Habitación temática - Bajo el mar

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    Habitación - Bajo el mar


    La habitación "Bajo el mar" recrea con la más alta tecnología la experiencia de estar sumergido bajo las aguas. Esta alcoba viene con la música de ambiente propio marino (sonido de mar, las olas, peces nadando en cardumen, etc) Te permitirá disfrutar de los arrecifes de coral y de la colorida fauna submarina. Incluye Jacuzzi.

    Incluye trajes de baño y buzo para recrear mejor tu fantasía.


    ConradMaldivesUnderwaterSuiteNight1-1024x681
     
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    Caminó y caminó después de abandonar el salón donde se había llevado a cabo el banquete, pero sin dudas el lugar era muy exclusivo porque de ninguna manera lo iba a encontrar sin las benditas indicaciones de su diosa. Que por cierto, nunca había visto su letra como tal, y le pareció hasta increíble que una persona tan importante escribiera tan torcido ¿habría tomado ella un poco del vino con polvo brillante cuando lo escribió? No no, no debía pensar en eso, seguro era porque le temblaba la mano de la rabia por la forma tan vergonzosa en que habían representado a los caballeros dorados. Bueno, entonces mandarlos a un motel debería ser un castigo ¿no? para él lo era, y también esperaba que Orfeo comprendiera por qué lo había raptado. Quería dejarlo descansar.

    Eso quería. Nada más. Pero teniendo en cuenta que el lugar se veía tan costoso por dentro y por fuera, que los empleados habían sido tan amables con él poniéndose a su disposición 'para cualquier cosa que necesite' y que ya estaba ahí, pues obviamente decidió tomar una habitación bonita. Eligió una que le pareció bastante decente, y caminó hasta allá con la llave en la mano y cargando con cuidado a Orfeo con la otra. Curiosamente a pesar del largo camino el santo de plata no había dado señales de despertarse. Pobre, tendría que conseguirle agua.

    Entró a la habitación y después de un vistazo rápido cerró la puerta, decidiendo que todo se veía muy limpio y cuidado. No por nada decían que era de cinco estrellas. Dejó con calma al muchacho de ojos claros en la cama, le quitó los zapatos y lo arropó despacio para que siguiera durmiendo mientras él se daba un baño. Todavía podía sentir el olor al alcohol, y el recuero de los besos que le habían dado, y peor aun el baile de Minos, así que eran cosas que esperaba poder olvidar con un poco de agua caliente.

    Salió después de un rato, con una toalla en la cintura y el pelo largo pegado al cuerpo, preguntándose si volvía a ponerse la misma ropa después de todo no había llevado una muda ¿Qué iba a saber que terminaría durmiendo en el piso?
     
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    Abrió los ojos con dificultad sin poder recordar la última vez que había dormido tan cómodamente. Se encontraba abrazando una almohada sin saber cómo y a lo que pudo notar parecía que habían peces en las paredes ¿Habría muerto y eso era el otro mundo? Como pasaba en la película "Lovely Bones" ¿Lo mató la intoxicación del polvo aquel, el alcohol raro de Asgard y la boca de Piscis?. También podía notar el sonido que hace el agua al golpear el suelo. ¿Eso era normal?

    La horrible punzada que se manifestó en su cabeza que precedía a un molesto palpitar le había dado la respuesta. Seguía vivo, y no pudo más que volver a cerrar los ojos para sentir un poco de alivio.

    Por segunda ocasión volvió a abrir los ojos para volver a determinar el lugar, porque si estaba vivo entonces lo que vio antes, esos peces, no debía der otra cosa más que un delirio. Pero no era así realmente había peces nadando en las paredes, y el techo, era como estar dentro de una pecera. No entendía nada. Y nuevamente la luz solo favorecía su implacable dolor de cabeza, obligandole a cerrar los ojos, abrazarse más a esa almohada y hundir las cara.

    -Me quiero morir... - ahogó su quejacontra la almohada por ese dolor palpitante que no podía ser otra cosa que resaca y que le mareaba. Aun así ¿como acabó ahí? ¿Y que era ese lugar?

    Así hecho un ovillo con la almohada hizo el intento de recordar, parece que se quedó dormido de repente. Le parece extraño que por un momento si recuerda estar aferrado a algo pero era mucho más firme que esta almohada. Y ese lugar no parecía Asgard ¿Seguia en Asgard, para empezar?. Se dio la vuelta sin soltar la almohada y despacio se sentó en la cama con ella en las piernas.

    -¿Donde...? - se frotó un poco la cara, por la frente, antes de alzar la mirada y que la pregunta quedara a medias en el aire. Porque dentro de su campo de visión no esperó encontrarse con esa escena. Con el dorado únicamente cubierto por un paño en la zona importante, con gotas de agua bajando por esos brazos y el cabello pegado a esa amplia espalda. El plata en ese momento era lo más cercano a un bombillo rojo y de pronto sentía que todo el dolor se le había ido de golpe, porque predominaba otra cosa.

    -¡Lo siento! - no pudo más que taparse la cara con las manos luego de aquel grito de disculpa, aunque si abría un ojo podía ver por entre los dedos. Pero entonces lo volvía cerrar de inmediato muerto de la vergüenza... La vergüenza de sus propios pensamientos, porque parecía tallado en mármol.

    Oh no Athena, saca aquellos pensamientos de su cabeza que seguro seguía ebrio. Y entonces lo recordó de repente, los besos, las palabras. Oh no, talvez no seguía ebrio.

    Carajo le había dicho cosas super vergonzosas y se había puesto en ridículo enfrente del dorado.

    "¿Qué hice? Matenme", pensó.
     
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    Mientras pensaba si ponerse la misma ropa que antes notó que en una pequeña cómoda al lado de la puerta había algunas prendas, aunque no eran ropa de verdad el traje de baño serviría por el momento hasta que consiguiera algo mejor. Había hecho todo el camino desde el Santuario hasta Asgard, y de ahí hasta ese motel con la ropa de gala puesta y vaya que era incómoda para caminar, podía sentir que se le rompería la camisa en cualquier momento. Tal vez necesitaba una talla más grande, o entrenar más por si el problema era que estaba engordando.

    Asintió con la cabeza y tomó una de las prendas, mas cuando se disponía a cambiarse escuchó el grito de Orfeo. Dio un salto y volteó a verlo un poco asustado, queriendo disculparse también y explicarle que tan solo lo había llevado hasta ahí para que no se quede en el suelo del Valhalla, pero ¿y si el otro se estaba haciendo una idea que no era? Oh Athena, no había pensado en eso. Se quedó petrificado por un momento, mas al retroceder un paso por lo visto abrió demasiado la pierna y el nudo en la toalla se deslizó hasta quedar la tela en el piso a sus pies. Contuvo la respiración cuando se le subió el calor a la cara. Pánico.

    "Que alguien me regrese a la tumba de una vez" pensó avergonzado y se puso el traje de baño lo más rápido que pudo para cubrirse. De nuevo, más quería arreglar las cosas con el santo de plata y peor le salía ¿Qué iba a pensar de él ahora?

    Ah... Orfeo...—le llamó, notando que de vez en cuando miraba por entre sus dedos, y se acercó hasta sentarse en el borde de la cama. Por más que no supiera ni lo que iba a decir, sentía que tenía que reconfortarlo y dejarle claro que no habían hecho nada raro—Yo... nos dieron una habitación en este sitio y... te traje para que descanses, estábamos durmiendo en el piso y no quería dejarte allí—le explicó lo mejor que pudo mientras luchaba por no morir de vergüenza él mismo—Lo lamento, no quería hacerte sentir incómodo.

    ¿Debía disculparse por lo que le había dicho en la fiesta? Quizás si el músico no recordaba nada no había por qué mencionarlo. Si, eso sería lo más sensato, pero por alguna razón le dejaba una sensación de vacío en el pecho pensar en fingir que no había pasado nada.

    ¿Cómo te sientes? Puedo pedir que traigan algo de agua—le dijo amablemente y tomó con cuidado las suaves manos para alejarlas de su cara—Tranquilo, todo está bien ¿Si?
     
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    ¿Y ahora cómo lo miraba a la cara si le había visto hasta la conciencia? Porque por estar de curioso había visto el grácil caer de la toalla como en cámara lenta y se sentía al borde del colapso luego de haber visto el armamento del dorado y dejar a la imaginación volar.

    ¿Será que se disculpaba de nuevo? Porque el plateado bien sabe que esa disculpa que se le salió no fue precisamente por verlo recién salido de la ducha, fue por la manera tan descarada en que lo vio. Ah, Athena, él no era así, al menos antes podía echarle la culpa al vino, aguardiente o lo que que fuera que hubiera tomado pero ¿Y ahora que excusa tenía para ese comportamiento reprobable?...¿La resaca? No era muy convincente. Además, todavía estaba lo sucedido en esa fiesta, recuerda muy bien que le quitó la corbata antes de que todo se volviera borroso. Ojala se lo tragara el Inframundo y lo volviera a escupir en la segunda prisión, en las fauces de Cerbero.

    Se recriminó una y otra vez por eso hasta que escuchó aquella voz naturalmente fuerte llamarle quedando estático al sentir un vuelco en el pecho cuando se dio cuenta que se hallaba sentado a su lado en el borde de la cama.

    Yo... nos dieron una habitación en este sitio y... te traje para que descanses, estábamos durmiendo en el piso y no quería dejarte allí (...)Lo lamento, no quería hacerte sentir incómodo.

    -¿Ah?-Alzó el rostro viendo por entre los dedos, esta vez más abiertos que antes para que no fueran obstáculo pero sí una caja de la vergüenza. No parecía molesto por lo sucedido, nada de lo sucedido y se planteó si recordaría algo. Estaba ahí disculpándose cuando, consideraba el plata, no tenía porqué hacerlo y tratando de hacerle sentir mejor a pesar de todo, preocupándose por él. Y él ahí con esa mente hiperactiva a pesar de estar mareado. Que culpable se siente.

    No había hecho falta que quitara las manos de la cara, el mismo Aldebarán se encargó de hacerlo salir de su inútil e improvisado escondite y de nuevo podía sentir como la cara le ardía y el corazón se le instalaba en la garganta para ahogarlo, esa amabilidad y trato tan dulce lo superan, era como...o bueno, tal vez mejor no pensarlo si no quería acabar mal delante del otro.

    Sujetó con fuerza las manos de Aldebarán mientras todavía estaban en contacto, le debe como mínimo una disculpa. Y solo podía dejarla salir de golpe- Lo siento por causar tantas molestias-comenzó partiendo de que al parecer tuvo que cargar con él, si no lo hacía de esa manera no podría y lo siguiente no podía pensarlo mucho tampoco- y tambienpormicomportamientodescarado -sin pausa, atropellado y sin poder disimular toda su vergüenza, no lo especificó pero cuando lo mencionó también estaba pensando en la corbata. Era un peso menos, le bajaba la adrenalina pero el mareo volvía. -No me hace sentir incómodo es solo…-

    Detuvo un momento la verborrea cuando todo le dio más vueltas que antes, cerrando los ojos y sin pensarlo apoyando su cabeza en el brazo del más alto murmurando que quería morirse de nuevo.- Creo que si quiero ese vaso de agua...perdón ¿Donde estamos?- le dijo ya hablando más fuerte, y que recordando que está rodeado de peces aun sin saber en qué es ese lugar. Que por lo dicho, no parecía ser el castillo.
     
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    Le parecía increíble lo bello que se veía el músico con las mejillas tan rojas y los ojos claros, brillando mientras le observaba. Podía recordar instantes de los besos que habían compartido, de los bailes y las palabras, de la forma en que su corazón había latido cuando estaban cerca. Aldebarán no quería olvidar aquello, pero si el otro no recordaba no tenía que mencionarlo o quizás avergonzaría a Orfeo. Notó el agarre en sus propias manos y las palabras que fueron saliendo de sus labios resecos como si dijera todo lo que no había podido durante esas muchas horas de sueño.

    "Lo siento por causar tantas molestias y tambienpormicomportamientodescarado"

    ¿Qué?—parpadeó un par de veces seguidas, perplejo de los pensamientos que el músico traía y que lo habían golpeado dejándolo sin palabras. Entonces SI recordaba lo que había sucedido durante el banquete. Aldebarán se mordió los labios por un momento, tampoco sabía si volver a disculparse o si confesarle al santo de plata que cada vez que lo miraba a los ojos sentía deseos de volver a probar sus dulces labios.

    Negó con la cabeza en silencio, primero tratando de poner en orden sus propias ideas y volver a guardar esos deseos en lo más profundo de su mente ¿Cómo podía pensar así si el mismo joven al que había besado la noche anterior ahora le pedía disculpas por ello? Al menos su simpatía no se había esfumado al despertar como él había imaginado que pasaría. Se forzó a sonreír de nuevo, juntando fuerzas de donde no las había y puso las manos en los hombros del más bajo.

    Escucha, en primer lugar no es ninguna molestia. Y en segundo lugar, si me ofendiera el comportamiento descarado no estaría ni a cincuenta metros de Milo y Afrodita—terminó soltando una risa por ello, esos dos sin dudas decían y hacían lo que les daba la gana—No te preocupes por eso, mejor descansa, aún te ves mareado—le hizo recostarse de nuevo antes de levantarse para examinar la habitación que por lo visto no contaba con un minibar. Bueno, en los hoteles había pero no sabía si en esa clase de sitio era común aquello así que buscó el teléfono que le dijeron en la recepción que había por si necesitaba algo.

    No sabía cómo responder a la pregunta de Orfeo, porque ni él mismo se creía en dónde estaban aún y pensarlo solo le traía a la mente ideas que quería desechar ni bien aparecían.

    Es un motel—dijo en voz baja, con la esperanza de que el otro no escuchara antes de ir por el teléfono para pedir una botella de agua. Con suerte al menos allí la botella estaría cerrada y sin ningún tipo de polvo mágico—Cuando desperté había una nota que decía que teníamos estadía gratis aquí, y las habitaciones se veían bonitas. Bueno, ésta más que nada. No podía llevarte todo el camino de regreso a Grecia si yo mismo estoy aún algo desorientado.

    Volteó hacia el músico después de hacer el pedido y soltó un largo suspiro mientras regresaba a sentarse a los pies de la cama con gesto pensativo. Era curiosa la situación en la que habían terminado, y quería solo dejar de pensar en lo raro que era todo aquello y lo mucho que agradecía ese rato a solas con el santo de plata. Pero hacía mucho se había prometido no hacerse ilusiones sobre nada.

    Se quedó en silencio unos momentos, no podía solo evitar hablar de ello ¿no? Terminó por recostarse atravesado en la cama con la vista en el techo.

    Orfeo... ¿qué es lo que recuerdas de lo que sucedió anoche?
     
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    Sobrevino un silencio que solo permitió escuchar el latir de su propio corazón, aritmico como si acabara de correr todo el tramo hasta ese lugar sin detenerse, pensó convencido quizá si le había molestado de alguna hasta que lo tomó por los hombros y lo volvió a recostar, de nuevo tratando de tranquilizarlo con que todo estaba bien pero ¿por qué no parecía que así fuera?

    Lo vio apartarse desde su lugar y murmurar algo como si no quisiera que lo escuchara. Lamentablemente tenía un oído privilegiado ¡alguien les pagó un motel! Dejó caer la mandíbula y se cubrió con ambas manos la boca, dejando que rebalaran ¿Por qué cuando el estaba tratando de ser una persona decente el mundo parecía empeñarse en darle otro mensaje?

    Escuchó el descolgar, la voz de Tauro y de nuevo el colgar del teléfono, para justo después notar como una parte de la cama volvia a hundirse para dejar caer lo inevitable.


    Orfeo... ¿qué es lo que recuerdas de lo que sucedió anoche?



    La pregunta que tarde o temprano debia de responder, estuviera preparado o no sintió su pulso temblar al ser consciente de lo que vendría.

    Los recuerdo de esa noche volvieron a pasar como cinemática por su cabeza, un par de esos en especial le generaban bastante alegria e ilusión, una que él pensó que no volvería a permitirse en ese roto corazón que cargaba. Quizá porque nunca pensó volver a permitirselo es que no estaba preparado, aun debía asimilarlo. Pero el dorado merecía una respuesta sincera y más valia empezar a asimilarlo aunque fuera a medias.

    Sus manos apretaron la almohada en sus piernas aún con la vista fija en el banco de cardumen que pasaban por el techo y volvió a sentarse en la cama, sacando temple de donde fuera. Se incorporó únicamente para acercarse a gatas medio torpes lo poco que le faltaba para estar cerca del segundo guardián del zodiaco solar y sentarse al lado de donde se encontraba acostado, de manera que podría quedar de frente sosteniendose con los brazos sin importarle si ahora veía doble pecera. Y tomando una bocanada de aire empezó.

    -Recuerdo muchas cosas... Ojalá una de esas no fuera el brindis-rió un poco, para quitarse un poco los nervios presentes- y recuerdo lo más importante-se quedó por unos momentos contemplando de nuevo los peces en las paredes pensando en como continuar, en la manera más adecuada para decirlo.

    -Recuerdo que bailamos. Quizá son solo retazos en este momento, tal vez más tarde todo sea más claro pero si recuerdo la sensación que me causó porque también tenia mucho tiempo de no disfrutar de algo así sin... - apretó los labios, esta vez dejó de apoyar una de las manos en la cama para apoyarala en el brazo del más alto queriendo darse algo de valor. Negó con la cabeza sacudiendo sus ideas para volver a ponerlas en orden, descartando el final de aquella oración y poder continuar tomando aire, con una sonrisa apenada- También recuerdo que nos dimos un beso... Cuatro, de hecho. Recuerdo que lo besé porque quise, lo volvería a hacer, y también recuerdo lo que me dijo, y que le confesé un pequeño deseo ¿lo recuerda? ,no fue ninguna mentira-

    En ese momento bajó el rostro para verlo por primera vez desde que comenzó a contestar su pregunta, bastante seguro de la afirmación que había hecho. Aun asi frotó la mejilla en un gesto nervioso, ahí venía la parte más vergonzosa, la que le provocaba una regresión a cuando era un chiquillo ilusionado. Con la diferencia de que ahora también lo llenaba de miedo a sabiendas que ya no podía echarse para atrás - No sé si lo recuerde de la misma manera pero estaba realmente feliz como hace mucho no lo estaba. .. Maté un poco el momento con la corbata pero... Eh-se volvió a tapar la cara con una mano, avergonzado, porque si bien al principio fue sin querer justo después la había terminado de quitar con toda la gana del mundo- de nuevo, lo siento por eso, no era el momento adecuado... Y por lo de ahora, no pretendía andar de fisgón, en fin. Sin embargo... -

    Hizo una pequeña pausa dandose cuenta de lo que había insinuado con aquella ultima frase y se aclaró la garganta para poder seguir. Cambió su posición inclinandose hacia adelante, apoyandose en los fuertes hombros del gran toro hasta poder acercar su rostro al ajeno - si lo que quiere saber es si me arrepiento de lo que sucedio, sinceramente... - otra pausa para verle a los ojos, aun cuando no podía enfocar muy bien podía distinguir su color oscuro, aun podía sentir como lo atrapaban. - la respuesta es no. - sonrió sinceramente. No le quitaba la desfachatez, pero ya que había dos con aquel privilegio pensó ¿qué más daba uno más a la lista? Y en un último impulso en el que tuvo que botar toda inseguridad y tomando un último aire de valor acortó la distancia que estaba de más entre ambos encimandose un poco sobre el otro cuerpo bajando las manos a su pecho, porque deseaba hacerlo en ese momento, se había tentando al acercase y sentir su respiración. Y esta vez no había qué o quien pudiera interrumpirlo.

    Edited by Farore D. Ikana - 17/1/2020, 06:26
     
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    El silencio mientras esperaba por la respuesta del santo de ojos celestes se le hizo eterno, cada segundo que pasaba era una agonía. No quería forzarlo a recordar las cosas si eran demasiado incómodas, la verdad ni él mismo estaba seguro qué debía sentir al respecto pero esa parte de su mente luchaba contra la que deseaba con fuerza rememorar cada instante compartido con el joven músico. Cada canción bailada, cada caricia de su piel y el roce cálido de su aliento en los propios labios. Aldebarán no estaba preparado para olvidarlo todavía, pero pretendía esconder la ansiedad que le generaba la situación manteniendo la vista fija en el techo donde los peces iban de un lado a otro. Giró apenas la cabeza al notar que el otro se acercaba y se dedicó a escucharlo hablar primero del brindis, lo que le trajo a la mente la imagen de Orfeo arrasando con toda la comida que había de su lado de la mesa pero por educación no iba a mencionar eso. Las siguientes palabras hicieron que se le encogiera el corazón, y al notar la mano ajena en su brazo la tomó con una de las suyas. Le dejó seguir hablando cuanto quisiera, deseaba escuchar todo lo que el santo de plata tenía que decir antes de emitir palabra alguna.

    No pudo evitar que una leve sonrisa se le formara en los labios cuando el rostro del muchacho dejaba ver las emociones que en ese momento le invadían, la emoción, los nervios, la vergüenza por la forma en que se había comportado. Nada por lo que debiera disculparse en su opinión, le gustaba ver esas expresiones. De hecho, estaba encantado de poder presenciar esos cambios, por más que fuesen mínimos, en su voz y en el movimiento de sus ojos que de repente se apartaban de su persona con pena. Alzó una de sus manos para apoyarla en la cintura de Orfeo cuando éste se inclinó sobre él, regalandole la cálida caricia de sus labios.

    Se quedó callado, rozando suavemente la boca ajena, manteniendo un beso superficial y lento, atrapando el labio inferior entre los suyos antes de apartarse tan solo unos milímetros con una ligera sonrisa. Se incorporó un poco apoyándose en la mano libre para recostar de nuevo al músico en la cama, quedando esta vez él encima.

    Creo que has dicho todo lo que yo podría haber dicho y mejor aún—llevó una mano hacia el rostro del joven para apartar con delicadeza los suaves mechones de cabello que habían quedado sobre su cara. Observó las delicadas facciones de Orfeo, la piel pálida como la nieve en contraste con su tez morena, los ojos claros ahora fijos en los propios. También recordaba las palabras que se habían dedicado, las veces que había pedido que la noche no se acabara nunca y aún así ni siquiera sabía cómo habían terminado dormidos en el piso.

    Tomó una honda respiración, ahora le tocaba a él sacar coraje para hablarle.

    Hace mucho tiempo me dije a mi mismo que no debía hacerme ilusiones con nada ni con nadie, solo debía cumplir con mi misión y nada más. Mantener los pies sobre la tierra, dejar de creer que en algún momento alguien intentaría ver más allá—soltó un leve suspiro, llevando la mano que descansaba en el rostro de Orfeo hacia una de sus suaves manos para entrelazar los dedos con los del santo de plata—Pero cómo de caprichoso es el destino que llegaste a derribarlo todo en una sola noche, y aunque fueran tan solo algunos bailes y unos besos que para alguien más no tendrían la menor importancia supongo que debo decir que hacía mucho no deseaba con tanta fuerza detener el tiempo.

    Hizo una pausa y se río avergonzado de sus propias palabras, pero aún así continuó hablando.

    Y la verdad tampoco me arrepiento. No me arrepiento de haberte invitado a bailar, ni de los besos, ni de estar aquí ahora a tu lado. Quiero atesorar cada momento contigo porque hacía mucho no sentía mi corazón latir así—guió la mano que sostenía hacia su pecho para hacerle apoyar la palma en su piel antes de inclinarse esta vez él sobre el más bajo, dejando primero un beso en su frente antes de ir bajando por su mejilla hacia su mentón y de regreso a sus labios.
     
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    Por un par de segundos sintió arremolinarse sus nervios como un nudo en el estómago al preguntarse si había hecho lo correcto o si quizá se le había ido la mano con el asunto dado el silencio que predominaba hasta ese momento. Sin embargo, le estaba respondiendo el gesto y eso debía ser buena señal.

    Sintió los labios ajenos envolver el suyo en una caricia suave que se retiraba lentamente hasta separarse de él. Solo unos milímetros y aun así podía distinguir cuando abrió los ojos que el otro sonreía. Le tranquilizaba y le iluminaba la mirada, lo suficiente como para no oponerse al giro que le daba a su cuerpo sobre la cama hasta verlo contra el reflejo del agua que había en el techo, la posición le favorecía a la mejora de su malestar, y apegaba la mejilla a la palma de su mano con la mirada azul fija en la castaña. Era momento de escuchar, lo supo al verlo tomar algo de aire.

    Debía reconocer una cosa, y es que a pesar de sentir curiosidad por los motivos detrás del dorado para pensar de aquella manera le parecía admirable que después de tanto tiempo mantuviera esa postura firme en donde anteponía sus responsabilidades como santo de oro por encima de todo lo demás, quizá si le permitía conocerlo un poco más podría preguntarle algún día.

    Le agradaba esa posibilidad de poder saber un poco más, después de todo antes de todo lo sucedido no se había tomado el tiempo suficiente de algo semejante. ¿Por qué no? Incluso con aquella apariencia intimidante a simple vista, doblándole en tamaño y cuerpo, podía notar que estaba tan avergonzado y nervioso como él mismo. Mientras enlazaba sus manos y sus dedos se cerraban sobre la mano ajena tenía la ligera noción de haber pensado algo semejante anoche mientras bailaba.

    Su propio corazón dio un brinco al contacto con el pecho ajeno, el como golpeaba con fuerza su corazón contra el pecho podía sentirlo claramente a través de la piel, tan desbocado como el propio. Por un momento le retuvo la respiración al tiempo que nuevamente parecía que su propio corazón quería atravesar su esternón cuando le besó la frente, arrancándole un suspiro al bajar hacía su mentón, entre cerrando los ojos azules, como si le robara el aliento posándose nuevamente sobre sus labios Llevó su mano a tocar la mejilla del más alto, pasando con cuidado las yemas de los dedos recorriendo y demarcando los rasgos fuertes y definidos.

    -¿Eso me vuelve en una mala influencia por distraerlo, Aldebarán?-la pregunta llevaba un tono de buen humor y el plata sonreía sobre los labios ajenos, solo separándose unos milímetros para poder volver a hablar con un tono más suave, confidente-Fueron importantes, cada baile, cada beso, ahora. Y sostengo lo que dije, si no puedo evitar que el día acabe ni puedo detener el tiempo solo espero que no sea la última vez.- en una pequeña pausa pasó saliva por su garganta queriendo bajar un nudo que se había formado cargado de mil cosas tan contradictorias entre si que era confuso y solo deseaba ignorarlo y poder guardar ese momento en una burbuja donde no se le escapara de las manos ¿Y qué si era una locura? Aun si tenía miedo no quería después preguntarse un “qué hubiera pasado si…”, así fuera efímero el momento-Que curioso…creo que los dos estábamos equivocados en cuanto a lo que esperábamos ¿Cierto? Creyendo que había cosas que jamás pasarían o que volverían a pasar. Y me alegra tanto haber estado equivocado-

    Volvió a capturar los labios ajenos con calma y presionando suavemente contra ellos, la mano que acariciaba el rostro del más alto se deslizó hacía un lado hasta alcanzar los mechones de cabello castaño todavía húmedos hundiendo los dedos en ellos, haciendo hacía atrás algunos que caían a los costados hasta que se posara la mano en la nuca. Poco a poco fue intensificando el contacto, aun lento, un poco más apasionado, más deseoso, con la necesidad de sentirlo y recordarlo más vivido, no más recuerdos borrosos producto del alcohol y los excesos.

    Quería esta vez plasmar verdaderamente la textura, la suavidad y el sabor de esos labios en su memoria y cada centímetro de piel morena con los dedos o los labios. Se dejó llevar en ese momento por la embriaguez de sus propias sensaciones, rozando con los dientes el labio inferior de su acompañante, su mano dejó el refugio en el cabello para bajar recorriendo con los largos dedos la extensión del cuello hasta llegar a la clavícula, repasando la musculatura que se marcaba. Rompió apenas el contacto con su boca pero no se alejó, de inmediato fue su turno de depositar un beso en el mentón del dorado y una suave mordida ligeramente a la izquierda en la línea de la mandíbula.

    Finalmente coló la mano libre por debajo hacia su costado que volvería a subir hasta acariciar parte de la piel de esa amplia y bien formada espalda, apenas pasando las uñas por ella cuando pasaba solamente las yemas de los dedos. Se encontró dejando besos en el cuello de Tauro cuando lo detuvo un pensamiento fugaz de desear dejar marcadas sus uñas en esa piel. Se separó recostándose de nuevo por completo, cerrando un poco la mano que seguía en el pecho del dorado monitoreando su latir.

    -¿Me pasé de la raya?- preguntó con pena por cerrarse a la razón y dejar que por un minuto lo guiara el instinto ¿tenía que ver el lugar donde estaban? O quizá no, porque su imaginación ya tenía un rato divagando…¿O quizá si? Todo era muy confuso.

    Edited by Farore D. Ikana - 5/2/2020, 14:22
     
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    Y pensar que todo aquello se había desatado a consecuencia de una broma del destino, de una jugarreta de los dioses que había comenzado como un intento de conciliación entre los miembros de los ejércitos de las partes involucradas en la guerra; un intento de ver que todos los guerreros que habían dado la vida por su divinidad pudiesen soportar esta nueva prueba que los llevaba a convivir en paz unos con otros. Se preguntaba si habrían sido éstas las intenciones de los dioses en verdad o si alguien más habría metido la mano para que terminaran en esa situación.

    Ahora estaba allí,con los ojos recorriendo cada uno de los detalles del rostro y el cuerpo pálido del santo de plata esperando ser capaz de grabar en su mente tan maravillosa visión. Pero aún si quería decirle a Orfeo cuan hermoso le parecía, sus palabras morían en su garganta mientras los labios del joven se apoderaban de los suyos, embriagandolo con la suavidad y el calor que había sentido la primera vez entre música y miradas cómplices. Escuchar las palabras que le indicaban que sus sentimientos eran los mismos hacía que dejase de importarle el lugar y el momento, mientras las manos suaves se deslizaban por entre su cabello y acariciaban su piel como en una de esas melodías que producía con su lira. Quería dejar de pensar, tan solo quería verlo a él y nada más. Guardar las dudas para después.

    Una mala influencia... Tal vez, pero creo que cada uno es dueño de sus decisiones... Ésta vez creo que quiero perderme por un instante en el calor de tu piel...—soltó casi sin pensarlo, se le estaba haciendo costumbre, pero no solo en su piel sino también en el sonido de su voz, en los murmullos que le llenaban los oídos y en la sensación de que Orfeo podía dejar de lado todo por un momento también.

    Tomó una nueva respiración correspondiendo a los besos, dejando que los propios reposaran en el cuello de su compañero, convirtiéndose en suaves mordidas que marcaron un camino hasta su pecho mientras las manos ya inquietas comenzaban a apartar con cuidado las prendas. Podía escuchar el latir del corazón del músico al ritmo del suyo, en tanto una de sus manos bajaba presionando con la yema de los dedos las líneas de sus costillas hasta perderse por su espalda, subiendo y bajando con lentitud. Sus besos continuaron por el pecho, subiendo de nuevo por el cuello para terminar en su oreja, escuchando de repente las nuevas palabras que le hicieron detenerse con una risa suave.

    —Creo que es algo tarde para pensar en eso, ¿no crees?—manteniendo la mano derecha en su espalda deslizó la izquierda por la estrecha cadera hacia el muslo del santo de plata para levantarle un poco la pierna, sentándose en la cama para dejar un beso en su rodilla—Orfeo, será como tu así lo desees... Si quieres detenerte en cualquier momento puedes decirme. Si llegase a hacer algo que te moleste o incomode, jamás me lo perdonaría.

    Volvió a usar su diestra para apoyarla en la mejilla del más bajo, dejando una suave caricia, perdiéndose uno de sus dedos en el camino para delinear delicadamente su labio inferior. Lo cierto era que a su propio cuerpo comenzaba a pesarle la ansiedad, pero aún conservaba la cordura suficiente como para no avanzar más si aún el músico estaba inseguro de dejarse llevar. Porque era algo que podía pasar, y no podría culparlo por ello.

    Momentos después,volvió a concentrarse en descubrir la piel suave como la seda, abrazando a Orfeo por la cintura una vez desnudo por completo para traerlo hacia su pecho y así hundir la cara en el espacio entre su cuello y el hombro. Esperó así unos instantes, familiarizándose una vez más con esa calidez que parecía envolverlo por completo; paseando las manos por la espalda dibujando líneas imaginarias con los dedos, recorriendo los músculos hasta acabar aferrándose a los cabellos de su nuca para hacerle tirar apenas la cabeza hacia atrás y atacar una vez más su cuello con los labios.

    Orfeo...—soltó el nombre con un suspiro ronco, subiendo hasta sus labios para atraparlos una vez más, buscando calmas la sed que ahora le invadía y le quemaba el pecho.
     
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