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—¿Pero vas a volver pronto? Júrame que vas a volver...
Ese día había visto partir a quien era no solo su hermano sino su héroe y su mejor amigo, por más que hubiese una notoria diferencia de edad entre ellos siempre habían sido cercanos y saber que tendría que dejarlo ir lejos le partía el alma en mil pedazos. Por supuesto que su mejor idea había sido intentar viajar en la maleta, pero no había pasado de la puerta de la casa con esa ocurrencia. Y tuvo que dejar que Manigoldo se fuera a vivir su vida con una triste despedida.
Algunos años pasaron de eso y pudo superar esa sensación de pérdida por medio de sus amigos, algunos buenos y algunos malos. Había pasado de ser un pequeño escuálido de 130cm de altura a un adolescente de casi 184cm, 'vaya forma de pegar el estirón' según palabras de su padre y 'te pareces mucho a Manigoldo' solía decir su madre. Y él odiaba a todo el que le salía con esa tontería, porque le recordaba que ese pedazo de bestia que tenía por hermano no había vuelto nunca ¡como si no le hubiese prometido regresar! Mierda ¡hasta se había teñido el pelo de plateado y aun así se parecía!
Pero era así la vida, y él mismo había encontrado otras formas de llenar ese vacío en el pecho. Había cambiado, por supuesto, ya no era ese niño adorable que caía de los árboles por querer trepar hasta lo más alto ni al que le brillaban los ojos cuando le compraban un helado. Después del primer año en que Manigoldo no había regresado en sus supuestas vacaciones, su corazón se fue endureciendo un poco y su actitud se volvió problemática; escapaba de la escuela, peleaba con otros niños y hacía muchas más travesuras que antes.
Para cuando cumplió los quince ya se había unido a una banda, se la pasaba en las calles día y noche, y había tomado el mal hábito de fumar. Solo cigarrillos, porque después de un terrorífico primer mal viaje la idea de las drogas había quedado por completo descartada. Podía escuchar en las noches las palabras de sus padres pidiéndole por teléfono que regresara resonando en su cabeza, pero no quería volver cuando lo único que podía hacer para distraerse era jugar videojuegos y recordar los días en que ese imbécil ausente lo llevaba a andar en bicicleta. Era obvio que el mayor ya no recordaba esa clase de estupideces ¿alguna vez había tenido valor aquello? ¿o era tan maravillosa su vida ahora?
Ya no hablaban por teléfono después del segundo año que el otro pasaba sin volver. Le había pedido a sus padres que ya no le mandaran fotos de él a Manigoldo.
—Mi hermano murió el día que se fue.
Eso había dicho. Y contra todo pronóstico un día sus padres le comunicaron que el hijo pródigo iba a regresar a casa, no sabían cuando ni por cuanto tiempo, pero ¿qué importaba? Parecía que el muy cretino iba a volver para destruir toda esa armadura que había conseguido armar a su alrededor para protegerse. Oh, pero no lo iba a dejar.
Ahora, el único problema era que sus padres tenían que hacer un viaje por... no sabía bien qué pariente moribundo. Claro, le tocaba a él cuidar la casa porque ya era un 'adulto responsable' y si su hermano llegaba tenía que recibirlo con comida y la casa limpia. Partieron ellos entonces en su viaje de emergencia, dejandole la alacena llena y comida hecha en el refrigerador.
—Por una vez haces algo bueno, Manigoldo—gruñó entre dientes con una leve sonrisa observando en su mano las llaves de la casa. Lastima que no le habían dejado también el coche.
Tomó el teléfono y mandó un mensaje a sus amigos.
"Los viejos se fueron, tengo la casa para mi solo. Vamos a hacer una fiesta antes que venga el tarado de mi hermano y la cague."
Espero que te guste  Howl L. Din |
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Una sacudida lo sacó de su sueño reparador del viajero. Lo había hecho golpearse la cabeza contra la ventana ¿para qué necesitaba un reloj despertador así? Y ni siquiera estaba cerca de su destino todavía.
Suspiró. Habían pasado años desde que se fue de su casa, debía reconocer que se esperaba una vida glamorosa entre fiestas y chicas lindas pero ¡como se había equivocado! Sus fiestas se parecían más a una noche de peliculas con una cerveza y la unica chica linda era su compañero de habitación, que ni siquiera era chica pero si tenía una cara bonita. Claro, decirle eso era arriesgarse a que lo golpeara con alguno de los libros que usaba para estudiar, como sucedió cuando se conocieron.
En el transcurso de su tiempo en la universidad las cosas se habían complicado bastante al punto que incluso volver en vacaciones se volvía una tarea titanica, por un lado ocupaba la mayor parte de su tiempo en el estudio y la otra en un trabajo de medio tiempo que había conseguido para tener un poco más de independencia económica. De la misma manera el contacto con su familia habia disminuido, todavia hablaba con sus padres pero habían pasado de contarle muchas cosas a algunas cuantas, al punto en que ya no hablaba con su hermano menor y la única respuesta obtenida al respecto era que se encontraba fuera de casa y que estaba bien. El tono en que lo decían no era muy convincente que digamos.
Un día luego de una conversación con su mamá tomó una decisión y avisó en casa que llegaría a quedarse por un tiempo cortando de inmediato la llamada. "¡Alba, me voy!" fue lo que dijo al minuto siguiente dejando desconcertado a su compañero de cuarto por ese grito repentino, y hasta dramático, sin saber de que estaba hablando. Pero Manigoldo siempre había sido un poco teatral, ya luego le habría explicado la situación e incluso recibió su ayuda al momento de empacar algunas cosas entre ropa y algunos que necesitaba para complementar lo que vendría siendo su proyecto final pues actualmente estaban a termino de la carrera. Se llevó solo lo más importante el resto quedaba en el apartamento que compartían pues en algún momento debía de regresar a dar la cara su asesor y tutores para que le echaran en cara que de nuevo sus datos estaba incongruentes o algo.
Le había tomado un par de días dejar alguna que otra cosa en orden y cuando todo estuvo listo partió.
Y ahí estaba él en el metro que lo llevaría a su ciudad a solo un par de paradas pensando en si todo estaría bien en casa, pues supo de su madre que debían de irse de urgencia a otra ciudad por un familiar. Pero que su hermano lo esperaría. ¿Habrían cambiado muchas cosas? Su madre le dijo que se había vuelto muy alto y que le gustaban los videojuegos. El peliazul se cruzó de brazos viendo por la misma ventana donde se acababa de golpear la cabeza añorando un poco los años en que era todavía pequeño consciente de que se perdió su adolescencia. Oh no, no tivo quien le diera consejos para ligar, ojala no se lo haya pedido a su padre, él aun se cuestiona como logró conquistar a su mamá.
Se bajó en su estación y tomó un taxi al salir, de ahí eran unos 15 minutos a casa de sus padres. Conversó un poco con el chófer hasta que este se estaciono en el portal de la casa donde podía ver las luces encendidas y además podía escuchar musica fuerte proveniente desde adentro al igual que gritos adolescentes.
-Vaya, no parece que sea una fiesta de bienvenida -
-Ah ¿Me lo jura? Y yo pensando que para eso eran las rancheras- le respondió sarcástico al chofer luego de pagarle para muy sutilmente decirle que se callara, dado que esa musica estaba muy lejos de ser parte de las rancheras. Entendiéndo la indirecta el hombre se bajó en silencio a ayudrale a bajar la maleta para luego irse. Manigoldo se acercó a la puerta sacando la llaves y abriendo la puerta solo para encontrase un montón de chiquillos castrosos bailando, vestidos de negro tomando algo que esperaba no fuera alcohol y la casa hecha un desastre. Se adentró hasta llegar a la fuente de la música y quitarla.
-¡Largo de aquí, parásitos! ¿Que no tienen casa? ¡Fuera! - les había gritando al tiempo que prácticamente hacia sacados a algunos para luego devolverse al interior de la casa bus ando al que más le interesaba -¡Angelo! ¡Ven acá y explicame que es este desas! ... Tre- su alegato se corto al llegar al cuarto de su hermano y abrir la puerta encontrándose con un chiquillo bien darketo de pelo plateado junto a alguien más al que no le puso mucha atención, al primero si porque se le hacía ligeramente familiar.
Eso no quitaba que estaban en el cuarto de su hemarno. Tomó el teléfono móvil - ¿Policia? Tengo a una pandilla de delincuentes juveniles invadiendo mi casa y un par de perversos en el cuarto de mi hermano menor - ni atención había puesto a lo que estaban haciendo, pero por si acaso le valía exagerar. Por que era eso o agarralos a escobazos.
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La fiesta había sido organizada en un abrir y cerrar de ojos. Ni siquiera habían pasado diez minutos cuando todos los integrantes de su grupo de amigos ya estaban en la puerta con unos cuantos cajones de cerveza y algunas cajas de pizza. Nada podía ser mejor que eso. Quería usar esa alegría de los otros que bailaba y cantaban a todo pulmón para olvidar al menos por un instante que tendría que lidiar con todo eso que había querido borrar de su mente por tantos años. Esas promesas rotas y la esperanza de que al fin volvería su hermano.
Ese maldito desconsiderado al que ni siquiera había podido ir a visitar. Su madre decía que no harían más que distraerlo, además que viajar hasta allá era un gasto que en el momento no se podían permitir. Y para cuando estuvieron mejor económicamente a él ya no le interesaba hacer ese viaje, había perdido la ilusión ¿Por qué carajos querría ver cómo Manigoldo se daba la gran vida? Seguro tenía muchas novias y amigos. Recordaba que siempre le salían mal sus intentos de conquistar en la secundaria, pero quizás con las muchachas universitarias funcionaria esa cara de sinvergüenza que su hermano mayor portaba tan orgulloso. No sabía por qué le molestaba tanto la idea, pero le hervía la sangre solo de pensarlo.
—Death, pareces muy tenso—dijo uno de sus mejores amigos mientras rodaba en su cama. Ese chico de largos rizos y cara bonita que era la voz principal de la banda de metal que había armado. Al principio por echarse unas risas, por eso se llamaban 'El trío Miseria' después de todo, pero que con el tiempo se fue tomando más enserio.
—Si, lo sé, tan sólo pensaba en...—hizo una pausa escuchando los gritos en la planta baja de la casa, cortándose su respiración—...mi hermano.
Y antes que pudiera siquiera reaccionar o decidir entre esconderse bajo la cama o tirarse por la ventana, el mayor entró al cuarto. Arrebatado como siempre, una actitud muy propia de su madre por cierto, siempre entraba sin llamar a la puerta primero. Se quedó petrificado cuando lo vio tomar el teléfono para llamar a la policía, pero pronto el sentimiento de pánico fue reemplazado por una gran ira ¡Ni siquiera se había dignado a reconocerlo! ¡No sé lo podía creer! ¡Si era básicamente el mismo pero más alto!
Tomó una de sus zapatillas del piso y la lanzó con fuerza contra la mano de Manigoldo para que soltara el aparato. Mala suerte que terminó dándole en la cara y dejándole una bonita marca roja.
—...Ups?—dijo nada más y volteó hacia su amigo que ya había emprendido su escape por la ventana—Afrodita, espera...!
—Lo siento, no me apetece ir a la comisaría otra vez Death—el muchacho de ojos claros salió corriendo con una risita—¡Oh, y bienvenido hermano mayor!
No supo qué hacer así que solo se encogió de hombros ¿Estaría muy molesto? Bueno, iba a limpiar antes que él llegase pero no le había dado tiempo. Ese idiota gritón, no tenía ningún derecho de estar enojado ¡Él estaba más molesto aún! ¡Había interrumpido su fiesta!
—Bienvenido a casa ¿Supongo?—se levantó de la cama para acomodarse la ropa, haciendo aspavientos con las manos para que el olor y el humo del cigarrillo se fuera por la ventana—Veo que ni siquiera recuerdas la cara de tu querido hermano. Y no me vuelvas a decir 'Angelo' delante de mis amigos, anciano, mi nombre es Death Mask.
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En el justo momento que acababa de dar ese reporte por teléfono fue que pudo sentir el golpe en la cara causando que soltara el aparato. Estaba un poco aturdido pero pudo escuchar perfectamente como una vocecilla le gritaba hermano mayor mientras se alejaba más y más, dejándolo más confundido.
Y ahora sostenía con ambas manos el zapato desconcertado todo lo que recién le había dicho, el verdadero problema no estaba en reconocerle la cara, era que él había ido con una imagen de su adorable y pequeño hermano, y ahora se encontraba con algo completamente diferente… que lo llamaba anciano ¿Donde quedó el respeto de la juventud de ahora? Bueno pero lo era, tenía la misma mala puntería...o al menos esperaba que realmente fuera que falló el tiro.
-¿Death...qué dem..? ¡No!- decretó arrojando la zapatilla a un lado de nuevo en la habitación del menor. - No pienso llamarte así, Ángelo- casi que deletreó el nombre de tanto que le hizo énfasis y se cruzó de brazos- Cigarros, alcohol y…¿Te teñiste el cabello?¿Cómo demonios te permiten eso y qué hiciste para salirte con la tuya?- se acercó inspeccionando que realmente no fue un efecto de la luz ver que ahora era platinado el cabello del menor y a él que en su momento lo castigaron por hacerse una perforación a escondidas en la lengua. La vida era realmente injusta.
Ahora se daba cuenta que verdaderamente su ya no tan pequeño hermano era bastante alto, casi que su misma altura. Ya no debía agacharse para poder verle la cara, o como hacía para secarle las lágrimas cada que se caía al suelo y se raspaba la rodilla. Diablos, el golpe de realidad de verdad que dolía, se perdió de muchas cosas. La adolescencia había hecho un gran trabajo, aunque consideraba que le pegó un poco fuerte en cuanto a rebeldía. -No tiene que ver con tu cara, aunque debo reconocer que estas menos cachetón -le apretó las mejillas como queriendo probar su punto soltandolo en cosa de segundos- Bueno, masomenos. Aún así ¿Dónde quedó mi adorable pulga? -finalizó aquel discurso casi poético de hermano mayor con el apodo por el que siempre le llamó, aunque realmente al menor nunca le hizo gracia, y tocando su frente con los dedos.
De pronto cayó en cuenta que hizo una llamada a las autoridades. Susurró un “Mierda” al momento de darse la vuelta para recoger el teléfono del suelo, por supuesto ya para ese momento la llamada estaría cortada. Estaría en problemas por alarmista y cuando desbloqueo la pantalla se dio cuenta que en ningún momento llamó a la policía, en la pantalla de contacto se mostraba el nombre de Albafica, su room mate. Y en notificaciones un mensaje del mismo.
“¿Necesitas que llame a la policía de verdad?”
Mensaje al que respondió con un “No” y un emoji llorando de la risa. Justo como él en ese momento, que se estaba carcajeando por semejante fallo no tan fallo, porque funcionó para que se quedaran solos. .
-No creas que te salvarás de ayudarme a limpiar- dijo aun entre risas retomando la conversación, más relajado y sin olvidarse del montón de basura que había abajo.
Casual echándole leña al fuego (?) Espero que te guste :3 Éxitos hoy!
Edited by Weiss Nayru - 21/1/2020, 12:54
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Y a pesar de todo, de lo años que habían pasado y del zapato en la cara ese hombre que para él casi resultaba un desconocido continuaba hablando con una familiaridad abrumadora. DeathMask no entendía por qué, si era como hablar con un pariente lejano que llama a veces en época navideña. Para él no debería tener la menor importancia, pero aún así sentía una presión en el pecho al verlo dar vueltas por su habitación como hacía cada día en su niñez. Quiso gritarle que se fuera a la mierda pero en cuanto abrió la boca las manos del mayor se aferraron a sus mejillas.
—Detesto ese nombre estúpido. Y no es mi culpa que a ti te castigaran un mes por lo del piercing hace años—apretó los puños conteniendo la frustración mientras escuchaba las palabras de su hermano mayor ¿Siempre había sido así de dramático o era la edad?—Deja de hablar estupideces, tu 'pulga' murió cuando te fuiste para no regresar. No sé qué te dio por volver ahora ¿Te gastaste todo tu dinero en putas?—alzó una ceja mientras recogía algunas botellas del suelo. Se acercó molesto a la puerta del cuarto y pasó chocandole con el hombro para obligarlo a moverse. Quién iba a decir que algún día podría hacer eso, incluso podía mirarlo a los ojos sin que el otro se agachase. Sólo que no quería hacerlo.
Bajó por la escalera sin querer escuchar más de esas tonterías que salían de la boca de Manigoldo. Por supuesto que en el fondo de su alma, Death Mask (porque no se iba a identificar con otro nombre que ese) sentía aún algo de cariño por ese hermano que le había prometido volver, pero ¿Y éste hombre quién era? Parecía un desconocido a sus ojos, quizás porque ya no lo veía como su héroe salvador. Ese que lo sacaba de problemas y lo defendía cuando otros chiquillos lo molestaban, aunque claro que ahora eso lo podía hacer solo. Por eso había terminado en una batalla campal más de una vez, y de ahí de cabeza a la comisaría.
—No me entra en la cabeza como alguien puede venir tan descarado como si no hubiese pasado nada, y encima tratar de darme una lección de moral ¿Quién te crees que eres, MANIGORDO?—soltó un gruñido y se llevó otro cigarrillo a la boca para encenderlo mientras recogía las botellas. No iba a escaparse de la limpieza, después de todo siempre se encargaba de dejar la casa en buen estado cuando hacía fiesta a escondidas porque su problema era con Manigoldo, no con sus padres. Y ya encontraría la forma de hacerle pagar a ese cerebro de mosquito el haberlo dejado allí.
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La verdad era amarga, demasiado amarga.
Así sabían las palabras que le diría ese ya no tan pequeño muchacho, así de amargo era también verlo tan cambiado. Se parecían tanto, no había ninguna duda de que eran familia y aún así estaban tan distantes al par de chiquillos que solían ser antes de su partida a la universidad. Maldita universidad, maldita carrera de ciencias forenses. No replica a los reclamos del menor y se aguanta el empujón que le dio al salir resignado a que evidentemente está molesto y que no puede tratar de que las cosas sean como siempre. Algo se había roto ahí y no eran precisamente los floreros.
-Tsk, ¿Quién puede pagar putas en la universidad? -susurra llevando sus dedos a dar masajes a su sien pensando en lo contaminada que estaba aquella pequeña cabecita con películas gringas, la mayor estafa del universo. No Había dudas de que quizás se hubiera tragado cuanta película de slasher se hubiera encontrado, esas donde hay un asesino en una facultad con fiestas alocadas y sexo desfrenado hasta que los matan a todos- Ni tiempo para jalarsela hay-
Continuó murmurando emprendiendo camino hacía la sala de estar a recoger el también el tiradero, llevándose con él la escoba que reposaba en una esquina y encontrando al menos fumando de nueva cuenta mientras recogía las botellas alegando nuevamente en su contra de no ser un pequeño detalle. Ese apodo, ese maldito apodo que solía usar de cuando estaba molesto con él que ni antes ni ahora le caía en gracia. Y que parecía transcender fronteras porque también lo tenía que aguantar en la universidad de parte de un compañero suyo con el que se llevaba pesado, pero bien. En cosa de segundos se acercó al menor para soltarle una nalgada con la escoba.
-¿A quien carajos crees que llamas "Manigordo", Condenado mocoso? Sigo siendo tu hermano mayor te guste o no -le dijo señalando con el dedo indice y un tono exasperado, dejando que las cerdas de la escoba se apoyaran en el suelo -No se trata de una lección de moral, no he perdido ni el derecho ni la responsabilidad de preocuparme por ti. Y ya que nadie tuvo la decencia de darme explicaciones de qué estaba pasando contigo vine a buscarlas yo...tsk-rechistó y comenzó a barrer susurrando barbaridades, lo cierto es que en aquella llamaba por teléfono a su madre se le había escapado una de las tantas "aventuras" de su hermano menor y cuando le pidió que le explicara a qué se refería se iba por la tangente hasta acabar con Manigoldo alzando la voz por el teléfono, a sabiendas que todo ese tiempo seguramente le habrían dicho verdades a medias, omitiendo quien sabe cuantos más detalles. Y para el peli azul las cosas no se iban a quedar así, saber que aquel carajito edgy que era su hermano menor estaba bien era el motivo para haberlo dejado todo y regresar.
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Refunfuñó mientras notaba cómo su hermano comenzaba a recoger también, rezongando detrás de él mismo y quizás preguntándose qué había pasado para que su adorable hermanito no le diera la bienvenida con los brazos abiertos. Porque lo creía así de despistado, o tal vez tenía muy gravado en el fondo de su mente que Manigoldo en realidad no sabía qué había hecho o si era tan malo que no hubiese regresado ni una sola vez. Dio una calada a su cigarro y siguió como si nada recogiendo los restos de papeles y bolsas de papas fritas del suelo antes de voltear hacia él, no necesitaba detalles sobre sus hábitos a la hora de ahorcar el ganso.
—¿Entonces tus técnicas de seducción para 'hacer que todas caigan a tus pies' no funcionan? ¡Quién lo diría!—lo interrumpió a mitad de esas quejas, recordando cuando intentaba enseñarle a él a enamorar niñas. Nunca tuvo el valor de decirle que en primer lugar sus tácticas eran estúpidas, y que en segundo lugar a él no le interesaban del todo las mujeres. Pero ahora que ya estaba más grande, quizás podría cobrarse metiendo el dedo en la llaga y recordarle por qué seguía soltero—Sigues siendo tan carismático como siempre ¿no? Y no me hables de tu afición por 'limpiar el sable', no quiero hacerme esa imagen. Suficiente tengo con esa vez que encontré cierto calcetín con 'pus' cuando aún vivías aquí ¿recuerdas eso, Manigordo?
Y ni bien terminó de hablar sintió el golpe de la escoba en el culo y los reclamos del mayor le llenaron los oídos a la vez que un fuerte calor le inundaba la cara ¿qué se había creído para hacer una cosa así? ¿había olvidado que ya no era un niño? Todas esas cosas que decía no tenían el menor sentido, se había perdido gran parte de su vida en los momentos en que lo necesitaba más y aún tenía el descaro de decirle que tenía derecho de preocuparse. No lo pensó demasiado, dejó lo que tenía en la mano y le dio un puñetazo en el estómago. Aprovechando su confusión para derribarlo con una patada en la pierna.
—Cierra la boca, mi hermano murió cuando se fue. Para mi tu eres poco más que un desconocido...—se acercó hasta el mayor y se sentó en sus piernas para trabarlas, presionando los brazos ajenos con los pies a fin de mantener a Manigoldo en el suelo—Tu tampoco me conoces. Mi nombre es DeathMask, así es como me llaman mis amigos, fumo y bebo, me paso noches y días en la calle. Tengo una banda. No sabes quién soy, y no puedes fingir que todo está bien. Cuanto antes lo aceptes mejor.
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