Scarlet Poison ♏
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La primera vez que visitó Heraklion tenía catorce años, y era un jovencito ambicioso y valiente con ganas de descubrir el mundo y los rincones de aquél hermoso pedazo de Creta; el rincón de sueños con los muelles, los barcos y la aventura; la ciudad donde los desconocidos dejaron de serlo al pisar por primera vez su tierra. A su corta edad pensaba que si mordía la vida, la vida no le devolvería la mordida…
Catorce años después, Sisifo volvía a Creta con el corazón roto y la esperanza en el horizonte por dejar atrás su penumbroso pasado y los pedazos rotos que aquél compromiso largo dejaron a su paso. Su olor, el color de sus ojos y cabello, el toque de sus manos y su voz iban quedando en una tierra a la que jamás volvería.
Antes de llegar a Creta, en medio del mar, Sisifo sacó el anillo de compromiso de su bolsillo: lo admiró a la altura de su rostro mientras pensaba en ella. Le costó trabajo dejar ir el metal entre sus dedos, pero cuando lo hizo finalmente y lo vio hundirse y convertirse en uno con el mar, se dio cuenta que sus intenciones por dejarlo todo atrás se volverían realidad. Sólo tenía que ser fuerte. Sólo debía pensar en que había tenido mucha suerte al encontrar ese nuevo empleo, y que había tenido aún más suerte en poder mudarse justo cuando más lo necesitaba.
Notó que los turistas iban y venían comúnmente a la isla porque el puerto era hermoso y porque guardaba historias míticas e importantes bajo sus ruinas. Eso le había inquietado la primera vez que estuvo ahí, y esa había sido su motivación para aprender, para estudiar y sobretodo para enseñar.
La semana de su llegada intentó conocer el lugar, sin embargo entre los turistas y los residentes era imposible abarcarlo todo. Supuso que en algún momento podría organizar un paseo con sus estudiantes y entonces deleitarse con sus expresiones cuando supieran un poco más de aquella cultura, después de todo muchos de los asistentes a la academia Heraklion eran extranjeros, o vivían en otras partes de Grecia.
La semana posterior tuvo que asistir a la academia para una reunión junto con el cuerpo docente para afinar detalles sobre la apertura, el nuevo ciclo y por supuesto conocer las instalaciones y el que sería su salón por el resto del año. Era muy amplio y luminoso, muy diferente al que ocupaba en Arkadia.
Y no podía negar que le emocionaba iniciar el nuevo ciclo, porque eso significaba caras nuevas y mentes jóvenes y frescas que podría alimentar.
El primer día comenzó bien: eligió un buen traje, una camisa que combinara con el y una corbata que lo hiciera ver cómo un profesor serio y profesional, pero no uno tan respingado y arisco que asustara a la clase por entero, ya que lo que menos deseaba era pasar por un profesor inaccesible. Tomó el almuerzo que se había preparado un día antes y lo metió en la mochila junto con sus libros, antes de salir del departamento en camino hacia la academia.
Era temprano para disfrutar de la vista y el hermoso olor de la mañana. La ciudad no era frondosa pero podía sentirse el olor del mar a la distancia, y el suave calor de Abril tocando sus pómulos. Pensó que sería bueno tomar el camino largo y conocer otras rutas para llegar a la academia, pero nunca imaginó que tras decidir aquello, una hora después, sostuviera entre sus dedos el expediente académico de una alumna tachada como problemática, respingona y maleducada. Parecía una buena persona tras mirar la pequeña sonrisa que se asomaba en la fotografía del documento, sin embargo, ante las palabras del director y posteriormente su retraso al salón Sisifo quedó confundido.
Tener las miradas de las jóvenes pupilas fue algo a lo que tuvo que acostumbrarse en Arkadia, y con lo que sabía tendría que lidiar en Creta hasta que cumpliera al menos cuarenta o cincuenta años, o estuviera casado y con hijos… aunque eso tal vez no pasaría jamás.
Sisifo se levantó del escritorio y decidió escribir su nombre en la pizarra y el nombre de la materia que iba a impartir.
—Soy el profesor...— justo cuando iba a decir lo que había escrito en el pizarrón, la puerta se abrió, y la cara que antes observó en el papel se presentó ante él con una sonrisa y el cabello mojado.
Sisifo notó que su aparición atraía la atención de los otros estudiantes, sobre todo de las miradas masculinas por la transparencia húmeda de la blusa.
—Los griegos nunca tuvieron que lidiar con este tipo de problemas porque el cuerpo humano para ellos no sólo era hermoso, si no algo natural… sin embargo...— le señaló a la chica un asiento vacío—. la sociedad actual ha convertido lo divino en algo profano—. Se quitó el saco y lo colocó sobre sus hombros para cubrirla. —A puesto que todos han estudiado con profesores anteriores la historia del arte y la civilización como algo que escandalizaba no sólo a la iglesia, si no también a la sociedad—. Volvió a su propio escritorio para no darle importancia a lo que acababa de pasar y tomó su libro.— Por favor déjenos los perjuicios lejos de esta aula, comenzando por llamarme por mí nombre: Sisifo—. Señaló con el libro lo que había escrito en la pizarra. — Ahora, por favor escriban en una hoja su nombre, cómo les gusta que los llamen y por qué. Y si alguien se lo pregunta, si, eso también tiene que ver con la historia. Tienen diez minutos.
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