En un pub de Londres

Rada & Kanon

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    DIOS OLÍMPICO

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    A veces un respiro era necesario para no volverse loco hundido en tantas responsabilidades como el Comandante del Ejército de Poseidón. El Dios era voluntarioso y voluble. Un día podría requerir una sólida muestra del despliegue de poder de su ejército y al otro enviar a Dragón Marino a una misión diplomática ante otros seres divinos. O bien, simplemente podía mandarlo al centro de Rusia por sandías de la vertiente del río Volga para degustar.

    Un día como aquel, Kanon simplemente quería alejarse de los Marinos o de los Caballeros. Ser un mortal cualquiera diluyéndose entre la gente común y corriente. Así que se tomó unos días libres y viajó a Gran Bretaña como todo un hombre ordinario: tomó un vuelo en el aeropuerto de Atenas y voló hasta Londres. No ocupó más que su equipaje de mano, así que salió pronto del papeleo migratorio a su llegada y cuando el gemelo respiró el aire húmedo y denso de la capital inglesa, sonrió de lado y sacó su aparato móvil en donde encontró el contacto "Cejamanthys", a continuación escribió un mensaje.

    " ¿Estás libre esta noche o tienes que cambiarle las sábanas a papá Hades y lustrar los zapatos de mami Pandora? "

    ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~



    Tras hacer un poco de turismo en solitario y finalizar una visita a la abadía de Westminster, escribió otro mensaje a "Cejamanthys" quien no le respondió el primero.

    "El pub de loco Abbey esta noche"

    ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~



    Un local le había recomendado aquel establecimiento para probar auténtica cerveza inglesa de barril y la mejor cena típica de todo Londres.

    El sitio parecía de poca monta: oscuro, ruidoso y con pésima decoración de interiores. Era una especie de escena de los años setenta sin mantenimiento continuo. A pesar de esto, la cantidad de clientes que abarrotaban el sitio y hacían fila para acceder calificaban positivamente el lugar.

    Kanon se sentó en la barra y tomó su cena con calma, admitiendo la fama de la comida del lugar y luego bebió dos pintas de cerveza con tranquilidad. A su lado varias mujeres y hombres intentaron ligar con él y el General Marino les permitía desplegar sus estrategias de conquista, pero al final el Géminis sentenciaba.


    Lo siento, estoy esperando a alguien.
     
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  2. Radaceja
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    Radamanthys no dejaba sus labores en el inframundo, pero escaparse de los gritos de Pandora y las seudo obligaciones que tenía con ella a parte de ser juez lo hostigaban. A esas horas de la tarde caminaba por Carnaby Street, una de las avenidas mas pintorescas y distintivas de la capital londinenses que capturaban al turista con su vida, comercios y los edificios altos y angostos, de pinta de los año 20. Radamanthys caminaba en busca de un sitio en el cual sentarse a tomar una taza de café tranquilo, mientras se tomaba aquel esperado descanso, pero un molesto sonido en tu teléfono le indicó la llegada de un mensaje, de mala gana abrió el móvil y observó el contacto "Sardina". Al leerlo, Radamanthys lo ignoró enfadado.

    Pidió un espresso sin azúcar y un pastel de mocca, el estúpido mensaje de Kanon lo había dejado de mal humor, pero también por curiosidad ante la presencia del griego en la capital inglesa.

    ::::::::::::::::::::::::::




    Tras media hora Radamanthys volvió a la casa que solía usar de hogar cuando ansiaba un respiro traducido como una rutina en una "vida humana" Varios mensajes habían en la contestadora del lugar al no haber contestado ninguna de las llamadas entrantes desde que se escapó de Caína. La primera era de Valentine, desesperado por ubicarlo, dado los caprichos de Pandora y el mal humor de la joven, Radamathys rio con cierta maldad, a Valentine no le haría mal ocuparse de ella un poco, luego Minos y Aiacos riéndose, pero también quejándose de la histeria de la joven. Radamanthys rodó los ojos, realmente si se colocaba a pensarlo los espectros podían ser horriblemente crueles, pero a la hora de dilemas comunes y corrientes eran como cualquier otro.


    Radamanthys borró los mensajes y se decidió a relajarse, tomó un vaso y se sirvió algo de whisky, media hora luego de sentarse, le llegó un segundo mensaje de Kanon, lo invitaba a un pub en la ciudad. Radamanthys arqueó una ceja meditando sus opciones. Desde el último revolcón que tuvo con el griego no lo había visto y su comunicación se basaba en esporádicos mensajes. Envió un ok, a Kanon y partió a ver que rayos se colocaría, pues no admitiría que de cierta forma quería que Kanon también lo observara.

    :::::::::::::::::::::::::



    Al llegar al pub, el lugar rústico hizo que Radamanthys colocara ciertos rictus de desconcierto, pero a la vez nostalgia, olvidaba algunas tradiciones de su país natal al estar bajo la sombra por tanto tiempo. A lo lejos divisó su larga cabellera azul, Radamanthys asió sobre su sacó gris que traía en su brazo, y para la que parecía la mirada desconcertada de Kanon, llevaba enfundado un par de jeans desgastados con una simple camisa de color burdeo. La mujer al lado del griego observó con sorpresa y quizás algo de miedo al rubio.

    —Vaya sardina, tan casanova como quieres aparentar, ¿con cuantas has jugado hoy? —preguntó con malicia.

    Radamanthys se sentó a un lado de Kanon, y pidió una bebida de vodka al cantinero, al ser servida bebió un trago y devolvió su mirada a Kanon.

    —¿Y, bien? ¿Cómo has estado? —cuestionó el rubio en tono neutro.
     
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    Fue interrumpido mientras coqueteaba con una bella veinteañera pelirroja. Radamanthys se apareció finalmente y a Kanon le complació en exceso contemplar en persona al Juez imbuido como un londinense corriente y desenfadado. Lo recorrió con la mirada y sonrió de lado mientras bebía un trago de cerveza para quitarse el calor que le provocó la aparición del rubio.

    Good afternoon, my dear enemy — le saludó en su lengua natal imitando su acento británico con exageración. Luego le comentó a la señorita que estaba embelesada por él que tenía que despedirse porque tenía asuntos pendientes con aquel feo cejón.

    Luego con una señal de su cabeza, indicó al rubio que se colocaran al extremo de barra. Justo frente a un juego de dardos muy típico de los pubs ingleses.

    Así que viniste, murciélago. — sonrió con lujuria. — ¿No te puedes resistir a un acostón conmigo a la primera oportunidad, verdad? — luego soló una descarada carcajada. — ¿Qué propones, cejón desgraciado, nos damos un encerron en mi hotel sin perder el tiempo o…? — se acercó a unos dardos que recién acaban de dejar de usar. — ¿Apostamos nuestra puntería? El que gane propone qué haremos para divertirnos esta noche o quizás… hasta decidamos quién tiene el derecho de enterrar su lanza en el otro?

    El pícaro griego cubrió sus ojos con un pañuelo que tomó del bolsillo del saco de Radamanthys, tan típico de caballero inglés, y sin moverse de su lugar, se puso de espaldas del tiro al blanco en una postura inverosímil para atinar

    Pero sería muy aburrido hacerlo como personas comunes y corrientes dado nuestro entrenamiento como espectro y caballero.

    Sin preguntar ni avisar, Kanon tiró el tardo de espaldas, provocando el grito ahogado de algunos testigos, pero sorprendentemente su dardo se clavó a unos 7 centímetros del centro perfecto.

    Luego, el gemelo se quitó a venda y sonrió con malicia, ofreciéndosela al Wyvern.

    Vamos ¿Qué puedes perder? ¿O quizás… qué puedes ganar esta noche conmigo?

    Los ojos de Kanon brillaron con lascivia inusitada.
     
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  4. Radaceja
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    Radamanthys negó con cierta ofuscación ante las palabras de Kanon, pue son podía negarlo, el griego encendía en él emociones y pasiones que no podía controlar y ante su llamado no dudaba en acudir.

    —¿No cambias verdad sardina? ¿De verdad quieres tener esa pelea donde la gran parte la he ganado yo?

    Radamanthys bufó ante la insistencia de Kanon, pero se dejó llevar por las intenciones del griego.


    Estando cerca del tablero de dardos, Kanon se comportaba como un niño, cuando Kanon cogió el pañuelo de su bolsillo Radamanthys rio por inferir sus intenciones. Cuando Kanon tiró con los ojos vendados y de espalda, asustando a los otros comensales, él solo rodó los ojos.

    —¿Qué puedo perder dices? Kanon sabes que el inframundo es mucho más oscuro que el resto del mundo, en este caso tengo más ventaja con los sentidos si hablamos de hacerlo a ciegas.

    Los ojos brillantes y deseosos de Kanon lograron que perdiera la compostura por unos segundos, le arrebató al venda de los ojos y se la colocó sobre los suyos. Respiró hondó, recordó la posición exacta del tiro al blanco, calculó la línea recta y se concentró dejando de lado los murmullos del resto. Al tirar atinó muy cerca del centro, unos centímetros más hacia el centro que Kanon, se quitó la venda y sonrió con sorna.

    —Muy cerca sardina, sin embargo no me dejaré cazar por ti.

    Radamanthys cogió uno de los dardos y lo pasó con gula cerca de la barbilla de Kanon hasta llegar a los labios, incitó con la mirada a tomar el dardo con los dientes.

    —El mejor de tres tiros ganará, sardina, ¿Qué opinas?

    Se colocó por detrás de la espalda de Kanon y le susurró con aliento tibio cerca de la oreja.

    —¿Cuántas veces has buscado empalarme sin tener éxito? ¿Acaso está no es la ocasión perfecta? Sin embargo —dijo Radamanthys alejándose unos pasos y mirando a Kanon de forma retadora—, no soy tan accesible, Kanon, supérame y veremos.

    Radamanthys le tendió la venda y esperó el nuevo tiro de Kanon.
     
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    El movimiento sugerente de Radamanthys al pasarle el dardo por el camino hacia sus, provocó que la respiración se le detuviera y un cosquilleo en su entrepierna lo distrajera. Finalmente, el griego mordió la punta de acero y la sostuvo mientras se vendaba los ojos, pero el maldito cejón no tuvo suficiente y le susurró incitantemente en el oído, erizando cada fibra de su ser; pero el Marino respondió mordaz y peligroso.

    Ten cuidado con distraerme, rata, o puede que termine apuntando a tu espalda, idiota. — espetó amenazante, disipando la manera en la que su antiguo rival lo hacía flaquear con los pases y palabras adecuados.

    Al cabo de unos segundos, el ateniense se concentró profundamente y tiró sin dudar. Supo con certeza que había dado a un centímetro del blanco debido a las expresiones de asombro de aquellos que comenzaron a contemplar su juego de apuestas.

    Se quitó la venda con autosuficiencia y se puso detrás de su rival para colocársela y al hacerlo se le repegó en demasía al trasero del otro, aprovechando su vulnerabilidad.

    Sabes que soy un enemigo imbatible, cejón, muy pronto este culito será mío no importa si es hoy o mañana.

    Wyvern tiró y no pudo igualar el juego del griego.

    Sin embargo, vino el tercer tiro y ambos, como dignos combatientes de élite de sus Dioses, dieron en el centro de modo perfecto. Para entonces medio pub presenció la hazaña y se puso de pie a aplaudir o a quejarse de que todo era una estafa por lo inverosímil que resultaba.

    Al griego y al inglés ya no les importó el resto del sucio pub, porque pagaron sus cuentas y salieron del abarrotado lugar. Al caminar sobre la acera, Kanon jaló a Radamanthys hacia un callejón oscuro y vacío, aunque también apestoso porque había un contenedor de basura.


    Ahí, sin poder contenerse más, el griego besó con ferocidad y hasta crueldad los labios del Juez, introduciendo su lengua a la fuerza, pegando sus cuerpos son suma lascivia. Kanon posó sus manos sobre las nalgas del rubio, apachurrándolas como dos firmes y gigantes duraznos maduros. Por supuesto que encontró resistencia en su rival y no esperaba menos, pero para el heleno aquello se estaba volviendo una droga que necesitaba con demasiada frecuencias: el juego de estira-afloja, odio y sexo que los tenía al vilo y sobrepasando sentimientos de modo peligroso.

    Empatamos, idiota, así que tenemos que decidir de otra manera qué haremos esta noche— jadeó entre los labios del rubio mientras un hilillo de sangre se escurría entre la comisura de sus labios debido a una mordida de Radamanthys.
     
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4 replies since 23/4/2019, 18:27   41 views
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