Son of the wolf

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    Ambos habían nacido de la misma madre y ambos habían nacido como el día y la noche, unidos por la sangre, por la bendición de la luna e incluso por el mismo nacimiento. Cobijados bajo los últimos días fríos del invierno, a casi nada de empezar la primavera. Los dos gemelos fueron concebidos como una bendición para la manada. Un par de posibles líderes, fuertes, unidos por el destino, eso se esperaba, porque a diferencia de los humanos, los licántropos daban un valor mucho más alto a los lazos, por encima de deseos egoístas, la naturaleza del lobo corría por la sangre de ellos o al menos eso se pensaba.

    De niños, ambos crecieron juntos, apoyándose mutuamente a pesar de que Aspros, el mayor era mucho más popular entre los suyos, no solo por haber sido por casualidad del destino un par de segundos mayor que su hermano, haber sido el primero en tocar la tierra con sus pies; cuando la luna llena llegaba a su punto más álgido y revelaba la naturaleza de aquellos seres, había una notable diferencia entre los hermanos, el pelaje del hermano mayor era de un color blanco puro, precioso y vistoso como la luna misma; por el contrario, el menor, Deuteros poseía un pelaje negro abundante. Aquella diferencia, aunque absurda parecía casi marcar las personalidades de los dos, mientras que el lobo blanco era un muchacho muy sociable y competitivo, el negro era más solitario y tranquilo.

    No fue una sorpresa que conforme fueron creciendo, los intereses de los dos fueron distanciándose.


    —¡Hermano! ¿Qué diablos haces?

    —… Pues, cazando… gracias, ya lo asustaste. – Suspiró Deuteros negando con la cabeza.

    —Deja de cazar estúpidos conejillos y ciervos, acompáñanos, yo y otros chicos iremos de viaje y pasaremos hacia la villa en luna llena. ¿No tienes curiosidad por los humanos?

    El gemelo menor giró el rostro un poco incómodo por la mirada maliciosa de su hermano. —No Aspros, escuchaste a nuestro padre. No deberíamos molestar a los humanos, no necesitamos problemas con ellos.

    —Ahh, vamos hermano, ¿es que toda la vida le vas a hacer caso a nuestros padres? El problema contigo es que pasas mucho tiempo solo. Además, los humanos son una molestia también, igual que los malditos chupasangre, deberíamos unirnos y atacarlos de una buena vez.

    —¡Aspros! No digas tonterías. No debemos buscar una guerra así. Sé que son molestos, pero…

    —¿Pero qué? No me digas que mi hermano es un vil cobarde que no quiere pelear por los suyos.

    —¡No lo soy! Pero no es buena idea hermano. Justamente porque me interesa nuestra familia, sería devastadora una guerra.

    —Ah, tan inocente como siempre Deuteros. Olvídalo hermanito. Después de todo, por algo todos piensan que debo ser el Alpha.

    —Eres fuerte hermano, creo que podrías ser un Alpha muy bueno, pero, no busques la guerra, protege a los nuestros como lo has hecho siempre.

    —Ya veré que es lo que más le conviene a los nuestros, hermanito; lo hago también por ti. — El mayor sonrió acariciando la cabeza del menor con un gesto casi infantil a pesar de que ambos ya eran adolescentes. —En fin, te deseo suerte atrapando tus ratas. Nos veremos en unos días, cuida a nuestros padres.

    —Ve con cuidado hermano. — Deuteros se despidió, aunque en el fondo se sentía preocupado por su hermano.


    Tal y como en aquella ocasión, más eventos marcaron los caminos de los dos hermanos; Aspros insistía en reunir a otros licántropos que quisieran seguir sus ambiciones, llegando a saquear algunas villas, en explorar otras tierras con la intención de hacerse de más territorio, importándole poco el bien común en realidad. Mientras que Deuteros se volvía un cazador de temer, pero siempre arraigado a su contacto con la naturaleza, así como podía ser capaz de luchar con osos enormes para defender sus presas, también era consciente del equilibrio natural, llegando a ayudar a animales débiles. Deuteros decidió viajar también, pero al contrario de su hermano, él no buscaba saquear villas, a él le gustaba simplemente vagar, se imponía retos como escalar altas montañas, resistir fríos gélidos; a pesar de ser solitario, siempre volvía a su hogar a entrenar a los más pequeños, para que desarrollaran sus habilidades, también contribuía con su parte cuando tocaba cazar en grupo y a construir los refugios cuando era necesario. Por su parte, Aspros se había vuelto mucho más egoísta, procurando obtener más beneficios de los que daba y aunque ya tenía un buen séquito de lobos que le seguían, los líderes que aún eran sus padres no estaban nada contentos con el comportamiento del lobo blanco.

    Una noche importante llegó, una de luna llena, cuando ambos hermanos ya eran hombres. Siendo su líder ya viejo, aquella noche convocó a los hermanos y al resto de la manada. Finalmente se iba a decidir quién sería el líder principal y como no podía ser de otro modo, una batalla feral decidiría quién era acreedor a ser el siguiente Alpha.

    Los gemelos, cada uno con su forma de licántropo, frente a la mirada expectante del resto, comenzaron aquella pelea; intercambios de mordidas y desgarres en el pelo y la piel comenzaron a presentarse. Deuteros no tenía verdadero interés en ser el líder, a decir verdad, comenzó la pelea sin mucho ánimo, pero poco a poco se vio requerido de todas sus habilidades para hacerle frente a su hermano, quién por el contrario, estaba atacando de una forma totalmente descontrolada, dejándose llevar del todo por los instintos, juraría que estaba atacándole casi a muerte, los colmillos de Aspros en más de una ocasión casi le alcanzan la yugular.

    “¡¿Qué estás haciendo Aspros?!” Se preguntó el menor mientras hacía todo lo posible por esquivar y detener ataques, no entendía porqué el mayor estaba luchando de forma tan fiera, cuando él no tenía problemas con ceder incluso el liderazgo. Sin embargo, la violencia no bajó y el nivel exigente de lucha, terminó por bloquear los pensamientos de Deuteros, especialmente cuando en un ataque del lobo blanco, terminó abriéndole una tremenda herida en uno de sus costados. El dolor de la herida abierta y el olor de la sangre comenzó a desatar los instintos salvajes de Deuteros. Mientras que el resto aplaudía, apoyando al mayor al verle mucho más violento, su hermano con un subidón de adrenalina, se abalanzó con una fuerza tremenda hacia el otro en un embiste violento, dejando a todos boquiabiertos en cuanto el enorme cuerpo del licántropo blanco golpeó con tal choque el tronco de un árbol que dicho terminó prácticamente partido. Luego de ello, más ataques fuertes vinieron por parte del lobo negro, totalmente embravecido por el instinto. La pelea se tornó más sangrienta, puesto que, aunque el mayor consiguió recuperarse, le había cobrado caro aquel impacto, cada vez le estaba costando más contener a su hermano, la balanza se estaba comenzando a ir en su contra.

    Tras algunos intercambios más de ataques, Deuteros clavó sus colmillos sobre el cuello de Aspros, bastaba una presión fuerte para hacerle una herida mortal pero… un ligero atisbo de conciencia o que genuinamente el cariño del menor por el mayor era capaz de superar los instintos, consiguió devolverle un poco la cabeza; soltó a su hermano y se dio la vuelta, algo culpable de sus propios instintos. Más el lobo blanco, quién impactado, pero molesto de que prácticamente estaba derrotado, no dudó en hacer todo lo necesario, atacó a su hermano por la espalda sin misericordia. Aquello pudo haber terminado de forma trágica, de no ser porque el padre de ambos intercedió y dos licántropos Beta terminaron conteniendo la furia del gemelo mayor.

    Deuteros fue nombrado el próximo líder. A partir de entonces intentó por todos los medios hablar con su hermano, tratar de resolver las diferencias, tratar de entender porqué le había atacado de ese modo, incluso deseaba disculparse por haber perdido la razón; desgraciadamente el otro gemelo permaneció esquivo, se recluyó, ya ni siquiera con el resto de licántropos que eran sus seguidores parecía querer hablar y poco a poco, el lobo blanco se aparecía menos en las reuniones, hasta que un día no apareció más.

    El lobo negro se sentía culpable por lo ocurrido, sin embargo, permaneció con sus deberes en la manada, tratando de ser un buen líder, pues en cuanto su padre falleciera debería asumir el puesto, le gustara o no. A decir verdad, aunque Deuteros nunca había soñado con ser el líder, se sentía feliz con su manada, se comenzaba a acostumbrar a la vida con los demás y aunque era más serio y menos sociable que su hermano, era un hombre cálido cuando se le requería; por la mañana podía estar luchando fieramente contra un vampiro que hubiese venido con intenciones de atacar a los suyos y por la tarde jugando con los chiquillos de su manada que practicaban con pequeñas peleas el uso de sus colmillos y garras.


    ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡¿POR QUÉ?!

    Deuteros corría a toda velocidad, usando sus garras como le era posible, abalanzándose en defensa de quienes estaban teniendo problemas para luchar, por desgracia la luna no estaba en su fase más brillante y no era capaz de usar todo su potencial, pero aún así ya había asesinado a más de treinta vampiros con sus propias garras y tremenda habilidad.

    Sin esperarlo y tan pronto el sol cayó por el horizonte, una horda de vampiros terminó por invadir el territorio de los licántropos, con toda la intención de apoderarse de aquel lugar y asesinar a los residentes. Todo era demasiado extraño, el lobo negro no conseguía entender cómo era posible que los vampiros llegaran en tal cantidad y menos que hubiesen atacado de forma específica, era como si supieran todos los puntos del terreno de los que podían sacar provecho, sabían atacar de formas demasiado precisas a los lobos, centrándose en sus puntos débiles y aturdiendo sus sentidos como les era posible.

    La devastación de Deuteros fue total al tener la comprensión de porqué el ataque de los vampiros era tan certero. Entre la sangrienta batalla que se desataba, en algún punto alzó la vista y vislumbró un pelaje tan blanco que sería inconfundible incluso si por la fase lunar el pelaje era parcial. Su hermano, Aspros estaba dirigiendo a varios de los enemigos en aquel ataque bárbaro sin ninguna misericordia. Los ojos azules del licántropo menor no podían dar crédito a lo que sucedía, su hermano, aquel con el que creció, con el que convivió tanto tiempo, les había traicionado.

    Su dolor fue grande y empeoró conforme la batalla se cobraba vidas de ambos bandos. Por desgracia, aunque el lobo negro era un excelente guerrero, no podía defender a todos y un sentimiento de rabia y dolor como ningún otro apareció en su pecho, al ver a otros compañeros que yacían despojados de la vida en el suelo, regando la tierra que les vio nacer con su propia sangre.

    “¡¿Por qué hermano?! ¡¿POR QUÉ ASPROS?!”

    Gritó con rabia, pero siendo ignorado su dolor con una sonrisa maldita por parte del mayor, Deuteros no tuvo más opción que seguir luchando, con todo el dolor de su alma, tratando de defender a los menores.

    ¿Por qué?... una pregunta dolorosa, que ahora se teñía de rojo, sangre de vampiros, sangre de hombres lobo, sangre.

    —Hermano mío. ¿Por qué?

     
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    Un suspiro salió bdel hombre de cabellos castaños, las espadas y dagas de plata habían salido más caras de lo que esperaba, le había tomado mucho tiempo reunir dinero para ello pero con los constantes ataques de los vampiros en poblados cercanos era necesario estar preparados. Los nobles poseían guerreros bien entrenados y equipados, el mismo había sido uno de ellos que ahora trabajaba en lo que podía. Le hacía sentir culpable ver a su hermosa Sasha con las manos maltratadas luego de lavar ropa ajena para ayudarle. El habría deseado darle una vida sin privaciones, pero los ahorros que tenía para ello ahora serían para su primer hijo. Una sonrisa pequeña y una mirada brillante acompañaron a Sisifo mientras emprendía su camino de regreso a su hogar. Le habían pedido hacer de escolta de un mercader en un poblado cercano y había aceptado porque la paga era buena y podría darle algunos lujos a su amada esposa.

    Sasha era la hija de la familia noble del pueblo a quien el custodiaba, le conoció cuando apenas era una niña y este le seguía constantemente a todos lados. Cuando tuvo edad suficiente la enviaron a un internado del clero para que aprendiera a comportarse como toda una señorita y a su regreso Sisifo no pudo apartar los ojos de ella, se había convertido en una hermosa joven, pero a diferencia de sus familiares la mirada y sonrisa de esta irradiaba dulzura. Se había embelezado mirándola y cuando fue designado su protector le invadieron tanta alegría como nerviosismo. Quiso alejarse, realmente lo intentó, ella era muy joven y de familia adinerada, tenía la vida por delante y el jamás podría darle la vida a la que estaba acostumbrada.

    — Miles de lujos carecen de importancia si vivo recluida en mi propia casa y pierdo la libertad de elegir a quien amar Sisifo.

    Palabras maduras para una joven que le llevaron a ceder al deseo de probar sus labios por primera vez. Su relación comenzó a escondidas, tuvieron muchas dificultades para verse, más aún cuando la joven fue comprometida y a él se le negó su mano. Finalmente y luego de ser alejado de ella terminó por robarsela para tenerla a su lado. Esa noche entre promesas de amor se entregaron por primera vez y el castaño supo que no había otra mujer para él. Ella fue repudiada pero al menos les dejaron en paz. Esos tres años habían sido felices, desafortunadamente en ese momento la salud de su Sasha se veía disminuida con el embarazo, por eso requería más dinero, para que ella no se moviera y recuperara la salud. Sísifo sabía que las cosas no serían fáciles, le preocupaban los. Ataques de vampiros que drenaban a sus víctimas y aunque el sabía combatir la fuerza de un humano era muy inferior a la de un ser de la noche. Si Sasha no estuviese tan débil se la llevaría de ese lugar, pero el nacimiento de su primogénito estaba próximo y no deseaba arriesgarles, tendrian que esperar a que pudieran moverse.


    Luego de pagar por las cosas y comprar un par de obsequios ensilló el caballo y subió para iniciar el camino a casa, deseaba esttrecharla entre sus brazos, acariciarle el vientre. Incluso las amenazas latentes el castaño era feliz. Las montañas y senderos pronto se hicieron presentes mientras avanzaba, pronto la noche se hizo presente y se vió obligado a detenerse para dejar descansar al equino y comer el algo el mismo, la visibilidad se haría nula pronto y era mejor descansar. El aroma a quemado le alertó durante la madrugada, salió del refugio que había encontrado y al ver el humo en el cielo apagó su propia fogata para emprender el camino, pues era en la dirección a donde se girigia. Un nudo de temor se formó en el estómago del escolta, rogaba a los dioses que no fuera en su hogar y se sintió culpable por no pensar en otras personas.


    Avanzaba a todo galope, el amanecer de acercaba y pronto se vio tratando de controlar el caballo al casi golpear a un hombre que estaba tirado en el sendero, apenas y logró desviar al animal y calmarlo lo ato a un árbol para que pasteara y le dejó agua antes de volver con el bulto en el sendero. Le movió con extremo cuidado pues tenía heridas graves, sangraba demasiado y tomando uno de los vestidos que llevaba para su mujer lo hizo pesazos para atender las heridas del hombre. Ahora sabía que el incendio no venía del poblado donde ellos vivían y ya estaban a unas pocas horas de llegar. La angustia había desaparecido ahora venían el pesar por las muertes que seguramente habían sucedido y la preocupación con la cercanía de su aldea. El ceño del castaño se frunció mientras cargaba con esfuerzo el musculoso cuerpo pata evarle a la sombra y poder atenderle. ¿De qué eran los huesos del hombre? ¿Plomo? poseía una piel bronceada, más que las que había visto, una complexión bastante musculosa, cabellos oscuros y ardía, parecía que tenía fiebre.


    Una vez le tuvo recostado contra un árbol se dedico a limpiar y poner torniquetes en las heridas más fuertes, no tenía ningún tipo de alcohol y creía que el extraño necesitaba mejores cuidados, ya era un milagro que este sobrevivirá a tantas heridas así que finalmente decidió llevarle consigo. Con esfuerzo le acomodó sobre el caballo atrevesandolo en el lomo y se subió también. Irían más lento pero estaba seguro que llegarían. —¿Quién eres? Tienes una expresión de sufrimiento sin igual. — Las palabras fueron dedicadas a un hombre inconsciente mientras aceleraba el paso, sabía que estaba cargando demasiado a su corcel pero no tenía opción.


    Los tonos naranjas en el cielo anunciaban la caída del atardecer cuando finalmente llegó a su casa. Al verle con sangre en la ropa Sasha se preocupó pero le calmó explicándole todo mientras recostada al herido en la habitación de invitados. Sabía que había gente asustada en el pueblo y no sería buena idea que se corriera el rumor del visitante en su casa así que atendió personalmente las heridas luego de enviar a su mujer a descansar. Humedeció un par de gasas para hidratar le los labios y que ingiriera un poco de agua para asegurarse de dejarle bien antes de tomar un baño. Estaba agotado pero era su responsabilidad velar por su invitado así que decidió que por esa noche permanecería con él. —Espero que cuando despiertes puedas superar lo ocurrido.
     
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    La pesadilla se extendió demasiado. No había tiempo para pensar en nada, no tenía tiempo ni de respirar, cada mordida, cada golpe, cada desgarre, cada aullido, cada grito, todo, absolutamente todo era parte de un espectáculo macabro que se convertía en un mar de sangre.

    Deuteros no paraba, la sangre manchaba el negro pelaje en su cuerpo y sus ojos mostraban toda la adrenalina que estaba experimentando en ese momento. Las venas de su cuerpo palpitaban con impulso descomunal con ese vino ardiente corriendo por ellas. Ahora no tenía más opción que usar toda su fuerza, esa fuerza que incluso llegó a maldecir pues es la que había casi provocado el asesinato de su hermano, ahora era el empuje, la energía que le permitía mantenerse en pie por intentar salvar a los suyos.

    Por desgracia, él solo no era capaz de hacerle frente a tanta destrucción, rogaba por fuerza, rogaba porque la luna saliera de su cuarto creciente y de un milagro se tornará en llena, rogaba por los suyos. Sin embargo, las cosas no serían así, por más plegarias que hubieran. El corazón del licántropo quedó destrozado cuando en el campo de batalla consiguió ver los cuerpos ya sin vida de sus progenitores, lágrimas de rabia y dolor inundaron el pecho del lobo negro, quién destrozó sin piedad a unos cuantos vampiros más, arrancándoles la cabeza con sus propias manos o arrancándoles la yugular de un mordisco; el sentimiento ardiente era inexplicable, sentía como si todo su cuerpo fuera a prender en llamas en cualquier momento frente a tantas emociones experimentadas de golpe; muerte y sufrimiento a su alrededor, seres que había aprendido a amar, que eran su familia ahora estaban reducidos a trozos sin vida en el suelo, sumado al olor metálico que despertaba todos sus sentidos y finalmente… la traición, la maldita traición de su propio hermano.

    Bañado en sangre, sus ojos se alzaron, encontrándose de frente con su gemelo.

    “¿Por qué?”

    No se resistió más y corrió con todas sus fuerzas hacia el otro, esta vez ya no perdonaría, ya no se detendría, no dejaría que la unión entre ellos creara más destrucción. Corrió con el corazón latiéndole a toda marcha, con los caninos en su boca afilados, apuntando garras y colmillos a los puntos vitales del gemelo.

    El lobo blanco solo le mostró una sonrisa y consiguió hacerle frente a tremendo ataque. La sorpresa de Deuteros no era para menos, pero al poco comprendió… Su hermano prácticamente se había entregado a merced de los vampiros, tenía una especie de símbolo en el pecho, le habían concedido fuerza, posiblemente a cambio de entregar todo. Esto no hizo más que aumentar la rabia en el menor de ser posible y la batalla que se desató entre los dos resultó demasiado violenta. Ya no eran esos dos cachorros que de pequeños se mordisqueaban las orejas o se daban empujones para probar sus pequeños dientes afilados; ahora eran dos bestias cegadas por el odio mutuo, tratando de descuartizarse, tratando de hacer pedazos al que alguna vez fue su querido hermano. Entre las garras quedaban trozos de pelaje y carne, el aliento de los dos como niebla salía de sus bocas, todos los sentidos alterados.

    —Hola hermanito. O debería decirte, líder… después de todo, nuestro padre ya no existe.

    —¡Eres un maldito traidor! ¡No mereces ser llamado lobo! ¡No mereces haber nacido!

    —¡El que no merecía haber nacido eres tú! ¡Sin ti, yo hubiera sido el único! ¡Me quitaste lo que era mío! — El embravecido Aspros no dudó en atacar una vez más.

    La lucha siguió, todo transcurrió con más gritos, muerte y desesperación de fondo. Gruñidos por parte de ambos. La lucha estaba relativamente equilibrada. Eso hasta que el lobo mayor, harto de no poder superar al menor, usó su propia sangre y tras susurrar algún encantamiento provisto por los vampiros, consiguió paralizar al otro parcialmente.

    —Muérete de una vez hermanito. No eres necesario, ni tú ni todos esos miserables.

    La parálisis no permitió a Deuteros contestar, pero estaba a punto de ser asesinado por las garras de su hermano, de no ser porque sacó la fuerza para detener con su brazo el otro, que empujaba con fuerza tratando de alcanzar su cuello. Todo parecía perdido, de no ser por algo inesperado y es que el lobo blanco probó de primera mano la traición. Uno de los vampiros, había aprovechado la disputa entre los hermanos para atravesarle el pecho con al gemelo mayor, con una espada corta de plata. Pronto, el lobo mayor se desangró, por la boca la sangre escurrió igual que por la enorme herida.

    —Lo siento mucho, pero si queremos que esto salga bien, no podemos dejar a nadie con vida.

    El vampiro sacudió la espada con desagrado, limpiando el filo de la sangre.

    —Oh, así que tu eres el hermano, curioso. En todo caso, ahora mismo te mando con él.

    Y así habría sido, pero debido a que la vida del gemelo mayor se desvaneció, el hechizo sobre el menor comenzó a desvanecerse también e impactado por lo ocurrido o quizá que había algo más de por medio entre aquel lazo de hermanos, Deuteros que hasta entonces no había podido más que permanecer con media transformación, comenzó a cambiar y cual si la luna brillara en todo su esplendor, el milagro sucedió, la forma más poderosa del licántropo se manifestó, permitiéndole sin dificultad alguna reducir a picadillo al Nosferatu que había acabado con su hermano.

    Un aullido se escuchó en el bosque, en los alrededores.

    ~

    Casi llegaba el amanecer y la masacre no paraba. No había casi nada por hacer y la derrota de los lobos era inminente. Con todo el pesar en su alma, Deuteros no pudo más que tomar la última decisión dolorosa; tomar a los pocos cachorros que quedaban vivos y huir, huir a toda prisa mientras sus padres se entregaban a la muerte tratando de darles tiempo.

    La carrera más desesperante y dolorosa que había experimentado jamás, dejando todo, todo se consumía, se perdía. El lobo negro no tuvo más opción que esconder a los chiquillos en cuevas y dejarlos a cargo de los menores con más edad. Deseaba quedarse con ellos, pero sabía que era peligroso, le buscarían, estaba seguro que lo buscarían por haber sido el autor de la mayoría de las bajas del otro bando, no estaban seguros con él.

    —No salgan de noche. Cuando llegue el día, si pueden vayan más lejos todavía. Yo intentaré buscarlos después. Cuídense, que la madre Gaia los arrope. — Los más pequeños lloraban desconsolados y los mayores, aunque también lo hacían, intentaban ser fuertes. Un cuadro demasiado desolador para los lobos.

    Tras ello, Deuteros se alejó a toda marcha cubriendo su rastro, incluso en esa terrible situación, tratando de hacer todo lo que estaba a su alcance.

    La última hora de oscuridad estaba ahí y con la noche desvaneciéndose lentamente, la metamorfosis que obtuvo a raíz de un evento tan duro, comenzó a cobrarle factura, igual que el resto de las heridas. Poco a poco, a cada paso sus enormes patas iban tomando forma de pies, su cola iba desapareciendo, su tamaño se reducía y el pelo comenzaba a ceder también, revelando la piel bronceada debajo de la espesura negra. El largo cabello azulado comenzaba a aparecer y sus colmillos, aunque seguían siendo salvajes, reducían en tamaño, poco a poco no queda más que su forma humana y con ella, la revelación de todas sus heridas mucho más visibles.

    Cansancio, sus piernas comenzaron a entumirse, la pérdida de sangre le estaba mareando. Zarpazos profundos tenía por todos lados, pecho, piernas, brazos, espalda, incluso una de sus mejillas estaba bien marcada por las garras de su hermano y un pedazo del cartílago de su oreja derecha faltaba; también había algunos agujeros profundos que sangraban en sus trapecios y hombros por las mordidas. Sus sentidos sobrestimulados tampoco ayudaban, humo, quizá había un pueblo humano cerca…

    En algún punto se desvaneció, su cuerpo cayó inerte en el sendero, como un costal sin vida.

    No supo nada más.

    Su consciencia se desvaneció y su hubo alguna respuesta de su cuerpo, fue por el propio sentido de supervivencia tan desarrollado de los licántropos, pero no por su consciencia en sí misma.

    ¿Cuánto tiempo pasó?

    Los ojos del licántropo se abrieron con dificultad. Poco a poco, sus sentidos comenzaron a traerle a la realidad, por desgracia, aún sus reflejos recordaban la impresión tremenda de la adrenalina por todo lo ocurrido y tan pronto su cuerpo tuvo la sensación de estar en un lugar desconocido, su primer impulso, fue el de morder. Un hombre yacía a su lado, pero antes de poder siquiera hablarle o escucharle, se abalanzó con fiereza contra él, mordiéndolo por desgracia en uno de los brazos que sin saber le había estado atendiendo las heridas. Le soltó y se irguió un poco, alzando su mano con garras, dispuesto a terminar con la vida del otro sin mayor complicación… pero al escuchar un ruido fuera de la habitación y la voz de una mujer desesperada, Deuteros consiguió detener el ataque.

    Sus ojos revelaban su estado alterado y si no era lo bastante obvio hasta entonces, también eran una prueba más de que no era un simple humano. Con la respiración agitada y el cuerpo tenso, giró el rostro un momento, viendo a su alrededor, una casa humana. Bajó el brazo y volvió la mirada hacia el hombre de cabellos cortos debajo de su cuerpo. No entendía nada, pero era obvio que se encontrara tan desconfiado luego de todo lo ocurrido. Tragó saliva y finalmente decidió echarse para atrás, tenía el impulso por salir corriendo, pero si estaba en un pueblo humano y con esas heridas… podría salir bastante mal la movida. Decidió solo dar algunos pasos hacia atrás, pegándose contra una de las paredes como animal huraño, mirando con detenimiento al otro, aunque en su rostro se podía notar perfectamente la confusión, también era obvio que estaba pasando por un dolor tremendo, debido a su brusquedad, varias de las heridas se habían vuelto a abrir sin remedio y el cuerpo agotado del licántropo, comenzó a flaquear, terminando por quedar sentado en el piso, jadeando por el dolor.
     
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    El sueño del extraño era inquieto y Sisifo no podía evitar pensar en los horrores que seguramente el hombre había vivido tras el incendio que se veía a la distancia. El hombre de cabellos castaños se sintió culpable por no haber ido a revisar si había sobrevivientes y extender su mano hacia ellos, pero no podía permitirse alejarse demasiado asi que se dedicó a cuidar del hombre refrescande durante la noche por la alta temperatura que se negaba a abandonar el cuerpo ajeno. Fue hasta bien entrada la maduragada que el cansancio del viaje comenzó a ganarle y el sueño ganó la partida haciéndole dormitar sobre la silla.

    El movimiento ajeno le despertó llevándolo a acercarse a su invitado mas no esperaba el ataque recibido. Los dientes le razgaron la piel con fuerza sobrehumana, casi animal llevándole a un estado de adrenalina puro. Más que por su propia vida por temió por la de Sasha cuando escuchó el gritito ahogado y el sonido de las bandejas con el desayuno estrellarse en el suelo. —¡No te acerques! Gritó con fuerza — Una vez que su bella esposa abandonó la habitación, Sisifo se levantó sujetándose la herida que dolía en exceso pero al notar la mirada del otro hombre en la habitación supo que era como un animal herido que desconfiaba de todos y no podía culparle por esa reacción que lo único que buscaba era protegerse.


    Levantó ambas manos en señal de rendición a pesar de la sangre que escurria y con pasos ligeros y tirubeantes comenzó a disminuir la distancia que les separaba. — Te encontré en el sendero al final del bosque. No voy a hacerte daño. — Todavía sentía miedo y nadie podría culpar lo luego de tremendo ataque. Desvío la mirada hacia la puerta asegurándose de que la fémina no volviera a entrar y tomó las vendas y la charola con agua con con que le había estado curando.— Tus heridas están abiertas de nuevo y tienes fiebre. Déjame curarte, luego podrás irte si así lo deseas. — Pronto el espacio entre los dos hombres se volvió mínimo mientras la mirada del humano se mantenía con firmes a ena del licántropo. El mensaje era claro mientras colocaba la charola en el suelo antes de humedecer las gasas y luego de creer haber haber captado comprensión en los ojos contrarios y alguna especie de permiso se inclinó para comenzar a tratar nuevamente las heridas abiertas, pero debía calmar a Sasha e ir por más alcohol. —Debo tranquilizar a mi esposa e ir por materiales. No tardo, por favor ven conmigo. — Sisifo sabía que se estaba arriesgando a ser mordido nuevamente pero algo le decía que el hombre no era malo.


    Se levantó y trató de levantar al herido quien era más pesado y corpulento que el así que le costaba bastante. Cuando finalmente lo logró le guió a la cama para recostarle, estaba débil podía verlo en su estado pero continuaba luchando y eso era tan buena señal que sin poder evitarlo sonrió amablemente al de cabello índigo. — No tardo, traeré también comida. — Abandonó la habitación dejando la puerta abierta para que pudiera observar o seguirle si así lo deseaba aunque por el mal estado en que se encontraba era difícil. El grito de su joven esposa seguida de las lágrimas y el abrazo fuerte le hizo corresponder y con calma tranquilizarle. —Estoy bien, solo está herido y desconfía. Dudo que quedarán sobrevivientes en esa aldea Sasha, pero por favor... No te estrés es, les hace daño. — Colocó cariñosamente la palma limpia en el vientre ajeno para acariciarlo y tras obtener un asentimiento y la dulce sonrisa de su mujer le besó en los labios para enviarla a descansar y llevar personalmente la comida y provisiones faltantes.


    No atendió su propia herida de momento a pesar del dolor pues sabía que su visitante de por sí era desconfiado, no deseaba darle armas para alarmarse nuevamente, además no le haría bien perder más sangre. Ingresó a la habitación con dificultad, la comida era para los dos pero la dejó a un lado para mostrarle la aguja esterilizada e hilo, necesitaba coser nuevamente las heridas. — Debo cerrar tus heridas, si sigues sangrando podrías morir o contraer una infección. — Le ofreció una taza con vino caliente aguardando para ver si lo bebía. — Te recomiendo beberlo, estás más conciente que la vez anterior y no deseo provocarte más dolor del necesario.
     
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    Aún con la agitación, el dolor y sus sentidos alertas, consiguió poner atención a las palabras del otro hombre, en medida de lo posible.

    “Te encontré en el sendero al final del bosque. No voy a hacerte daño.”

    El bosque… sendero, sí, recordaba haberse desmayado en algún punto. Sin embargo, su instinto natural era el de la ofensiva, por lo que inevitablemente gruñó ante el acercamiento del hombre, tras que le dijera que dejara que le curarle.

    La nariz del licántropo se arrugó, aún gruñendo, pero el dolor comenzaba a mermarle más de la cuenta y comenzó a prestar atención a los gestos contrarios, aquel hombre actuaba de forma decidida, pero nada brusco. Mientras el humano preparaba las gasas, el desarrollado sentido del olfato ayudó a tranquilizar un tanto al gemelo, aquel tenía una esencia tranquila, el aroma propio del hombre se mezclaba de forma delicada en la cabaña con el olor de la fémina, la comida, todo en general era un ambiente que no parecía nada peligroso, pronto sus ojos se encontraron con la mirada contraria y su gruñido pasó de uno amenazante a solo mostrar los dientes como advertencia, pero permitió el acercamiento de las manos gentiles.

    “Debo tranquilizar a mi esposa e ir por materiales. No tardo, por favor ven conmigo.”

    El lobo aún con una expresión desconfiada, pero cansada y adolorida, terminó accediendo y aunque tenso, se logró apoyar lo suficiente para avanzar unos pasos de vuelta a la cama. Aunque no terminaba de fiarse, realmente agradeció poderse recostar en la cama, la gravedad de las heridas le estaba costando bastante. Un leve suspiro se escapó entre sus labios y alcanzó a escuchar lo de la comida antes de que le dejaran solo unos momentos, su mirada siguió hacia afuera, pero aunque quisiera moverse, sabía que era mala idea, por lo que se limitó a observar con cuidado. No estaba del todo en condiciones su sentido de la vista, pero si alcanzó a percibir un poco borroso la escena del hombre consolando a la chica.

    Deuteros apartó la vista y entrecerró los ojos un momento, intentando reposar un poco, calmarse luego de la adrenalina en su cuerpo. Sin embargo, le duró poco aquello, más que nada por la tensión a la vuelta del hombre, no tanto ya por su presencia, sino al mirar la aguja. El lobo se encogió un poco contra el respaldo de la cama negando con la cabeza. —No… N-no no plata. — No estaba seguro del material de dicho objeto y por la alerta, cualquier metal cercano le resultaba algo incómodo.

    El olor del vino le atrajo un poco, pero seguía algo alterado, por lo que le desvió la vista, aunque ahora sus ojos captaron la marca de la mordida que le había dejado en el brazo, aún sangraba y estaba bastante lastimado, no era para menos, su dentadura fácilmente podría haberle roto el hueso directamente. Recordó la imagen reciente de él con su mujer y le fue inevitable sentirse algo culpable, comenzaba a creer que aquel no tenía ninguna mala intención, pero le era difícil convencerse de algo con todo lo que había pasado.

    Unos segundos transcurrieron, antes de que finalmente decidiera volver a relajarse un poco, se acercó el mismo y estiró un poco el brazo de forma tímida, alzando uno de sus dedos para tocar la aguja y comprobar que no había plata en dicho material. Cuando lo corroboró, apartó la mano y volvió a cruzar su mirada con el otro hombre, podía notarse en los ojos del licántropo el dolor y lo mucho que le estaba costando asimilar las cosas. Sin embargo, pronto volvió a usar sus brazos para tomar de forma suave el vino ofrecido y beberlo, antes de devolverle la taza ya vacía y recostarse nuevamente, con el metabolismo más rápido, el alcohol corría más veloz por su cuerpo, por lo que en cuestión de un par de minutos los efectos de la “anestesia local” harían aparición.

    Los pensamientos de Deuteros volvieron a centrarse en sus vivencias, en aquella noche tormentosa. Su mirada permanecía acongojada y aunque su cuerpo ya no estaba a la ofensiva con el otro hombre, se encontraba callado, en silencio, salvo un par de gruñidos por el dolor de las heridas más profundas que no alcanzaban a dejarse pasar por alto aún con la anestesia, pero era más su dolor interno; tanto el vino como el estado de su cuerpo, le provocaron el sonrojo en el rostro, además de una respiración caliente y posiblemente un poco de fiebre, gotas suaves de sudor corriendo por su frente.

    Cansado del dolor, tanto el físico como el mental, así como sus energías decayendo por las heridas, el licántropo cerró sus ojos, no sabía si conseguiría dormir, pero ya no quería seguir pensando. Intentó dejar su mente en un punto distinto y el olor agradable del humano, combinado con la comida y otros elementos, comenzaron a resultarle más cómodos.
     
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