tengo claro, pero sabes también que jamás he pasado por alto estas fechas, y la maldita Siberia no lo convertirá en la excepción.— Camus no respondió, pero se sintió intrigado y tentado a provocarle.

    —Bajaré un mes después de esas fechas.—

    —¿Por qué?—


    —El correo internacional es tardío. No pienso desperdiciar mi tiempo buscando un regalo que demorará meses.—

    Milo detuvo sus pequeñas acciones para mirarlo con molestia.

    —Lo recibirás ése mismo día. Lo juro por mi honor.

    Camus no respondió pero sonrió discretamente, pensando en lo divertido que sería verlo fallar; y tal vez satisfecho por saber que aún a la distancia pensaría en hacerse presente, evaporando el temor de que le sacase de su vida debido a ella.
     
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    16. Antojo
    (488 palabras)



    Camus pensó que Milo era un desconsiderado al no recordar que tendría que viajar al día siguiente, y por lo tanto, tendría que estar descansado para continuar su camino lejos del Santuario. El caballero de Escorpio parecía olvidar aquel pequeño detalle porque, pasada la medianoche, continuaba instalado en su templo. Incluso había ocupado la mitad de la cama (sino es que un poco más) para dormir una siesta.


    El dueño del templo lo miró con impaciencia, pensando en la forma adecuada para hacer que se marchara sin que terminaran peleados o tener que despedirse de mal humor… aunque no había pensado todavía cómo hacerlo, pues la presencia de Milo no le había permitido planear tal idea en todo lo que siguió a la tarde.


    Lo observó relajado y tranquilo, como en aquellos años pueriles de infancia, donde aquel revoltijo en su estómago no significaba otra cosa que hambre.


    Ver a Milo de aquella forma le removía demasiadas cosas.


    Se sentó a un lado de la cama, gruñendo por lo bajo y comenzó a llamarlo.


    —Milo… Despierta. Anda—. El nombrado no dio señas de poder despegar los párpados pues como Camus recordaba, tenía el sueño demasiado pesado una vez que conseguía dormir—. Milo…— Tuvo que ponerse de rodillas sobre la cama para comenzar a moverlo.


    El otro abrió un ojo, miró a Camus con él y formó una extraña sonrisa.


    —Esta noche me quedaré contigo—. Declaró.


    —¿Que? No, eso si que..


    —No voy a verte por cinco o siete años... ¿Tienes idea de lo que significa?— Camus odió su chantaje tanto o más que su reclamo injustificado.


    —Milo…— Murmuró su nombre, sin poder expresarle cuán injusto era el sentimiento de culpa que le inyectaba. El otro como siempre no le escuchó.


    —Empieza a colocarte la pijama, porque ni Arles me moverá de aquí —. Volvió a acomodarse en la cama tras ordenar aquello, y cerró los ojos, pretendiendo dormir.


    Para Camus no era extraña tal acción, pero sí le incomodaba la idea, porque antes era niño y no pensaba en lo que ocupa la cabeza de un adulto. No existía esa tensión, ni el hormigueo descarado que fluía por la punta de sus dedos al tocarlo aunque fuese de forma accidentada. Habría hecho algo con esa ansiedad y con ese sentimiento de necesidad por él, si pudiese comprenderlo o comprenderse a sí mismo.


    No iba a dejar que lo derrotara, ni permitir que lo hiciera sentir culpable por algo que aceptó horas antes, y que le animó a llevar a cabo sin dudas y sin temores.


    —Camus.. Hace frío, date prisa.


    —Eres bastante pesado…— exhaló el anfitrión irritado.


    Sabía que no podría conciliar el sueño, y que terminaría en Siberia agotado y maldiciendo su falta de firmeza por el recuerdo de aquél calor griego que le quemaba entre sueños, pero ahora lo único que hizo fue suspirar derrotado y recostarse a un lado de Milo.
     
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  10. Kamyu
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    :kemozionx3: Ay, sabes que aunque sea 1 cada mes, yo lo atesoraré :hugss: :nyancat:

    Me encantaron los de esta tanda pese a que tratan sobre algo triste como es la inminente partida de Camus a Siberia :pucheros: Me gustó sobre todo el primero que empieza melancólico, pero luego se vuelve gracioso por momentos con lo de los discípulos :xDd: Este bicho :amors: Lo chistoso es que Camus a la larga le hace caso ( si no preguntenle al pato) :laughatac:

    Espero con ansias los que siguen :hearteye:
     
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    Jajajajaja y eso que Hyoga es el consentido.

    Muchas gracias por leer. Ya sabes como me siento.
    Y me desacostumbré a escribir así... Por eso lo siento por demorar. Ahora trataré de publicar diario, aunque hoy quiero darte más por nuestro aniversario :heartt:

    Los pondré antes de que termine el día.
     
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    odio este porque no me convence pero es necesario para explicar otras cosas así que :killngme:


    29. Dormir.


    Dormir era un placer otorgado por los dioses que en ése momento le era difícil conseguir. Milo, en cambio, lo hacía profundamente, o por lo menos eso aparentaba.


    Camus observaba su estómago contraerse, escuchando la exhalación prolongada que seguía a una breve inhalación.


    Hacía años que no compartían la misma cama. La primera vez según recordaba fue al entrenar cuando el maestro de Milo -quien no era otro que el caballero de Géminis- abandonó el santuario y Camus compartió maestro con él.


    En una de aquellas veces tuvieron que dormir en el mismo templo. Camus no estaba acostumbrado a compartir su cama con alguien más, tampoco estaba acostumbrado a recibir patadas y golpes con el brazo mientras se encontraba dormido ni a despertar a mitad de la noche mojado en baba por su acompañante, por lo que, la mayoría de las veces intentaba relajarse y pensar que todo aquello era una prueba de los dioses que tenía que soportar si quería ser caballero dorado; sin embargo, cuando aquellos encuentros nocturnos se volvieron más una búsqueda de Milo, que una propuesta hecha por su maestro, comenzó a desesperarse.


    El Escorpión tenía un problema que no podía resolver porque estaba tan acostumbrado a dormir con alguien, que cuando dormía solo, simplemente no podía conciliar el sueño.


    Para un niño eso no era algo normal -como bien dedujo Camus en aquel entonces-, porque siendo de la misma edad, y con el conocimiento adquirido de los libros, sabía perfectamente qué Milo tenía que dormir si quería sobrevivir. Entre el entrenamiento y aquellas cuestiones no alcanzaría a ser un Caballero dorado, y ciertamente le intrigaba saber si alguien como él, que obviamente era tan distinto e indisciplinado, podría llegar a serlo.


    Compartían muchos ideales e inquietudes. Había puntos en los que definitivamente no estaban de acuerdo, pero la mayoría de las veces añoraban con un mundo en el que pudiesen vivir en paz.


    Una noche Camus comenzó a buscarle, libros y encontró entre ellos uno que despertó el interés del escorpión. No obstante tuvo que leerle algunas palabras ya que a él se le dificultaba el francés y esa era la lengua madre de Camus, por lo que aquella noche se quedaron dormidos en medio de la lectura.


    Fue la primera vez que ambos durmieron plácidamente. En el ínter de aquellos años hubo ocasiones en que repitieron la costumbre por ocio, por eso compartir la cama no era extraño para ambos.


    Casi siempre dormían juntos en el octavo templo pero en esa ocasión, como cuando eran niños, compartían la cama pero ahora como adultos y con sentimientos tan diferentes a ese entonces, que hacían saltar el corazón del aguador.


    Él, que ya había previsto desde antes aquella situación, sintió a Milo moverse y cerró los ojos con fuerza para intentar hacerse el dormido sabiendo que pese a todo no podría hacerlo. No podría conciliar el sueño mientras tuviese su olor pegado a la nariz.


    Milo en realidad tampoco estaba dormido, pues olfateaba aquellas hebras de color azul-verde que se arremolinaban sobre la cama. Olía el café de aquella tarde mezclado con el pan de naranja y la fragancia que Camus usaba.


    Definitivamente -pensó Milo- sería muy difícil compartir la cama con alguien que no fuera Camus. Aunque decidiese seguir adelante, aunque quisiera tener un amante nunca podría desprenderse de aquel olor, ni evitar buscarlo con desesperación en algún otro ser.


    Movió uno de sus brazos y rodeó el cuerpo de Campos pegándole un poco al suyo, dejándole un espacio prudencial para no incomodarlo demasiado. Camus tragó saliva con dificultad, la manzana de Adán hizo un ruido extraño mientras el líquido transitaba hacia el estómago, cerró los ojos y trató de respirar acompasadamente para que aquella sensación de nerviosismo que intentaba hacerlo saltar de la cama fuese poco a poco sepultado.


    Entonces no supo si fue el calor que desprendía el escorpión como en aquellos años de infancia, no supo si fue la forma en qué eso parecía ser un abrazo de despedida, pero mientras intentaba calmarse y controlar sus propios sentimientos el Dios del sueño se proclamó victorioso llevándolo a aquella tierra lejana dónde decir lo que sentía, y lo que realmente quería, no tenía un precio tan alto como renunciar a todo por lo que había encontrado en el santuario; dejar el entrenamiento y la paz que su Diosa y el deseaban, por un capricho del corazón.
     
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    13. Debilidad.


    A pesar de que siempre tenía la palabra adecuada para cada situación y que el filo de su lengua era un arma poderosa para atacar a sus enemigos, en aquel momento todo lo que quería decirle a Camus se reducía a una sola frase:


    —Buen viaje, amigo mío—.


    La amabilidad que demostraba aquel deseo solo podía eclipsar el enorme dolor y vacío que su ausencia marcaria en los días venideros.


    Las charlas nocturnas, la complejidad del universo, las misiones en equipo que ejecutaban, e inclusive el sabor del chocolate tendrían otro sentido. Las bromas y cualquier sarcasmo ya no tendrían motivo, porque sin Camus en el Santuario la máscara de amigo ya no sería indispensable.


    Sus dedos se pegaron contra la palma para no estirarse y alcanzarlo, pues la lejanía era mejor en aquel instante que saciar la necesidad por traicionarse. Si hablaba ahora, si le decía que lo amaba todo estaría perdido para ambos. Camus igualmente partiría, no había otra elección. Milo comprendía lo importante que era para él cumplir esa tarea y por eso lo apoyaba. Normalmente sería egoísta, pero no podria perdonar jamas serlo a ese nivel.


    —Cuidate, bicho—. Se despidió con una sonrisa tenue a pesar de su sobriedad.


    —Tu también—. Milo levantó la mano y Camus se dio medio vuelta, alejándose de él con paso firme.


    El Escorpión no se permitió romperse a pesar de todas las cosas que deseaba gritarle. Sintió la quijada temblar y los músculos de su cuerpo intentar traicionarle. Apretó los dientes, y antes que Camus abandonara formalmente Escorpio, Milo le alcanzó y lo rodeó por la espalda.


    Pensó que aquello era un acto de debilidad y egoísmo, y el que Camus no dijera palabra ni reaccionara a lo que acababa de hacer, no le ayudó.


    —No olvides ir por tu obsequio—. Le recordó soltando su cuerpo lentamente.


    —Te escribiré cuando llegue—. Milo movió la cabeza para aceptar, pero Camus no observó esa reacción, ni alguna otra.


    Milo contempló en la lejanía como Camus se marchaba sin volver atrás, y él esperó que lo hiciera, que dudara; una sola muestra de arrepentimiento le habría bastado para decirle “te amo”.
     
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    18. Calendario


    Tras terminar el día, como en cada ocasión, Camus marcaba un punto sobre un número en el calendario, pues no quería formar una marca indiscreta que causará la curiosidad de sus pupilos (sobre todo del rubio), pero esa era la única forma que sabía, podía recordar en qué día estaba.


    Era un hábito que había desarrollado desde que pisó por primera vez aquellas tierras. Siempre lo hacía de noche antes de recostarse en la cama: tomaba el marcador del escritorio y colocaba un pequeño punto en color azul sobre la cabeza del número.


    No sabía cuántos días habían pasado, ni cuántos quedaban para su cumpleaños. Jamás le habría tomado tanta importancia al hecho de no ser por Milo, ese necio amigo suyo que aún lo hacía dudar sobre cumplir su palabra.


    La correspondencia entre ambos era escasa, pues no quería alimentar su falta de contacto con cartas.


    Sentarse en el escritorio a elaborar una carta siempre le tomaba más tiempo del que hubiera querido. Sabía que Milo, por el contrario, con tan sólo sentarse podría plasmar en el papel todo lo que quería decir; era elocuente y directo. Siempre tenía las palabras en la punta de la lengua, y aunque no decía lo adecuado la mayoría de las veces, solía tener alguna palabra de consuelo o distracción para los demás; algo que Camus extrañaba sobre todo en aquel momento de soledad.


    Finalmente decidió ponerse a escribir.


    Tenía muchas cosas que quería contarle. Había un montón de historias por plasmar a papel. Las letras iban y venían en palabras que detonaban recuerdos en su cabeza, pero la pluma se negaba a moverse con las frases que pudiesen complacerlo; y cuando lo hacía, al recorrer con sus ojos por el texto descubría algo que no le agradaba y terminaba por romper la hoja o quemarla en la leña para que nadie supiera las cosas que había plasmado ahí.


    El fuego había leído tantos secretos y el calendario presenciado tantas muestras de cansancio, que de haber podido, Camus los hubiesen matado, porque odiaba sentir aquella añoranza por Milo que nada calmaba.
     
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    06. Locura.


    7 de febrero. Fecha que no tenía nada en particular para Camus. No había un motivo por el cual celebrar al menos no para él. Recordaba a Milo llegar corriendo con alguna tontería entre las manos o algún plan fraguado para celebrar esa fecha, sin importarle las negativas del francés.


    Camus no consideraba ese día como algo especial y si podía primero escapaba antes que aceptar cualquiera de las sugerencias para celebrar. Sin embargo, con el paso de los años aquello más que costumbre se volvió necesidad, y al despertar en aquella fría cabaña, entre las montañas nevadas de Siberia, recordó lo mucho que le habría gustado que fuese el Escorpión Celeste quien entrará corriendo aquella mañana a su habitación y no su rubio pupilo con alguna preocupación.


    Tras ordenar la primera rutina del día y asegurar que no habría cena hasta que no la completarán, Camus decidió bajar al pueblo con la excusa en mente de surtir la alacena...


    La verdad es que le intrigaba pensar en la cara que Milo pondría cuando supiera que el paquete no había llegado aún, y que vería fallida su empresa por entregar el presente de cumpleaños ese mismo día. Camus ya vería la forma de escribirle con un enorme reclamo por haberle hecho perder el tiempo.


    Decidió primero comprar las municiones necesarias para el resto de la semana y dejar para el final la visita al correo. Habiéndolo hecho entró al pequeño local y preguntó al cartero si había alguna carta especial para él, el hombre le hizo una seña para que esperara y tras buscar en su lista descubrió que en efecto había un pequeño paquete listo hacía algunos días esperando al maestro de los hielos.


    Cuando observó que el aldeano regresaba con una caja, sintió vergüenza de sus propios pensamientos y pensó en la forma adecuada para disculparse con Milo después; sin embargo cuando llegó a la cabaña y descubrió lo que el escorpión le había enviado tuvo deseos de ir a Grecia simplemente para matarlo.


    Milo había enviado pañales con una nota muy atrevida:
    Feliz cumpleaños, Camus!
    Decidí enviarte algo que te fuese de utilidad, y a falta de cadenas y grilletes para tus pequeñas mascotas decidí enviarte algo menos costoso y más práctico.
    Úsalo sabiamente.
    Milo.



    Camus enrojeció de rabia, y aunque planeó devolver el paquete y escribir, tuvo que esperar un mes debido a que Hyoga se fracturó el pie.


    Un mes en el que, para su desgracia, no pudo olvidar a Milo.. No si planeaba como torturarlo al volver.




     
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16 replies since 5/1/2017, 18:41   178 views
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