(AU) Once Upon A Time

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    Corría el año XX de la Segunda Edad de la tierra cuando estalló la tercera Gran Guerra en el continente entre dos de sus reinos más grandes.

    No era un secreto que los reinos del Este y Oeste llevaban siglos de conflictos no resueltos por reclamar algunas tierras salvajes, y por otras que aseguraban pertenecían a sus territorios y su “enemigo” había robado. Ni que decir de los problemas entre ambas familias reales durante generaciones. Por años, gracias a la intervención de los otros monarcas en un intento por consolidar la paz, su relación fue poco menos que una guerra fría hasta la actualidad: ante la muerte de la reina del Este.

    ----------



    Entre los árboles una sombra se movía silenciosa evitando algunos guardias que vigilaban durante la noche los alrededores del castillo. Cubierto por una capa se esconde tras un viejo árbol escapando algunos cabellos largos lila fuera de la capucha, esperando a que pasé el soldado cubierto por una armadura ligera. No era caballeros de élite del reino, solo simples guardias, sin embargo se movilizaban en un número algo grande para la guardia nocturna dada la actual guerra.

    Avanzó nuevamente una vez hubo pasado el inconveniente. Ese joven de sangre mestiza había sido la solución más práctica para el monarca del reino del Este, quien estuvo buscando al mejor cazarrecompensas para llevar a cabo un plan que aseguraba su victoria en esa guerra. Solo debía hacer una cosa, raptar al príncipe del reino enemigo.

    Se paseó por diferentes lugares, los más bajos del reino del Oeste, reuniendo información de la peor calaña del reino, esa que vendería a su patria por unas uvas; masomenos la gente con la que solía juntarse habitualmente, consiguiendo así información sobre el punto ciego del castillo que habían logrado averiguar y también la razón por la que habían fracasado. Esa razón era el guardia personal del Príncipe, el mejor del caballeros del rey del Oeste, cuya espada rumorean podía incluso cortar la coraza de un dragón.

    A cada persona que le preguntaba respondía exactamente lo mismo con miedo impregnado en su voz. Por lo que tuvo que partir con ese dichoso sujeto sería la principal piedra en su zapato. ¿Y el príncipe? Todo lo que sabía es que era poseedor de una gran belleza y que parecía poseer hilos de oro en el cabello. Eso para Mu no era una información realmente útil, hasta que dio con una anciana que antaño laboraba dentro del castillo y fue desplazada hacía un par de años, la pobre mujer le contaba con dolor como había dedicado sus mejores años a servir a la familia real solo para ser reemplazada sin más por otra chica más joven solo para el deleite de los hombres del castillo, sin derecho a nada más. Sin quererlo o no en medio de su desahogo la mujer soltó información valiosa sobre los lugares importantes del castillo y ciertas costumbres que tenían los que allí residían al mismo tiempo que limpiaba sus lágrimas con el dorso de la mano y Mu la consolaba sin saber qué más hacer.

    Pero todo aquello fue productivo, pues pudo colarse en el castillo por su punto ciego. No hacía falta escalar muros, mucho menos noquear guardias. Había un pasadizo que daba a la mazmorras y las conectaba con los jardines. Ahí podía tener acceso a la cocina y cuartos de la servidumbre para poder ingresar al interior del castillo. Ahí ejecutaría la primera parte de su plan.

    Por su parte aquel caballero de brillante armadura ya habría terminado de acompañar a su protegido hasta su habitación, cumpliendo con su exigencia de quedarse a asegurar que todo estuviera en orden hasta que se quedara dormido. Un fuerte suspiro de cansancio dejó su cuerpo, muchas veces el prestigio que daba su puesto y sus habilidades no parecían ser suficiente para las tareas que lo ponían a cumplir. Cuando a Shura le asignaron cuidar al heredero al trono, y orgullosamente haber aceptado, no se imaginó que su vida se vería llena de tanta exigencia en su labor...y otras cosas que no eran su labor. Si hasta había aprendido a cocinar y a usar su espada como pela naranjas, porque para el joven príncipe no cualquiera lo hacía bien.

    Actualmente no fue enviado al frente de guerra para poder proteger con fiereza a la familia real y ciertamente sicarios no habían faltado desde entonces; sus únicos momentos de paz se limitaban a disfrutar de algún postre antes de tomar su lugar de vigilancia en el ala real, donde aun si se quedaba dormido era capaz de cortarle la cabeza a cualquiera que se atreviera a atravesar las murallas del castillo y que todavía tuviera los cojones suficientes para aventurarse en su interior. Aunque ciertamente prefería, sin decirlo en voz alta porque podría perder la cabeza, estar afuera peleando por su reino que seguir en el interior del castillo.

    Con aquel pensamiento siguió su rutina de todas las noches, comió con algo de té una rebanada de su postre favorito que solía llegar junto con el resto de panes cada mañana y al acabar en cuestión de minutos volvió sobre sus pasos a su puesto de guardia. Notó que su cuerpo se iba volviendo más pesado conforme avanzaba, escuchando que las pisadas de su armadura resonaban aún más fuerte de lo normal por los pasillo y lo atribuyó al cansancio acumulado sin darle mayor importancia. Su andar lo detuvo un asombra al fondo del pasillo que cargaba un bulto en sus hombros, sin pensarlo mucho desenvainó su espada solo para fallar el primer golpe. Sus movimientos se vuelven erráticos y aletargados, no lograba reconocer bien el rostro oculto entre la capucha y una bufanda que escondía la mitad de sus rostro, solo dos ojos de un verde brillante.

    El invasor esquivaba con facilidad sus ataques y lo derribó de un puntapié. Mismo invasor que antes de adentrarse en el castillo colocó en el agua una fuerte poción de sueño que le compró a una vieja bruja y cuyos efectos ya habían mermando el cuerpo del caballero. Y echando un último vistazo a su adversario salió corriendo hacía la salida del castillo mientras Shura caía en los brazos de Morfeo con la visión de que se habían llevado al príncipe delante de sus narices y un único pensamiento en su cabeza al desvanecerse -”Que idiota”-


    El príncipe del Oeste había sido secuestrado.


    SPOILER (click to view)
    CatSnake --> Shaka y Shiryu

    Howl ---> Mu y Shura

    Espero que sea de tu agrado :blush:


    Edited by CatSnake - 7/4/2021, 23:52
     
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    Se podría decir que el reino en que vivía era un próspero lugar, lleno de recursos y con hermosos paisajes que valían más que una montaña de oro. Había una gran riqueza de culturas y las personas estaban llenas de energía aún cuando una guerra estaba asolando las tierras del Este y el Oeste, un conflicto bélico que se había extendido por ya demasiado tiempo y estaba haciendo estragos tanto en la economía como en las almas de los más vulnerables. Los hombres que se encontraban en el poder a menudo mandaban soldados a uno y otro lado por caminos escondidos, por túneles, por medio del bosque, pero así también mandaban asesinos a sueldo y expertos cazarrecompensas para tratar de dar una herida mortal en el bando enemigo. No se podría decir que era en realidad una guerra honorable donde los mismos reyes peleaban al frente de la batalla guiando a sus soldados, era más bien una de esas en que mueren los peones sin importancia mientras sus mandatarios están sentados comiendo un banquete junto a demás gente importante del reino.

    Pero Shaka no comprendía nada de eso. O se podría decir más bien que no le importaba. Él como esperado heredero del reino del Oeste, único hijo y según decían el hombre más hermoso que había en esas tierras, tenía poco interés en cuestiones políticas. Se dedicaba más bien a bañarse en lujos, disfrutar de las ostentosas cenas que se daban en el palacio y a cubrir su cuerpo con finas telas traídas por los mercaderes de tierras lejas. El joven príncipe de ojos verdes como el agua que bañaba las costas del reino había vivido desde muy niño recibiendo cada cosa que pedía, se le concedía cada capricho y aprendió a muy temprana edad que su palabra era la ley.

    Fue creciendo con sus días llenos de clases que se le antojaban aburridas, leer y escribir, matemáticas, historia del reino, clases de canto para el que no tenía absolutamente ningún talento pero su maestro estaba obligado a decirle que mejoraba cada día y en algún momento sonaría como el más hermoso canario. También estaban sus clases de pelea porque si bien no planeaba entrar en una batalla ni dentro de mil años, es decir, para eso estaba Shura que cumplía su rol como guardia además de ser un magnífico pelador de frutas, si le gustaba mantener su cuerpo en forma y esbelto. Tan distinto del abultado vientre de su padre.

    El muchacho reía cada vez que le decía que si seguía con esos hábitos al comer seguro el sastre tendría que hacerle un nuevo traje cada semana. Él por su parte no se iba a privar de comer deliciosos platillos y más aún postres, en especial desde la primera vez que había tomado un bocado de lo que su guardia estaba degustando con tanta felicidad. Shaka amaba los dulces, y todo aquel cocinero en su palacio debía poder hacerlos a la perfección porque el que no pudiese satisfacer los gustos refinados del príncipe perdía el trabajo como poco y hasta la cabeza en casos extremos.

    El joven príncipe veía a menudo cómo los empleados cambiaban, notaba eso pero no le importaba lo suficiente siquiera como para aprenderse los nombres. Él se concentraba mucho más en las cartas que se mandaba con otros jóvenes monarcas que pretendían conquistarlo, en cepillar su largo cabello rubio y brillante como el sol, y dormir en su enorme cama de una docena de sabanas de seda y cojines suaves a los que se abrazaba como si su vida dependiera de ello.

    En eso estaba esa noche. Después de haberse dado un baño con los perfumes más caros que había, después de aplicar algo de crema en su piel y de haber peinado su largo cabello hasta que éste se secó decidió dar por terminado su día. Se recostó en su amplio lecho y escondió la cara en las suaves telas dispuesto a tener otra noche en calma.

    Ah, si tan solo toda su guardia no fueran una banda de inútiles quizás se pudo haber ahorrado lo que vino después. No sabía ni de dónde había salido aquel que con habilidad se escabulló de entre las sombras, lo amordazó y lo metió como un kilo de papas en un saco mugriento que olía a pobreza. El príncipe sintió unas irrefrenables ganas de vomitar ante la humildad que destilaba esa bolsa horrenda y empezó a gritar y patalear, aunque sus quejas eran ahogadas por lo que fuera que tenía en la boca.

    ¡Alguien se lo estaba llevando y nadie parecía correr a su rescate! ¡Iba a hacer que le cortaran la lengua a Shura por mentiroso! Tanto se decía el mejor caballero del reino y aún así él, EL PRÍNCIPE, estaba siendo raptado en su cara.

    No supo cuanto tiempo estuvo pataleando, y se quejó hasta que en algún momento fue liberado de golpe y echado contra el piso como si fuera cualquier cosa. Una vez fuera del saco no alcanzó a reconocer el lugar en el que se encontraba, parecían estar en medio de algún... bosque... Bueno, no. Es decir los bosques son enormes y tal, y ahí si había muchos árboles pero también un camino. Shaka no tenía ni idea si seguían en el reino o no.

    Fue entonces que consiguió deshacerse de la mordaza para hablarle a su captor con tono amenazante y las mejillas infladas como un niño. Quién se creía ese hombre que tan campante estaba allí admirando todo su esplendor, observando toda su belleza de gratis sin siquiera ponerse de rodillas.

    ¡Mi padre se enterará de esto!—espetó finalmente, tratando de reconocer los ojos claros y el lila de su cabello, pero aún si se hubiese cruzado con ese muchacho alguna vez no podría recordarlo. Porque como príncipe que era no podía tener en su mente la imagen de cada asqueroso mendigo que había en el reino—¡Haré que te corten las manos! ¡Te exijo que me lleves de regreso al castillo de inmediato y te entregues para que puedan colgarte! ¡No sabes con quién te estás metiendo! ¡Guardias! ¡Guardias!—chilló con todas sus fuerzas tratando de llamar la atención de cualquiera que pudiera estar cerca.
     
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    El escape del castillo fue un éxito y con el príncipe en saco al hombro huyó sin ser plenamente consciente de cuánto recorrió hasta adentrarse en un bosque lejos del castillo para dar con el sendero que lo llevaría a la salida de lo que comprendía la ciudadela principal del reino del Oeste. Tardarían un poco en darse cuenta de lo que había sucedido con el caballero encargado de cuidar del príncipe y para ese momento ya estaría incluso más lejos. Ese era el plan.

    Ya cansado de los pataleos que llevaba soportando desde que metió a aquel, seguramente mocoso malcriado, en el saco dejó este en el suelo sin mucha delicadeza para contemplar a su berrinchuda víctima removiendo un poco su capucha hasta que la luz diera en su rostro. Le permitía un poco mejor contemplar al tan afamado por su belleza príncipe del reino del Oeste, tomando su rostro al colocarse de cuclillas para estar a su nivel, obligando a tornar este de un lado a otro para apreciar bien ese rostro, palpando una piel suave y bien cuidada al apretar un poco sus mejillas. Como cualquier niño rico mimado, pensó. Y lo soltó de inmediato como si acabara de comprobar el estado de la mercancía.

    -Oh, realmente espero que se entere de esto- dijo con una voz por demás tranquila. Contrario a las acciones de Mu confiadas y seguras su semblante era el de una persona benevolente que era capaz de dar refugio en medio de la tormenta, de ojos verde jade que regalaban una mirada dulce que a más de un incauto habían confiado a pedirle ayuda y una sonrisa tan suave y amable que daban sensación de paz. Todo un cordero dulce y piadoso, que estaba lleno de trucos maquiavelicos, engañosos y sucios, como cualquier sicario caza recompensas.

    -Grite todo lo que quiera, su alteza. Aquí no habrá quien lo escuche. Puedo apostarle a que su guardia real ni siquiera se ha dado cuenta que no está y su caballero pela papas está tendido en el suelo como una muy atractiva alfombra a la que van a pisar justamente cuando su padre se entere a las…¿A qué se despierta vuestro noble padre? Ah, cierto. diez de la mañana, porque despertarlo antes de esa hora le cuesta la cabeza al gusano atrevido-le dijo sonriendo con cierta ironia en su tono de voz presumiendo de cuan calculado tenía cada movimiento del castillo.

    -Pero no se preocupe, viajaremos con algunos lujos, Lo prometo.-dijo tranquilizador- la carreta esta llena de paja para su comodidad y la de su espalda. Da algo de picazón pero mucho me temo que la manta que la cubría fue robada por un vagabundo adicto al polvo de hada- se encogió de hombros y señaló hacía su izquierda, donde entre los árboles se escondía una carreta vieja y algo desgastada junto a un caballo amarrado a un tronco que se comía la paja en el cajón de la carreta.

    Y así tal cual lo dicho tomó cubrió de nuevo con el saco al rubio que le profería hasta de lo que se iba a morir. Seguramente, no le entendía bien dentro del saco. Y lo dejó en el cajón de la carreta.

    -Le explicaré nuestro itinerario en el camino- dijo simplemente para poner a andar la carreta una vez listo el caballo. Las horas estaban contadas y él debía alejarse de ahí hacía su segundo punto clave. Un sitio dentro del bosque magico que se encontraba limitando con los territorios del reino, hogar de gnomos y ninfas, al que se podía llegar siguiendo el sendero por la derecha.

    Mientras tanto, en el castillo, al llegar las 10 am:

    -¡¿Como, por todos los dioses, fuiste capaz de dormirte y dejar que se llevaran a mi heredero?!- los gritos del rey a Shura le parecía que hacían temblar todo el castillo. El hombre era grande, tosco y panzón que olia a pan de tres días, cuando vociferaba lo hacía con tal fuerza que incluso podía resultar intimidante y dejar de paso un terrible dolor en el oído. Ahí donde estaba, hincado y esposado, no podía más que sufrirlo con la cabeza gacha.

    Si bien aquel sicario había logrado llevarse a su cruz, pobre e inocente palomilla pensaba el caballero, eso le costaría la cabeza. Y si no le costaba la cabeza le costaba la reputación.

    -¡No hay castigo suficiente para tu incompetencia, Shura! Debería tomar tu cabeza y clavarla en una lanza frente al castillo- golpeó con su puño el brazal del trono el rey y suspiró- Y la de todos ustedes también, por no alertar esta situación cuando sucedió- señaló el rey a cada uno de sus subditos. Suspirando uno de los guardias, que tenía un ojo morado donde recibió un jarrón arrojado por el rey al ser despertado a las 9:59 de la mañana. Shura se compadeció infinitamente de él.

    -Mi pobre hijo debe estar asustado. Podría estar siendo maltratado, torturado y abusado por un cerdo asqueroso-se lamentó el rey- Esto debe ser obra del Rey del Este, no hay duda. Escúchame bien Shura, esto lo ocasionó tu ineptitud. Trae a mi hijo de regreso ¡o te juro por los dioses que tu descendencia no verá la luz, eso que tienes entre las piernas lo colgaré en la puerta!-

    Shura, que para ese momento solo pensaba que el unico que debía de estar siendo torturado y maltratado debía ser el secuestrador, cerró las piernas con fuerza y no supo si prefería la muerte o la vida del príncipe. Optó por la opción que le permitiera conservar las pelotas.

    -S-sí, su majestad- y así fue liberado por el rey, partiendo sin dudarlo más. Traería de vuelta a esa cruz que era príncipe y la cabeza del miserable que le había metido en ese embrollo. Su dignidad estaba en juego y, ese truco sucio que usó con él en el castillo, también lo había vuelto algo personal.
     
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